Mi gran amigo el árbol

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Día 1.

Miriam tenía el gran afán de visitar a un árbol, este era un roble; el más grande de todos los que habitaban en el bosque, porque poseía un tronco extenso, rugoso y muy firme. Sus ramas eran la más largas, junto con sus hojas que eran exageradamente amplias, era digno de ser visitado diariamente. Siempre que iba a visitarle Miriam, se sentaba en un columpio cercano a el y solía expresarle lo que ella hacía, pensaba o creía.

—Mi gran amigo el árbol, mi secreto y mi escondite. Hoy por primera vez asistí a la escuela. Mis compañeros no eran para nada agradables.

Ella tenía un pensamiento disparatado de su árbol, que este le respondía.

"Lo sé Miriam "

Día 2.

Otra vez fue a ver a su amigo el árbol. En el transcurso observó una paloma blanca completamente sola en el pasto, así que se colocó en cuclillas y le preguntó.

—Hola palomita, ¿qué te ha atraído por aquí?

Miriam creyó que a lo mejor tenía hambre. Sacó un poco de pan que traía en su mochila y se la arrojó, pero la paloma le rechazó el pan. Miriam, se le aproximó aún más, intentando curiosearla, atemorizada la paloma intentó volar, pero falló.

—Ya veo paloma, tienes un ala rota.

Concluyó Miriam. Decidida se llevó a la paloma consigo a ver a su amigo el árbol.

Cuando llegó se sentó cuidadosamente en el columpio mientras contemplaba a la paloma muy decaída. Le hizo una pregunta a su árbol.
—Mi gran amigo el árbol, dime ¿Tú crees qué deshacerme de ella sea lo mejor?

Miriam sujetó a la paloma con más fuerza aún, y mostraba unos ojos muy exaltados.

—Solo adelantaría los hechos, ¿no crees?
"Hazle el favor. Una paloma que no vuela, es inútil para este mundo".
Se aventuró en una búsqueda de una roca lo suficientemente grande para ayudarle, fue audaz en hallar una. Miriam retenía ya, una piedra lo bastante colosal que apenas podía sostenerla con sus manos.

— ¡Querida paloma, es por tu bien, te quitaré el sufrimiento! ­

¡CRAG!

El agobiante sonido que emitió la roca al caer con el cuerpo del ave hizo que difícilmente se pudiera percibir el escaso ruido agudo que hizo la paloma, antes de partir.

Día 3.

Miriam estaba en el jardín con su mamá, quitaban hierbas malas, escombros.

—¿Cómo te ha ido en la escuela?

Le preguntó a su hija Miriam. Ella se quedó con un nudo en la garganta, no pudo articular ninguna palabra y jugueteó con sus manos temblorosas.

—Tengo a mi amigo, el árbol.

Fue todo lo que pudo decir Miriam. Su mamá sabía que algo no andaba bien, se mostró pensativa con aquellas palabras, pero su hija se fue a toda prisa a su habitación, sin más que hacer, prosiguió con su jardinería porque tendría que irse a su jornada laboral.

—Casi, casi terminó contándole de mi escondite, me sostendré a ser más meticulosa con mis palabras. Tal vez, ella me oculta algo.

Miriam se quedó con una cierta incertidumbre. Salió de su cuarto, se fijó si su mamá se hallaba en casa y al parecer el destino le había favorecido, pues se había ido a su trabajo. Entró a los aposentos de su mamá, siendo cautelosa empezó a buscar y buscar, pasaron varios minutos y no encontraba nada. Ya decepcionada se sentó en la cama, pero en ese instante se percató de un cuadro que estaba próximo a un espejo. Sin pensarlo dos veces lo agarró, pero por detrás tenía un sobre blanco sujetado, era una carta.

Mi querido esposo John:

Sé que jamás leerás esto, pero necesito desahogarme. Estás en un lugar mejor, procurando cuidar de nosotras y que no querías nada de esto, pero deteste verte así, tan sumergido en esos pensamientos de locura que recurriste a acciones despreciables sin control, no sabía ni quien eras, hasta temí que Miriam te considerara un ejemplo. Pero no te preocupes John, en lugar de una lápida, planté un árbol y he hecho que ella te visite a diario, eres su gran amigo el árbol, recuérdalo.

Atte. Tu amada esposa.
Miriam inmediatamente rompió la carta y sintió como miles de agujas se le hubiesen atravesado directamente en su corazón, y sin menos reproches las lágrimas se le avecindaban en su rostro.

—¡ESTO NO PUEDE SER CIERTO!

Gritó y vinieron un sinfín de pesares en ella, nunca conoció a su padre y su madre le había ocultado la verdad, ella quería un amigo, lo único que había anhelado en su corta vida. Con las pocas fuerzas que le quedaron y sin impórtale nada, ni siquiera la lluvia, salió de su casa.
—He vuelto mi amigo. ¿O debería decir papá? Ya es hora de marcharse.

"Este árbol está maldito porque tu padre yace aquí, su esencia. ¿Quieres qué se te contagie su locura? Si lo talas, desaparecerá para siempre "

Miriam llevaba su cabello desordenado, sus ojos se encontraban rojos de tanto haber sollozado, su ropa descuidada y en sus manos traía un hacha.

¡CRAC!  ¡CRAC!  ¡CRAC!
Se escuchaba cada movimiento que hacía en dañar al árbol. Justo iba amaneciendo cuando dio el día 4 y los rayos de sol se aproximaban cada vez más.

—Hija, lo siento.

Se percató que jamás había ido con su amigo el árbol. Notó una gran cantidad de sangre que se asustó lo suficiente para dar un grito ahogado. Entre llanto, desesperación, se había dio cuenta que era la última vez que escucharía a madre, porque sus delirios le provocaron hacer ese acto brutal.

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⏰ Última actualización: Oct 22, 2018 ⏰

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