Capítulo 2.

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Tierra, trágame.
Nada mas alzar la vista me encontré de frente con él, olía a hombre, su mirada destilaba peligro y en su mano izquierda sostenía un humeante cigarrillo que le hacía parecer aún más apetecible.
Entonces, decidí bajar la mirada por su cuerpo, repasando cada ápice de este. Sus jeans negros ajustados, aquella camiseta blanca que marcaba todos y cada uno de sus músculos a pesar de no estar apretada y su chupa de cuero negro le hacían parecer el típico chico malo de alguna película ochentera.
Pero no iba a permitir que se pensara que me había impresionado o algo por el estilo, así que, volví a dirigir mi mirada a sus ojos y en un intento de parecer firme y seria le dije:

-Es que estás sordo, ¿o qué?. Te he dicho que tengas cuidado imbécil.

Dio una última calada a su cigarrillo, lo tiró al suelo y mientras lo pisaba me dijo sosteniendo mi mirada — Ten tu mas cuidado dulzura, dos no se chocan si uno no quiere. -Me guiñó el ojo derecho y con las mismas volvió a encenderse un cigarrillo y se marchó, sin dejar de mirarme, hasta que se encontraba lo suficientemente lejos como para no verme más.

Decidí posponer mis planes de terminar el último trabajo del trimestre en la biblioteca y cambié mi rumbo en dirección a una tienda de ropa que, como no, pertenecía a una de las multis de mi padre

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Decidí posponer mis planes de terminar el último trabajo del trimestre en la biblioteca y cambié mi rumbo en dirección a una tienda de ropa que, como no, pertenecía a una de las multis de mi padre.
No podía concentrarme ahora como para hacer un trabajo y además necesitaba encontrar un vestido decente que ponerme para la Gala de Navidad que organizaba mi padre, iba a presentar su nuevo proyecto, en honor a mi hermana: una asociación para ayudar a familias a las que se les ha arrebatado un hijo menor de 20 años o que está desaparecido. No tengo muy claro con qué fin había decidido crear esta asociación, porque como he podido comprobar a lo largo de los años, mi padre no hace nada de lo que no pueda beneficiarse y en realidad nunca me había interesado por sus motivos ni nada que tuviera que ver con él, pero debo admitir que me parece una gran idea.
Después de varios minutos andando llegué por fin a la puerta de la pequeña pero lujosa boutique de vestidos de fiesta de mi padre. Al entrar se respiraba un intenso olor a Chanel nº 5 y champagne caro.
Una de las guapísimas dependientas se acercó a mi con esa gran sonrisa falsa que todas llevaban pegadas a sus rostros y mientras hacia un amago de quitarme la riñonera para colgarla en el perchero me dijo:

-Buenos días señorita Sorní, ¿en que puedo ayudarla?

-Buenos días, Acacia -intenté sonreírle de la misma manera- estoy buscando un traje para la Gala del próximo fin de semana de mi padre

Acacia, la encargada de esta tienda, hizo un gesto para que pasase hacia la salita dónde se encuentra la costurera del local mientras decía en un tono muy tenue "por aquí, por favor".
Al entrar, la vieja pero bien conservada mujer que arreglaba todos los trajes a mano procedió al protocolo habitual: me hizo quedar en ropa interior y me tomó las medidas. Brazos, cuello, pecho, cintura, cadera, muslo.. etc.
No soy una chica especialmente delgada, pero no me avergüenzo de mi cuerpo. Uso una 40 de pantalón y aunque podría adelgazar un poco, mis curvas me encantan, y no solo a mi.
Después de tomarme las medidas, Acacia observo el papelito en el que estas se encontraban apuntadas y saco 3 vestidos que se ajustaban a mis dimensiones, uno rosa palo, uno azul eléctrico y, ahí estaba, aún no me lo había probado y ya sabía que ese era mi vestido solo con verlo.
Era negro ceniza, de manga larga transparente, pegado hasta la parte baja del culo y el resto de la pierna en vuelo de raso lleno de pedrería plateada, pequeña, discreta, pero notable.

-El tercero, el negro, me quedo con ese. -me acerqué al traje, lo agarré y me giré en dirección al mostrador para que lo guardara en una bolsa. Era obvio que no tenía que pagarlo al ser una tienda, que, en un futuro, sería mia.

-Estarás guapísima -la vieja Isabella me sonrío con la ternura de una abuela, a lo que yo respondí con otra sonrisa de vuelta, tomé mi bolsa y con una amplia sonrisa salí de allí.
No soy una niña malcriada ni mucho menos se las que solo piensan en ropa y dinero, no os confundáis, pero de vez en cuando me gusta darme un caprichito, además yo por mi iría en sudadera, creedme, pero no me apetece matarme con mi madre.

Una vez fuera del lugar y ahora que estaba mas tranquila emprendí rumbo hacia la biblioteca para acabar el trabajo que tenia planeado terminar hoy. Sin saber lo que allí me esperaba.

Adrenalina - Todo por ellos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora