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EL PUEBLO DE VANAHEIM SE SUMIÓ ENTRANQUILIDADLUEGO del pequeño enfrentamiento que se llevó a cabo, restaurando la paz. Aún así, Astrilde había quedado resentida con Torvi y sus seguidores. Como Comandante no podía simplemente olvidar lo ocurrido, si Thor no hubiera llegado el suelo estaría manchado de sangre una vez más.
Thor, como había llegado se había ido, sin siquiera darle tiempo a Astrilde para agradecerle o contentarse con su presencia. La joven lo comprendía. Como heredero al trono de Asgard tenía obligaciones que cumplir y lo último que ella quería era ser un obstáculo en su camino. De todas maneras no puedo evitar sentir un pinchazo de tristeza con la indiferencia que él la había tratado cuando intercambiaron algunas palabras sobre lo que estaba pasando. La mente de él parecía estar en otro lado y, cuando ella había preguntado que era lo que pasaba, él había dicho que nada, que todo estaba bien, que sólo se preocupaba por los disturbios. Astrilde quiso creerle, sus palabras parecían genuinas, pero algo dentro de ella decía que esa era solo una parte de un problema mayor.
Cansada de esperar por el regreso del Dios del trueno, Astrilde decidió hacer algo al respecto y le pidió al guardián del Bifrost, Haimdall, que la llevara a Asgard. La última vez que había puesto un pie en dicho reino había sido para pedirle a Odin la cabeza de Loki, de lo cuál se lamentaba profundamente. Había sido ridículo. Pronto, la Comandante se vio dentro de una espiral que poseía los colores del arco iris, en un torbellino de velocidad. En cuestión de segundos sus pies volvieron a tocar tierra y al alzar la vista se encontró con dicho guardián.
Con un suspiro, la nombrada pasó las manos por su vestimenta, alisándola.
—Haimdall, me da gusto verte. Gracias por traerme. Me preguntaba si Thor está en el castillo. Me gustaría hablar con él.
Heimdall separó sus labios para contestarle a la Comandante, pero los volvió a cerrar mientras su ceño se fruncía. Astrilde apretó sus labios esperando una respuesta, confundida con sus acciones. El Dios estiró su brazo y el portal fue abierto. Las luces del Bifrost se hicieron presentes y Astrilde tapó sus ojos con su mano. Era cegadora. De pronto Thor apareció frente a ellos junto a una midgardiana. La Comandante lo notó por la expresión de asombro que adornaba su rostro.
—Tenemos que hacer eso de nuevo —murmuró cuando el Bifrost se cerró.
La midgardiana giró sobre sus talones y se encontró ante la presencia imponente de Heimdall y Astrilde. Su sonrisa fue reemplazada por una nerviosa.
