Hot Drinks

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La universidad era difícil para Kirishima. No solo por la carrera, sino por el coste que esta implicaba. 

Para aliviar un poco la carga a sus padres, Kirishima trabajaba a medio tiempo en una cafetería, en la que se atendía con patines, cercana a su universidad, y a la que normalmente acudían estudiantes de diversas facultades.

Sin embargo, el pelirrojo solamente tenía ojos para uno en concreto, un rubio demasiado guapo como para verlo e ignorarlo.

Desde hacía ya medio año, solía ir a la cafetería todos los viernes a la misma hora: las seis y media de la tarde. Siempre pedía lo mismo, que era un café solo y se sentaba en frente de la barra, al lado de un ventanal mientras sacaba el ordenador y se dedicaba a escribir. Kirishima de alguna manera sabía cuándo tenía mucho trabajo, puesto que era cuando pedía más de los tres cafés que solía tomar.

Kirishima nunca se había atrevido a decirle nada. Ya no era necesario que le dijera el pedido, puesto que la frecuencia hacía que el pelirrojo ya se lo sirviese sin más, pero de ahí no había pasado.

Su compañera de trabajo le insistía en que le hablase, pero Kirishima no estaba por la labor de meterse donde no le llamaban.

Sirvió a dos comensales más y miró el reloj. Ya casi iban a ser las seis y media, y era viernes, así que seguramente no tardaría en aparecer por la puerta de la cafetería.

—¡Kirishima, limpia esto mientras yo cubro! —pidió su compañera desde el interior del almacén, y el pelirrojo suspiró mientras entraba.

—¿Qué has hecho aquí, Mina? Parece que ha venido un torbellino —dijo, mirando el desastre.

—¡Eres el mejor compañero del mundo, Kirishima! —le abrazó y se fue patinando a toda velocidad a atender comensales mientras el pelirrojo suspiraba de nuevo.

Recogió todo lo más rápido que pudo y lo limpió. No le tomó más de veinte minutos, unos pocos más en quitarse y ponerse los patines, pero cuando salió a atender, vio que Mina ya se había hecho cargo del chico rubio que venía siempre a esa hora.

—Lo siento, Kiri, pero no podía dejarle sin atender —se disculpó Mina—. Ya sé que es tu crush, pero...

—¡No es mi crush!

Mina rió y le dio una palmada en la espalda.

—Si te sirve de consuelo, preguntó por «el pelirrojo que siempre suele estar por aquí».

Kirishima se sonrojó y Mina rió de nuevo.

—Venga, enamorado, a trabajar.

Se alejó patinando al lado opuesto de Kirishima, que vio que el rubio había terminado ya su café, y preparó otro para llevárselo.

—Aquí tienes —le dijo, poniendo el humeante café al lado del vaso que estaba vacío.

El rubio le miró algo sorprendido, pero luego sonrió. Kirishima siempre le había visto serio mientras observaba la pantalla de su ordenador, por tanto su sonrisa hizo que las mejillas del pelirrojo cobrasen color.

—Gracias.

Kirishima tan solo pudo negar con la cabeza y recoger el vaso vacío, alejándose mientras trataba de calmar su corazón.

—Uf, un poco más y ganas el concurso del tomate más rojo —comentó Mina al verle, divertida.

—Cállate.

—Uy, qué borde, y yo que te iba a dar información preciada de tu crush...

Kirishima le miró expectante y asombrado, mientras Mina seguía riéndose y se apoyaba en la barra.

—Verás, pelirrojo. Tu querido amor de universidad se llama Bakugou, y hasta lo que he podido averiguar, sigue una carrera de policía.

—¿Policía? —repitió Kirishima—. ¿Y tú cómo sabes eso?

—Tengo mis contactos, querido —sonrió y guiñó un ojo.

—Me das miedo.

—Haces bien. Ahora, tómate la maldita hora libre para hablar con él.

—¿Pero y el trabajo?

—¡Yo me encargo! ¡Largo!

Le empujó de tal manera que le costó recuperar el control de los patines y ya se veía en el suelo, cuando sintió un agarre que impidió su caída.

—¿Estás bien? —preguntó su salvador, y Kirishima levantó la cabeza para ver un rostro muy conocido.

—¡Perfectamente! —dijo mientras se ponía en pie, rojo como una fresa—. ¡Muchas gracias!

—Deberías tener más cuidado —dijo, sentándose de nuevo—. Con patines es muy fácil caerse.

—Sí, es complicado trabajar con ellos —rió el pelirrojo, algo nervioso—. Pero tengo que hacerlo para pagarme la carrera.

—¿Qué estudias? —se interesó el rubio.

—Mecánica —sonrió—. ¿Y tú?

—Se supone que la carrera de policía, si no fuera porque hago más trabajo de oficina que un abogado —bufó, y el pelirrojo rió.

—Me llamo Kirishima. Kirishima Eijiro —extendió la mano, y sonrió—. Encantado.

El rubio le miró por unos instantes en los que Kirishima pensó que no aceptaría su mano.

Entonces, sonrió.

—Bakugou Katsuki —sus dedos envolvieron su palma en un gesto cálido—. Encantado.

Ambos se miraron con una sonrisa en su rostro mientras Mina se cruzaba de brazos, orgullosa, mientras el aroma a café caliente inundaba el lugar.

Quizá solo era un apretón de manos.

Quizá era el inicio de una historia.

31 days: Kiribaku october storiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora