Black Cat

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Dicen que, si te cruzas con un gato negro, tendrás siete años de mala suerte.

Al igual que dicen que si rompes un espejo tendrás mala suerte en el amor otros siete años. O si pasas debajo de una escalera. O si directamente te echan un mal de ojo.

Kirishima no creía en esas cosas. Simplemente, no lo veía plausible. Quería creer en que él mismo controlaba su destino y su suerte era algo que ya se vería con el tiempo. Además, estaba muy en desacuerdo con ese mito del gato negro porque, básicamente, de pequeño tenía dos gatos de ese color. Si tenía que cruzarse con uno de ellos para siete años de mala suerte, entonces estaba condenado de por vida.

Por eso, cuando un gato negro se coló en la residencia de estudiantes, uno de los primeros en acercarse fue el pelirrojo, viendo que Mina no era aceptada por el gato.

—Hola, amigo —sonrió mientras tomaba al minino en brazos.

Ante la mirada incrédula de todos, el gato se dejó coger sin raguñar al chico. Kirishima rió y lo puso contra su pecho. Koda se acercó con una sonrisa y acarició al gato sin mucho temor de ser arañado, porque su afinidad con los animales era una de las bases de su poder.

—Parece que tenéis un don, porque a mí no ha dejado de rasguñarme —suspiró Mina, acariciándose el brazo en el cual se apreciaba un rasguño—. Bueno, tú sí que lo tienes —rió mirando a Koda, que le sonrió tímidamente.

Los demás empezaron a acercarse para acariciar al gato, que parecía estar muy cómodo en los brazos de Kirishima. Pese a que Koda era quien tenía la habilidad para entenderse con los animales, el gato no quiso dejar los brazos del pelirrojo, aruñando a cualquiera que se atreviese  a apartarlo de él.

Aunque no estaba permitido tener animales dentro de la residencia, Aizawa tenía cierta debilidad por los mininos, y teniendo en cuenta la situación, le permitió a Kirishima tenerlo mientras no causase ningún desastre y se comprometiera a asumir la responsabilidad.

Así que Kirishima estaba tan feliz mientras se llevaba a su recién adoptado gato a su habitación y encendía el ordenador para buscar al minino un buen nombre. Sin emabrgo, ni bien inició la búsqueda, tocaron su puerta.

Kirishima trató de levantarse para abrir, pero el gato no estaba dispuesto a quitarse de su regazo, así que tuvo que cogerlo en brazos para poder levantarse.

—Eres caprichoso, ¿eh?—le dijo mientras lo ponía en uno de sus brazos para poder abrir la puerta.

Bakugou bostezó mientras entraba a la habitación del pelirrojo, pasando de pedir permiso, hasta que vio el gato.

—¿Qué demonios haces con un gato?

—Oh, es cierto, que no estabas —rió—. Este amigo entró en la residencia y no se quiere separar de mí, así que me han dejado quedármelo. Justo ahora estaba buscándole un nombre.

Volvió a la silla del ordenador, poniendo al gato en sus piernas. El animal se acomodó mientras Bakugou le miraba con una ceja arqueada.

—¿Y qué se supone que vas a hacer con él?

—Pues por ahora, ponerle nombre —respondió—. Seguramente está asustado y por eso no quiere separarse de mí, pero en cuanto se acostumbre se moverá.

—Ponle cualquiera —rodó los ojos el rubio, sentándose en la cama del pelirrojo—. Es solo un gato.

—¡No puedo ponerle uno así porque sí!

—¡Claro que sí! ¡Ponle, yo qué sé, Kuro!

—¡Es muy típico! —Kirishima miró al gato, acariciándole suavemente. El animal ronroneó y cerró sus ojos azules—. ¡Lo tengo! Le voy a llamar Ao.

—¿Ao? —Bakugou arqueó una ceja—. Me dirás que eso no es típico.

—¡Pero no tanto!

Kirishima tomó al recién bautizado Ao y se sentó junto a Bakugou, poniendo el gato a su lado. Sin embargo, Ao no pareció dispuesto a ser dejado de lado, y se puso en el regazo del pelirrojo.

—Pues sí que no quiere separarse de mí —rió, acariciándole mientras apoyaba la cabeza en el hombro del rubio.

Sin embargo, cuando Bakugou se inclinó para intentar besarle, el gato rasguñó su mano, haciendo que Kirishima riera mientras el rubio sacudía la mano.

—¡Desgraciado gato!

El pelirrojo no podía parar de reír mientras Ao soltaba una especie de gruñido, acurrucándose contra su dueño. Cuando Bakugou trató de acercarse de nuevo a su novio, no hubo manera de que el endemoniado gato se quitase. 

—Parece que no le gustas —se burló Kirishima.

—¡Jodido gato!

Kirishima protegió a Ao con los brazos para que Bakugou no le arrancase las patas o le explotase la cara.

—¡Es un animal indefenso!

—¡Y una mierda de indefenso! ¡Me araña cada vez que puede! ¿¡Ahora no puedo besar a mi maldito novio o qué?!

Kirishima rió mientras acariciaba al gato.

—Al parecer, tendrás siete años de mala suerte.

Bakugou miró a los ojos azules del gato con gesto desafiante.

Eso ya se vería.

31 days: Kiribaku october storiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora