Agostina
Hoy era mi primer día como interna de cirugía en un hospital de Palermo así que me levante a las cuatro de la madrugada ya que soy de Nordelta y Palermo no me queda nada cerca.
Me bañe y me vestí con una ropa sencilla, una remera corta negra, un jean azul con roturas en las rodillas, de zapatillas unas Adidas y una bandana para atar mi pelo.
Deje mi auto en el estacionamiento del hospital y procedí a entrar, en la sala de espera había unos siete u ocho internos, por culpa de mi timidez no le hable a nadie; llegue a horario pero igual estaba nerviosa, muy nerviosa.
Un señor nos llevó a una habitación donde avía casilleros. Mis compañeros y yo procedimos a abrir cada uno nuestro casillero asignado y adentro de este estaba el uniforme que teníamos que usar. El señor nos ordenó cambiarnos.
-el uniforme no me queda tan m- interrumpió mis pensamientos una chica entrando por la puerta, supongo que es la residente.
—Hola, me llamo clara y soy su residente -empezo a caminar y mis compañeros y yo no sabíamos que hacer, hasta que clara volvió a hablar.
—Que esperan? Me tiene que seguir -dijo y nosotros la empezamos seguir rápidamente- Hay cinco reglas, uno; tienen que hacer lo que yo diga. dos; si tienen alguna duda yo se las voy a responder. tres; sus pacientes no son sus familias, no tiene que agarrar confianza. cuatro; si estoy durmiendo no me despierten si su paciente se está por morir ahí tiene todo el derecho de despertarme. Entendieron - asentimos - alguna duda?. -levante la mano- que pasa bianchi?.
—Eran cinco reglas -hable tímida.
—Regla número cinco, yo me muevo ustedes me siguen -nos apunto con el dedo índice y empezó a caminar, nosotros íbamos detrás de ella.
—¿Hoy vamos a tener pacientes? -Le pregunto una rubia.
—Si, ahora les indico sus pacientes. Bianchi vas a tener a Lautaro puñales, Lirate a Pedro Sandoval, Borges a Nahiara Alarcón y Arias a Alan Navarro -nos entregó unas libretas con todos los datos de nuestros pacientes.
Camine hacia la habitación que me había tocado, abro la puerta y me encontré con un chico de pelo verde acostado en la camilla con cara de orto y en ella tenía tatuajes, estaba acompañado de un rubio teñido también con tatuajes en la cara. Me dio miedo.
—¿Ya me van a atender? -dijo el de peliverde, enojado
—Tomas cálmate, deja que haga su trabajo -hablo ahora el rubio.
—No m-me ordenaron atenderte -tartamudee recordando que mi paciente no se llama 'tomas'
—¿Entonces que Mierda haces acá?.