Capítulo 24

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-¡Sorpresa!

Alfred se queda frío mirando el panorama que tiene delante. Aquel chaval era lo contrario a él: alto, rubio, los ojos claros... Incluso iba al gimnasio. Alfred sacó pecho y suspiró.

-Andrés yo... - Amaia mira alrededor, nerviosa, pero el chico no la deja terminar, la coge en volandas y la besa.

-¿Ya sabes qué es? ¿Cómo se llamará el pequeñín? - El rubio se acerca peligrosamente al abdomen de Amaia y Alfred tiene que contenerse para no ser grosero. - ¡Cómo os he echado de menos!

Abraza a Amaia y la chica sonríe. Alfred levanta una ceja y bufa, casi involuntariamente. Andrés vuelve a besar a la chica, haciendo que el estómago de Alfred se revuelva.

-Es un niño. - Le cuenta Amaia y él empieza a llorar.

Alfred tiene que contenerse cada insulto que se le pasa por la cabeza, no vaya a ser que el Ken le cruce la cara.

Amaia parece incluso incómoda con la situación, y Alfred por un momento se ríe.

-¿Nos vamos ya, cielo? - Dice Andrés agarrando la mano de Amaia. Entonces parece percatarse de la presencia de Alfred. - Oh, hola a ti también.

-¿A mí no me das un beso? - Dice Alfred irónicamente, mirándole con una ceja levantada.

Amaia se pone roja y antes de que Andrés conteste algo, habla.

-Alfred y yo íbamos a ir al apartamento a hablar del niño...

-Vaya, siento haberos estropeado el plan... - Andrés pone un puchero. - Podemos ir a cenar.

Amaia mira a Alfred, como dándole vía libre para hablar.

-No, tenemos que hablar del niño. - Dice el rizoso frunciendo el ceño. - Podéis cenar otro día.

-Llevas cinco meses desaparecido, chaval. - Se mofa Andrés, haciendo que Amaia abra mucho los ojos. - ¿Dónde estabas?

-Oye, callaos, los dos. - La chica se pone en medio y mira especialmente a Alfred. - No seáis críos. Iremos al apartamento. - Ahora se gira y mira a Andrés. - Podemos ir mañana a cenar.

Los dos chicos bufan.

Pero Andrés cambia enseguida la expresión y sonriendo, besa a Amaia.

-Claro, cariño. Como tú quieras.

-La tarde va de bien en mejor... - Susurra Alfred, apretando los puños, viendo todos los cariñitos que Andrés le va regalando a Amaia de camino al apartamento.

Una vez en la casa, Amaia hace café, dejando a los dos chicos sentados en la mesa del comedor, uno enfrente del otro, bufando de vez en cuando.

-Así que... ¿Qué tal la memoria? - Pregunta Andrés y Alfred se ríe, de mala gana.

-¿Qué tal siendo el segundo plato? - Contesta Alfred justo cuando llega Amaia, que oportunamente no le alcanza a oír.

-A ver... Es un niño... - Amaia se sienta junto a Andrés, dejando la cafetera encima de la mesa. - Podéis serviros. ¿Qué nombres te gustan, Alfred?

-Uhm... - El rizoso se sirve café en la taza mientras piensa, intentando obviar la presencia del Ken, que le mira casi sin pestañear, amenazador. - Albert es bonito.

-¿Albert? - Amaia sonríe. - Sí que lo es. ¿Recuerdas cuando hablamos esto una vez? Habíamos hablado de llamarle Lleó.

-¡Recuerdo eso! - Exclama Alfred. - Es bonito, también me gusta mucho.

-Estábamos tan ilusionados... No teníamos ni idea. - Amaia mira a Alfred con nostalgia.

-Pensar en todas esas cosas... Me producen felicidad. Aunque no las recuerdo del todo. - Alfred bebe café.

-Ejem, volved a los nombres. - Dice Andrés, aburrido.

-Si vas a interrumpirnos cada vez que hablamos podrías irte a dar un paseo. - Dice Alfred.

-Chicos, por favor. - Amaia rueda los ojos. - An, cielo, ¿puedes dejarnos solos?

-¿Qué? Amaia... Cariño... - El rubio parece bajar las defensas. - También es mi...

En la cabeza de Alfred saltan las alarmas.

-¿También es tu qué? - Contesta el chico levantándose de la silla.

-Alfred. - Amaia agarra de la muñeca al rizoso, mirándole con preocupación, no con esa mirada fiera que Alfred esperaba encontrar, la misma que ya se había encontrado más veces. - Por favor.

Alfred se sienta, obediente.

-Mira tío, yo he estado ahí para ella. - Suelta Andrés.

-Lo único que quiero es hablar de MI hijo en paz. - Alfred recalca el "mi", viendo los ojos del otro oscurecerse.

-Andrés, cariño. - Amaia acaricia la cara del rubio con ternura, y Alfred tiene que apartar la vista. - ¿Puedes irte al salón?

-Está bien. - Andrés se levanta, y Alfred se esconde tras la taza de café para que Amaia no vea su sonrisa triunfante. - Estaré en el sofá si... Me necesitas.

Y antes de irse le posa un beso en los labios, haciendo que Alfred baje la guardia y se encoja en la silla.

-Entonces... Albert, Lleó... - Amaia hace una lista en su cabeza.

Y así se pasan una hora, hora y media. Los dos solos en el comedor, riéndose ante los nombres que se les ocurren, llenando la habitación de "Ese nombre es horrible" o "No le castigues con ese nombre antes de haber nacido", sintiéndose por una vez unidos en algo, sintiéndose parte de algo juntos. Por fin.

-¡LO TENGO! - Alfred da una palmada y Amaia casi se cae de la silla del susto. - Lluc. Significa luz.

Amaia sonríe de una manera nueva para Alfred. Se le forma un hoyuelo en la mejilla, los ojos se le llenan de lágrimas y asiente, emocionada.

-Lluc García Romero. - Dice Amaia levantándose de la silla para rodear la mesa y abrazar a Alfred. - Lo tenemos...

-Nuestra luz... - Alfred acomoda la cara en el hombro de Amaia, sintiéndose más en casa que nunca. - Todo irá bien.

-Irá. - Amaia apretuja a Alfred y rompe a llorar de emoción en su hombro. - Quiero que estés aquí.

Alfred se separa y la mira.

-Estaré. - Susurra el chico y besa la frente de Amaia.

Se quedan un ratito ahí, juntos, sin soltarse del agarre de su abrazo. Sienten sus respiraciones y el compás de sus corazones al unísono, Amaia acaricia la nuca de Alfred, y el chico recorre de arriba a abajo la espalda de ella.

-Alfred. - Dice Amaia y se separa de golpe.

-¿Qué...?

La chica coge la mano de Alfred y la posa sobre su barriga.

Y Alfred siente un pequeño golpecito contra su palma, que le llena los ojos de lágrimas.

-Soy papá, Lluc. - Susurra Alfred acariciando la barriguita. - No hagas caso a impostores, soy papá...

-¡Alfred! - Amaia ríe, pero posa la mano encima de la de Alfred, manteniéndola contra su tripa.

-Te quiero muchísimo hijo, muchísimo. - Alfred rompe a llorar.

-¿Cuánto le vas a querer, Alfred? - El labio inferior de Amaia tiembla, intentando no llorar, acariciando la mano de Alfred bajo la suya, manteniendo el contacto hijo-padre-madre.

Y Alfred, mirándola a los ojos, dedicándole esas cinco palabras tanto a Amaia como a su pequeña lucecita, contesta, entre lágrimas:

-De la Tierra hasta Marte.

Amnesia. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora