|Capitulo 8 |

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Canción : Tormenta de Arena.

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París cerró los ojos con fuerza en el momento que el castaño, le soltó otra nalgada. Mordió su labio, evitando soltar un quejido. Martijn dejaba caer su mano, en fuertes nalgadas, sin una pizca de piedad.

- ¡Basta! - estalló París, cansada, y con lágrimas recorriendo sus mejillas. Se sentía arta, que ya no podría con su alma. Estaba rota por dentro.

Eso enfureció más al castaño. Dejo a la chica en la cama, para colocarse entre sus piernas; entrando fuerte, sin cuidado y consentimiento. París lo empezó a empujar, golpear y maldecirlo, pero élla era tan delgada, carente de musculatura, que no podía apartar a Martijn de élla.

El holandés tomo ambas de sus manos, sujetandolas a ambos lados de su cabeza. Comenzó a embestirla con fuerza, llenándose de placer. Lo único que se escuchaba en la habitación, era la cabecera de la cama, chocar con la pared; acordé con cada embestida.

Aquella posición lo aburrió con facilidad. Salió de su esposa, tomándola en brazos, para recargar su espalda en la pared. La castaña no podía sostenerse de pie, sus piernas tamblaban. La alzó, sosteniendo sus piernas de el muslo, para que rodé su cadera con ellas. Volvió a penetrarla, con más fuerza esta vez.

París, estaba tan adolorida y agotada, que apenas estaba siendo consiente de lo que pasaba. Oía los gruñidos de Martijn y como soltó un pequeño quejido, de placer, a venirse dentro de élla.

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En la mañana, París despertó con un fuerte dolor en su entrepierna. Se quedó mirando, inmóvil, el techo. Quería huír, aunque sabía, perfectamente, de que el no la debería ír. Lo peor de todo: que no tenía dónde, ni con quién.

Estaba sola.

Por eso se había aferrado tanto a la ilusión, de que el cambiará, volviera a ser el. Ya perdió la esperanza.

Seguía siendo lo suficiente cobarde para suicidarse. No tenía fuerzas para recuperar su carácter.

Desde lo sucedido, la castaña se hundió en la depresión; rompiéndose por dentro, acabándose , de manera lenta, física y emocionalmente. La mujer fuerte, segura de si misma, toda una guerra : calló en un abismo, siendo incapaz de salir por si sola. Ya no había salvación.

Martijn, cambio de otra manera. Ese hombre atento, educado, astuto y tierno: fue reemplazo por un monstruo. Un demonio que se alimenta de la poca vida que vive en su esposa.

Él se hundió en la amargura, cegado por el dolor. No podia luchar contra sus demonios internos. Algo en el murió aquel día : su alma.

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Días despues, en las calles de Amsterdam, Julian paseaba junto a su esposa y Martijn; quién iba acompañado de París. El ojiverde convenció al castaño de una cita doble; más bién lo obligó.

Miraba de reojo a la pareja, si asi se les puede decir, quienes estaban lo más alejados posible, del uno al otro. En cambio, él y Sarah, su esposa, iban de la mano. Julian aún recordaba cuando ya habían hecho esto ántes, y lo enamorados que estaba su amigo de la bella castaña; la cual le correspondía con aquella intensidad.

El recuerdo fresco de aquel día, llegó a su mente, de forma involuntaria: los ojos llorosos de su amigo, como sostenía en brazos a ...

- Julian, ya llegamos - le informó Sarah. Los dos matrimonios entraron al restaurante, que hace mucho, solían ir con frecuencia juntos.

En ese momento, estaba siendo una salida de lo más incómoda. Sin embargo, antes era todo lo contrario.

En la comida, después de varios intentos fallidos de crear ambiente, todos guardan silencio mientras comían. París revolvía su comida, sin intención de comerla.

El ojiverde observó, como Martijn le susurró algo al oído, apretando los dientes con enojo. Se sintió mal por la chica. Apenas reconocía a las personas frente a él.

París, esa mujer llena de vida y seguridad : se volvió todo lo contrario, pareciendo una mujer apagada, sin vida. Delgada hasta el punto que los huesos se le estaban calcando muy notablemente.

Martijn... El era otro,uno con su físico : esos ojos verdegrisaceo, estaban vacios. Ya no había nada ahí.

Sabia que su amigo, anteriormente, daba su vida por París. La cuidaba, sin embargo ahora de él, quien debería cuidarse París.

Fallidamente Casados→ Martin GarrixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora