Eran las 23:45 cuando llegué a casa. Tras un largo día de trabajo, por fin era hora de descansar y olvidar las obligaciones hasta la próxima semana. El camino a casa se me hizo eterno. Caminaba por las frías calles de Londres observando lo desierta que estaba la ciudad a esas horas. Desde lejos pude admirar mi casa en la esquina de la próxima calle. La oscuridad la invadía por completo. Los del mantenimiento no se molestaron en cambiar la bombilla de la farola que iluminaba mi zona. Aceleré mi paso con unas ganas infinitas de poder darme un baño caliente y disfrutar del calor de mi cama. Al atravesar la calle, me paré en seco frente la puerta y me di cuenta de que no sabía donde había dejado mis llaves. Mientras rebuscaba en mi bolso , por mi mente se cruzó el pensamiento de llamar al timbre, y que hubiese la posibilidad de que Claudia, mi mejor amiga, abriera la puerta. Pero ese pensamiento se esfumó cuando recordé que había ido a una fiesta con su novio Joel y que lo más seguro era que llegaría tarde. Opté por mirar por la ventana con la esperanza de hallar algún indicio de que mi amiga haya regresado antes. En la completa oscuridad de la sala de estar, logré ver una sombra pasar rápidamente por delante de la puerta que comunicaba el comedor con la cocina. Era extraño, ya que Claudia no vagabundeaba por la casa sin ninguna luz encendida. Ante la idea de que mi amiga haya vuelto a casa, toqué el timbre. Esperé unos segundos mientras el frío de la noche empezaba a penetrar mi abrigo. Empezaba a ponerme de los nervios. Estaba por tocar el timbre de la señora Isabel para que me acogiera esa noche o al menos me diera techo hasta que a mi amiga se le diera las ganas de volver a casa, si es que volvía. Esperé otros minutos más y me rendí ante la idea de que Claudia no había vuelto aún y que la sombra anterior era obra de mi cansancio. Restregué levemente mis ojos mientras de mi boca se escapaba un pequeño bostezo. Estaba muy cansada. Al ver que no habría manera de entrar a mi casa, me fui caminando hacia la casa de mi vecina. La conocía desde hacia años y dudaba que fuera a rechazar mi pedido. Llegué a los escalones de la vieja casa que acompañaba a la mía. No quería despertarla a tales horas pero ya no sabía que hacer. Logré encontrar el timbre, perdido entre los hierbajos de la fachada del edificio. El silencio se apoderaba del ambiente mientras mi paciencia llegaba a su fin. Me di media vuelta para observar mi vecindario y así no hacer tan aburrida mi espera. Las casas no eran lo que llamaríamos modernas, muchas de ellas se derrumbaban a cachos debido a la invalidez que presentaban algunos de sus habitantes. No es la típica imagen que todo el mundo tiene de Londres, pero es mejor que nada para mí. Tranquilidad y lejanía del centro de la ciudad. Las calles estaban vacías a esas horas y las luces estaban apagadas. No se podía apreciar ningún ruido además del provocado por el propio viento. Era una atmósfera de paz y tranquilidad, cosa que agradezco después de un día largo de trabajo en las oficinas del Ambassador Unimatum. Dejé mis pensamientos de lado cuando empecé a notar como el ambiente se me hacía más pesado. Un toque leve en mi pierna logró hacerme pegar un brinco. Después de las miles de películas de terror que Claudia me había obligado ver, mi imaginación estaba a punto de sobrepasar sus límites. Di un giro improvisado y acabé cara a cara con mi vecina. No parecía tener muy buen aspecto. Su piel tenía una tonalidad grisácea y no sabía si podía ser efecto de la poca iluminación de afuera. Me la quedé mirando unos segundos. Sus ojos no emitían la misma energía de siempre. Se le veía muy apagada. Si no fuera por la poca luz que nos alumbraba podía asegurar que estaba muerta. Me estremecí ante tal pensamiento. Aquello no era científicamente posible. En ese instante, Mr. Mau, el gato de mi vecina, se aproximó hacia mí con la intención de recibir mimos mientras que de su garganta salían maúllos extraños.
-Está enfermo- dijo la señora Isabel en un hilo de voz. Un escalofrío atravesó mi cuerpo al sentir su voz ronca. Nunca había escuchado esa tonalidad. Parecía que mi vieja vecina haya sido sustituida por una copia del inframundo.
-Verá señora Mendizábal... Me he equivocado de casa. Ya sabe, somos vecinas y con el cansancio no me fijé en el número de la puerta. De veras lo siento. Mañana le traeré unas galletas con tal de que me perdone. Ahora si me disculpa regresaré a mi casa. Hasta mañana- El nerviosismo se hacía notar en mi voz pero intenté que aquel diálogo fuese lo más corto posible. Antes de girarme para volver a mi hogar, una sonrisa siniestra se asomó en la cara de Isabel.
-¿Segura que no necesitas nada? Tal vez...te pueda ayudar a encontrar tus llaves. -Me dijo lentamente mientras cogía en brazos a Mr. Mau. Ante su propuesta me di cuenta que algo iba mal. Así que decidí dar media vuelta y salir corriendo hacia mi casa.
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Aquí se acaba la primera parte espero que os haya gustado y que sigáis leyendo. Soy mala para hacer comentarios así que os dejo continuar.
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The Nightmare
Mystery / Thriller¿Qué harías si al volver del trabajo las cosas se tornan un poco raras? Echa un vistazo a esta historia y dime qué te parece. * * * Espero que dejes tu voto y disfrutes de la lectura. xx