Parte 5

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V

Antes

Lotta piensa que Ian es una persona un tanto especial. Si le han concedido un visado de estudiante para pasar el año en una de las mejores universidades del mundo, por fuerza ha de serlo. Se pregunta qué clase de proyecto debió presentar al Comité para la Preservación de la Excelencia para que este concluyera que Ian era digno de ser hospedado, alimentado y formado en Lund. Es algo tímido y no muy hablador. Lotta piensa que está abrumado por el cambio entre su ciudad natal y su nuevo hogar. Imagina que la diferencia en cuanto a tecnología igual no es tan abismal, pero la forma de vida y las costumbres sí. Y a eso uno no se acostumbra de un día para el otro.

Acerca la cara al cristal y mira a través de él. Los copos de nieve han comenzado a caer de nuevo y pronto habrá una gruesa capa cubriéndolo todo. Va de camino a casa de su hermana, Sanna, como casi cada fin de semana, y está feliz porque el curso acaba de empezar y no tiene que preocuparse de estudiar.

Cuarenta y cinco minutos después, el tren denominado Nils Holgersson llega a su destino, y Lotta desciende. Hace frío, así que se coloca el abrigo y el gorro de lana. El cabello, largo y ondulado, le molesta y está pensando en cortárselo cuando llegue el verano.

―¡Lotta! ―grita su hermana extrayéndola de sus pensamientos.

―¿Sanna? ¿Qué haces aquí? No pensé que vendrías a buscarme.

―Me apetecía. Hace un mes que no nos vemos.

Sanna le planta un fuerte abrazo a su hermana que la deja sin respiración. Es una mujer joven y hermosa, mucho más de lo que Lotta se considera a sí misma, y siempre tiene una sonrisa en los labios.

―¡Vamos! Al coche, que hace frío ―la apremia.

El calor del coche es reconfortante. La envuelve como una toalla caliente en el mismo momento en el que se acomoda en el asiento del copiloto de uno de los vehículos del Transporte Rápido Personal ―TRP― que Sanna ha alquilado para ellas desde el punto de recogida de la estación.

―Este año el frío ha llegado pronto, ¿no te parece? ―comenta Sanna de manera desinteresada, mientras manipula el panel del vehículo para marcar la ruta hasta su casa.

―No lo sé. Cómo todos los años, supongo.

La nieve está cuajando sobre las aceras vacías y la gente comienza a recogerse en sus viviendas mucho antes que durante el verano. Quizá sí es verdad que haga más frío que otros años, pero a Lotta el frío le gusta.

―He preparado galletas de arándanos y canela. ¿Todavía son tus favoritas?

Lotta asiente, y no puede evitar pensar que tantas atenciones tienen que estar relacionadas con algún propósito que, se teme, no va a gustarle.

―¿Qué pasa, Sanna?

Sanna no tiene intención de guardar las apariencias por más tiempo. Están llegando a la esquina en donde se encuentra la fuente cubierta de musgo y un poco más allá, situada en un pequeño bosque de altos árboles frecuentado por manadas de liebres, se encuentra su casa.

―Stefan ha venido a pasar unos días conmigo. Tal vez se quede a vivir, ¿sabes?

Lotta tuerce el gesto. Stefan es el novio de su hermana. Anacronista, existencialista y gruñón. No le gustan sus oscuras teorías sobre el supuesto control que el Gobierno ejerce sobre las personas en las ciudades reimaginadas y para nada comparte la idea de que dar un paso atrás y regresar a las energías no renovables y al consumo de animales vivos sea producente para la supervivencia de la especie. Pero Sanna es su hermana; y es ella la que tiene que decidir sobre con quién quiere compartir su vida.

Reimagina (Completa)Where stories live. Discover now