Burning

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Las cosas habían mejorado en gran medida, pero no eran perfectas.
        Comenzando por el hecho de que, después de hablarlo, decidiste que aún debías tomar distancia y el plan de mudarte a tu departamento siguió en pie, así irían a pasitos de bebé con lo que podría ser su futura relación.
        Él no parecía muy contento, desde que casi mueres, estaba muy paranoico (más) con tu seguridad y la de cualquiera que le importase. Aún así, no podían vivir así todo el tiempo, sabías que el peligro era parte del trabajo, pero que también eras muy capaz de cuidarte sola.
        Habían ocasiones en las que te despertabas buscando aire, con un terrible dolor que te atravesaba el abdomen, la sangre grabada en tus retinas, pero después de parpadear unas cuantas veces y de tomar unas profundas respiraciones, notabas que solo eran pesadillas.
        Se propusieron también, la idea de recuperarse, no solo físicamente, pero también en lo que inmiscuye a la salud mental.
        Bruce y los muchachos te visitaban seguido, a los más jóvenes siempre les encantó pasar tiempo en tu departamento, lleno de plantitas.
        Intentaron tener citas sencillas, pero era imposible que la figura pública de Bruce Wayne saliera por una simple hamburguesa con una chica que la prensa no conocía sin llamar la atención, por lo que, de vez en cuando, se daban el lujo de que él rentara un restaurante por una noche, para pasar la velada. Pocas veces te gustaba asistir a lugares de ultra lujo o esas fiestas de ricos que tanto hacían (aunque ya te habían tocado antes).
        Habían tomado el camino de ser íntimos, silenciosos. No era precisamente un secreto lo que estaban haciendo, la relación que llevaban, pero nunca fueron abiertamente habladores al respecto. Los miembros de la liga podían oler lo que pasaba, pero nada parecía estar confirmado.

Una noche más de las que parecía ser del montón, en la que todos los chicos y ustedes habían decidido reunirse al menos una vez por mes, un aviso llegó como el detonante de un gran cambio.
        Era inevitable, pero era también, sorprendente.
        Dick llevó a su actual novia, Koriand'r, la alienígena que decidió ser protectora de la tierra, como si fuera su propio planeta, y juntos contaron que habían tomado la desición de casarse.
        ¡Una boda! Te sentías, al mismo tiempo, melancólica y feliz de escuchar aquello. Viste a estos chicos crecer y ahora estabas dándote cuenta de que eran unos adultos formados con valores propios, decisiones importantes y te sentiste vieja.
         Nunca pensaste en el acto como algo más que el trato que la gente hacia de cuando en cuando, aunque nunca te viste casandote, ni siquiera cuando amaste a alguien con todas las fuerzas de tu corazón. No creías valer lo suficiente para esa persona como para que te pidiera matrimonio, pero también veías la transacción como un algo parte de el sistema que excluía gente como tú. Era por eso que no le veías el valor en seguir perpetúando el acto, no al menos de la manera sistémica.
        Si querías algo que fuera como un matrimonio, lo harías como una celebración del amor que guardabas por la persona, de la felicidad que te daba el que te regresarán el sentimiento. No como copropietarios, sino como dos extraños que, de alguna forma u otra, de entre todas las posibilidades, terminaron donde ahora estaban. Con tantos sentimientos por el otro que los inundaban hasta desbordar en expresiones, lágrimas, latidos, sensaciones, roces...
        Feliz porque uno de tus chicos había logrado lo que anhelaba, junto con la mujer que amaba y que era recíproco, te levantaste primero a abrazarlo. Ambos habían luchado por ello.
        Uno a uno, todos se acercaron de igual forma, felices porque Dick era feliz. Incluso pudiste notar a Damian con los ojos llorosos, aunque lo negó.
        Bruce fue el último en acercarse, ganándose una habitación en silencio, debido a la tensión. Todos temían a qué actuará de una mala manera.
        Pero lo conocías, sabías cuánto había crecido y cuánto era capaz de dar, de amar.
        —Estoy feliz por ti, Richard. Si alguien me hubiera dicho hace veinte años que, para llegar a este momento, tendría que pasar por todo lo que he pasado... Lo haría de nuevo sin dudarlo, por verte feliz. Por verlos felices —finalizó, asintiendo hacía Kory, con quién no siempre había tenido la mejor de las relaciones, pero ahora formaban una tregua por el muchacho que ambos amaban—. A todos. Ser feliz, con ustedes.

MINI HISTORIAS DE LA BATIFAMILIA (EN EDICIÓN X1000)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora