Prologo

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Sentir el aire fresco acariciando mi rostro era algo que me encantaba. Todas las noches me gustaba salir a caminar para despejarme un poco del horrible ambiente de mi casa.

Las viejas lámparas repletas de mosquitos que parecían a punto de caerse alumbraban un poco la vacía calle. Todas las casas están completamente calladas. Éramos solo la noche, las estrellas y yo.

Camine un largo rato, despacio. Me sentía libre, me sentía feliz.

Di la vuelta a la esquina ya a punto de llegar a mi casa y fue ahí cuando escuche el ruido de unos zapatos sobre el sucio asfalto, no quise volverme aunque sentía que la sombra se acercaba cada vez más. Intente correr. No pude. Me detuve en seco, bruscamente. Antes de que pudiera hacer algo para defenderme sentí la punta de un cuchillo sobre mi espalda y una gruesa voz sobre mi oído.

— No te muevas o no te irá bien. — mi corazón se detuvo, no podía respirar estaba aterrada. Ni siquiera me creía capaz de articular palabra alguna.

— Suéltame, por favor, no traigo nada conmigo ni siquiera una moneda o mi celular — pude decir muy difícilmente, mis piernas temblaban y sudaba frio, el sujeto se acerco más y más a mi, estaba tan cerca que podía sentir su respiración sobre mi cuello.

— No quiero dinero — respondió suavemente mientras mordía mi oreja, me estremecí e intente zafarme pero era imposible, si me movía un poco más, seguro terminaría con el cuchillo en mi espalda.

— ¿Entonces qué es lo que quieres? — respondí con la voz tan baja y entrecortada que no creí que siquiera pudiera escucharla.

— Te quiero a ti.

Tu solo me haces dañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora