Capítulo: 6.

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Reino del hielo.

El rey caminó a la habitación de la torre, llevaba un almohadon en las manos color vino, sobre el, una esfera de plata con cristales de tono esmeralda.
Estaba todo listo.
Madame abrió la puerta, Eric estaba con ella de nuevo.
Ciel entró al lugar, y Sebastian le pidió que se acostase en el camastro que yacía en la zona junto a la ventana.
El menor observó al rey de reojo.
-La ventana sirve para que tu cuerpo se conserve fresco mientras esté en reposo.
-¿Cuanto tiempo será?
-Lo que puedas soportar. Para eso está Madame aquí.
El menor asintió y procedió a subir al lugar indicado.
Madame se acercó y acarició su cabello.
Sebastian extendió el cojín al ojiazul y este tomó la esfera.
Todo comenzó.

Reino del fuego.

El atardecer estaba llegando, Grell se limitó a servir la mesa para el forastero y el.
No era mucho, pero para el trabajo hecho durante el día, el agotamiento hacía sentir un hambre insaciable.
-Compré panecillos con queso de cabra en la panadería, es bastante suave, no sé si suelas consumirlo, espero que te guste.-explicó serio para después sentarse a comer.
William le veía indirectamente, se le veía molesto.
-Lo de antes...
-No te preocupes, por lo visto, tu masculinidad es tan frágil que se ve afectada solo por tomarme de la mano. Debo entender eso.
-No me refería a eso.
-Pues no veo de que otra cosa quieras hablar conmigo.
-Si está con el rey Faustus, ¿Porqué coquetea con mas hombres?
-No lo hago.
-Knox, por ejemplo.
-Bien, ahora si quiero que me traten como a una dama y me saquen a pasear soy una cualquiera.
-No es eso.
-Entonces no le veo caso.
-¿Sabe que Knox solo estaba haciendo de lamebotas con usted?
-Me encanta que dices cosas tan obvias con la sensación de que descubriste algo...
-¿Usted sabe de eso?
-Thomas, en mi puesto, las relaciones verdaderas no importan, simplemente, porque no existen. Por mucho que anhele una o no, la gente es hipócrita... hasta el mismo rey.
-¿De quién es esta casa? ¿Porque podrían quitarsela si usted es miembro del consejo?
-El rey no debe saber de este lugar.
-¿El no quiere que salga?
-¿De donde vienes no mantienen la boca cerrada cuando comen?
-De hecho, si.
-Hazle un favor al espacio ocupado por mi y mantente en silencio.
-No pensé que fuese así de grosero conmigo.
-Hay un poco de ironía en tus palabras, cielo.
Ambos quedaron callados por unos minutos.
-Sé de donde eres.
-¿Disculpe?
-No eres cualquier forastero... se que vienes del lugar del hielo.
-¿Qué pretende?
-Nada malo... quiero esta casa... solo eso, y... bueno, no es como que aquí me traten bien porque me quieran realmente. Así lo manda el rey, y el no cumple esa norma.
-¿Quiere compañía?
-Tal vez solo un poco.-le parecía bastante extraño, puesto que veía al menor siendo tan cálido con los demás.
-No me imaginé que...
-¿Qué es lo que viniste a buscar?
-Yo no...
-¿Información del pueblo? ¿De las tropas? ¿Sobre el rey? Puedes decirme de cualquier manera.
-Vine... a buscar información sobre las tropas, las intenciones de la carta de condolencia, la venida del sucesor y... un tema relevante para el reino del hielo.
-No esperaba que fueras un soldado... pero, eres bastante apuesto y fuerte... eres totalmente mi tipo.
-Yo no tengo un tipo.
-No te das cuenta hasta verlo.-soltó al levantarse e ir a sacar un baúl de abajo de la cama de la habitación junto a la sala.-mi madre vivió aquí.
-¿Y dónde está?
-No lo sé... nunca supe que pasó con ella.
-¿Y su padre? Pensé que usted era de la familia real.
-No... soy... un allegado. Si me corren del palacio no sé a donde mas podría ir.-comenzó a llorar inconsientemente, a lo cuál, el mismo utilizó su cabello para cubrirse el rostro.-no recuerdo a mis padres... lo único que tengo es esta caja... y no he podido abrirla desde que la encontré.
-Pero, es cualquier caja.-Entonces miró el cerrojo.
-Tiene magia que yo no puedo manejar.
-Es del hielo...-murmuró sorprendido el mayor.-por eso me trajiste.
-Es lo único que quiero... no tengo nada mas...
-Yo no puedo abrirla... tendría que llevarla a mi reino y encontrar a alguien que tuviese el poder para...
-¿Creé que el rey podría...?
-Se negará rotundamente. Sin embargo... el niño...
-¿Qué niño?
-El príncipe... si su glacies despierta, el puede abrir esta cosa.
Grell se quedó mirando a la nada por un instante.
-Tenemos que irnos.
-¿Porqué?
-Es tarde... el rey va a...
-Si es que estás con el rey por capricho...
-¿...?-el carmín se giró sin entender al mayor.
-Te puedes ganar la vida de otra forma.
-Vámonos.-se acercó a la puerta.-ah si, aquí están tus papeles.
-Gracias.
Salieron de ahí, subieron a los caballos y se encaminaron de nuevo al castillo.

Reino del hielo.

-¿Ya está dormido?-susurraba Sebastian moviendo las telas de su capa para acomodarse en el asiento junto al menor.
-Esto tardó bastante.
-Siento que es porque no está listo.
-Pero es su decisión.
-Esa decisión le puede dejar en sueño por años.
-No le pueden quitar nada más.
-No le he quitado nada.
-Solo a su prometida... Nina me lo dijo al hacerme el vestido.
-¿No crees que tomas muy a la ligera un secreto por parte del sastre?
- Sé que no la matarás... no eres tu padre.
-Ciel debe decidir por su futuro, yo le cuidaré, pero el ha de decidir que hacer con ello. Una de esas cosas, es su compromiso con Lady Elizabeth.
-Ni siquiera te tiene afecto, no esperes mas que eso.
-Tampoco a ella y sin embargo le obligaban a estar a su lado. Le hice un favor, ahora el puede escoger... a quién quiera.
-¿Aún cuando tu no seas esa persona?
-...
-¿Sebastian?
-Aún cuando no sea así.-soltó un suspiro y se pasó la mano por sus cabellos.-tengo que irme, haré que te traigan la cena mas tarde.

Reino del fuego.

Era noche, estaban sirviendo la cena, Grell llegó a darse un baño, estuvo pensando muchas cosas, sobre todo en su relación con el rey Faustus.
Empezó a dudar de si su puesto se lo había ganado por merito propio o por ser la puta del miembro de la realeza.
Incluso comenzó a dudar de si realmente amaba a Claude...
"Capricho"
Escuchó de los labios del forastero.
No estaba seguro.
Salió del cuarto de baño y se encontró con alguien sentado sobre su cama.
-¡Su majestad! ¿Qué hace usted aquí?-este se levantó y caminó amenazante hacía el rojizo.
-¿Dónde estuviste?
-Fui al pueblo a comprar un par de cosas.
-Con el forastero.
-¿Tiene algo malo?
-No tenías el permiso de...
-¿Acaso necesito un permiso?
-¿Como te atreves? ¡Me estás reemplazando con alguien a quién apenas conoces y que solo te salvó una vez!
-¿Acaso usted no hace lo mismo?
-Si es por su acto heroico, yo mismo te saqué del bosque asqueroso donde te abandonaron.
El consejero se quedó pasmado ante el comentario.
-¿Insinúa que yo le debo fidelidad por el simple hecho de no dejarme morir ahí? ¿Qué le hace pensar que moriría? ¿Qué le hace pensar que YO pedí su ayuda? ¿Qué le hace verme como una maldita mercancía?
-El tono en el que me hablas no es el correcto.
-¡El tono en el que usted viene a acosarme hasta mi habitación es el incorrecto! ¿Sabe lo que he dado por usted? ¿Sabe que he tenido que aguantar por años el hecho de esconder una relación de la cuál solo el rey sale beneficiado?
-¿Qué acaso no tienes dinero, ropa y un trabajo dentro del castillo? ¡Y vaya que no es cualquier trabajo!
-¡Maldita sea! ¡Si usted tanto cree que no puedo hacer nada por mi mismo, entonces quedese con esa rubia asquerosa roba coronas!
-¿Estás diciendo que ya no puedo acercarme a ti?-cuestionó al tomarle del brazo.
Grell se lo arrebató.
-Estoy diciendo que ya no somos nada. Ahora soy solo el consejero real... nada mas que eso.
El rey, con mirada fría, se tomó un momento para procesarlo y finalmente, asintió en silencio para salir de la habitación del petirrojo por si solo.
El menor, quién se disponía a bajar a cenar, se quedó llorando esa noche en su alcoba.

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