Reino del fuego.
La entradilla de madera se abrió lentamente, el cuarto del consejero real estaba oscuro.
-Sr. Sutcliff...-se adentró con cuidado a su habitación. Pronto diviso un bulto en la cama y se acercó llevando algo en mano.
Este, al sentir la presencia a un lado suyo, se levantó y se peino rápidamente.
-Thomas, ¿Qué haces aquí?
-Dijo que quería pastel de fresa de tres pisos... lo sirvieron en la cena, pero usted no apareció.
-Espera, voy a vestirme primero.-se paró sosteniendo la sábana contra su pecho.
William le esperó mientras este terminaba de arreglarse un poco
Recorrió la barandilla de tela y caminó de nuevo a la cama.
Se sentó junto a William, justo en la orilla.
-Gracias por traerlo hasta aquí.
-¿Qué sucedió?
-Cosas personales.
-...-el contrario se levantó.
-Thomas...-el menor hizo a un lado el postre y sin pensarlo, jaló al moreno del lazo que el mismo Grell le había regalado la noche de bienvenida al príncipe, para acto seguido, tomar con la otra mano su nuca y robarle un tierno beso, al cual, este no respondió. Siendo sorpresa, William solo se quedó quieto, sin saber que hacer.-no entiendo.-murmuró el carmín acariciando los cabellos del mayor.
-¿Qué no entiende?
-Parece... que estoy condenado a apegarme a quién no me ame.
-¿Pasó algo con el rey?
-Olvidalo.-se dirigió la puerta y la dejó abierta.-puede retirarse.
William solo tragó saliva y se limitó a obedecer al consejero.Reino del hielo.
El tiempo ya era incontable, Sebastian podía relajarse y sentarse a jugar ajedrez o algún otro juego de mesa que le gustará y tomar o comer sin preguntas sobre la historia del reino, pues el mismo quería olvidar su pasado.
Ordenó que trajeran el tablero, comenzó a acomodarlo y... al terminar sus preparativos, se quedó pensando que mas hacer.
No había nadie con el.
Ni su padre.
Ni el consejero.
Ni su hermano.
No era del agrado real de alguna persona, y aunque así lo fuese, el no deseaba a ninguna otra persona que no fuese su familia... o bien "su familia".
Quería tanto hacer feliz al pequeño Ciel que nunca se fijo en si mismo... y mas que eso, para estar bien consigo, sentía que debía primero estar bien con el pequeño.
¿Porqué?
Pues, anteriormente había sentido un vacío horrible cuando se le notificó del matrimonio arreglado con Lady Elizabeth; a tal grado de pedirle a su padre que dejará libre a Ciel de dicho compromiso... claro, esto cuando ambos eran de menor edad.
El padre del ojirojo ya sabía lo que ocurría internamente; por mucho que le desagradase, su hijo gustaba de ese chico, no estaba seguro exactamente de que forma, pero así era... y bien, ¿Quién era el para oponerse? Después de todo, tal vez solo era una confusión por parte de su hijo y mas tarde sería una anécdota graciosa.
Pero no, el tiempo pasaba y Sebastian se sentía peor respecto al tema, pues era bien sabido que a los comprometidos por parte de la realeza se les casaba a muy temprana edad.
Fue entonces que Vincent Phantomhive escuchó las demandas de su hijo.
La familia Midford desapareció.
Sebastian, ignorante del tema, se sintió un poco mejor al saber que su padre había alejado a la menor de su hermanito.
Tema zanjado.
Ahora, tenía la posibilidad de acercarse al azulino, sin embargo, el parecía no querer dicha cercanía.
¿Porqué?
¿Qué había hecho mal?
El no había cometido aquéllas cosas atroces que su padre había hecho...
Aunque informado al respecto siempre había estado.
El menor siempre había reclamado el estar en la completa ignorancia debido a que el rey Phantomhive así lo había declarado.
Por ello, Sebastián sentía que debía redimirse y cumplir cualquier deseo del chiquillo, justo como ahora.
Alguien de la servidumbre pasaba por el comedor, Sebastián le llamó.
-¿Necesita algo, señor?
-Saca a Angelina de la habitación de Ciel.
-El príncipe está en...
-Bastante seguro puede estar conmigo, y solo la sacaré por esta noche.
-Si, señor.-se inclinó y se marchó al lugar mencionado.Reino del fuego.
Era bastante tarde, la campana local había sonado anunciando la llegada de media noche.
A esta hora, las cartas comenzaron a llegar a las puertas de cada miembro del consejo; el rey tenía planes y el comunicado fue llevado por medio del mensajero silencioso mas significativo y adorado por el reino, el fénix.
Cada miembro real poseía uno. Grell había estado condicionado a tener una debido a que, según palabras del rey, este no tenía porque comunicarse con alguien de allá afuera.Reino del hielo.
-Mírate... luchando por salir a flote tu solo...-soltó al aire el mayor rodeando al príncipe en su camastro.-sin darte cuenta, que nunca has estado solo...-tomó algunos de sus mechones y acarició las puntas.-te he visto desde lejos aún cuando padre trabajaba aquí.-sonrió levemente.-aunque era algo tan puro... ahora solo hay trampas por todos lados... mi padre tejió tantas mentiras que ya no sé como desenredarlas sin que me odies.-dio un suspiro de dolo emocional y se recostó a un lado.-necesito respuestas... necesito... saber si yo realmente pertenezco a la corona... lo dejaría todo por ti.
Pero el no sabe eso.Reino del fuego.
Unos menudos y descalzos pies se aventuraron a la loza fría del suelo.
Piernas niveas se mostraron débilmente por la habitación, y cabello escarlata se movía tan calmado como el dueño del mismo.
La mañana había llegado, Sutcliff se aproximaba a la mesita junto a la puerta de su alcoba, pues en esta tenía una jarra con agua para su hidratación.
Sirvió un poco en la copa que usualmente utilizaba para sus noches injuriosas con el rey llenandola de vino, y fijó su mirar en el sobre que descansaba en el piso.
Desdobló para leer el contenido después de abrirla.
-La invitación a un baile. ¿Qué se festeja?-el menor entró en duda.
Esta noche había evento, lo gracioso era que el consejero no había sido avisado de tal suceso, siendo que el era el encargado de organizar ese tipo de festejos.
Encargó su desayuno directo a su cama y se sentó a leer algunas cosas que había encontrado por ahí.
Novelas románticas, mas que nada.
Grell gozaba de leer tragedias entre amantes, siendo así, idealizaba el amor verdadero en la vida real, pero... por obvias razones, no todo sucedía como el imaginaba.
Aunque, la realidad muchas veces supera a la ficción.Reino de hielo.
-¡Levantense! ¡El rey ha bajado a verles!-ordenó el caballero junto a la celda.
-¿El rey?-murmuró una rubia mayor con cierto restriego de coraje.
-Madame Frances.-saludó cordial el moreno deteniendose frente a la reja.-¿Como se ha sentido?
-¿Tu que haces aquí? ¿Y tu padre?
-Yo soy el rey ahora.
-No me digas que...
-Vine a hablar con Lady Elizabeth.
-Hablar con ella equivale a pasar por encima de mi.
Sebastian le miró con desdén.
-Señora... eso ya lo he hecho al momento de encerrarlas en este sitio.-la contraria chasqueo molesta. El rey se asomó un poco para buscar a la cría.-Señorita Elizabeth...
-Sebastian...
-Ven aquí.-la menor se acercó a las barras de metal.-saquela.-ordenó al guardia; este hizo rechinar la barandilla para dejar libre a la chiquilla. Acto seguido el mismo sirviente procedió a ponerle grilletes para evitar su escape, Sebastian le detuvo.-no es necesario.
-Sé que no has dado la orden directamente de meternos aquí.
-Le agradezco su indulgencia, Lady Elizabeth, sin embargo, no he venido a hablar sobre ese asunto.
-¿Nos dejarás salir?
-Justamente... le ofrezco opciones de liberación, ahora que mi padre ha muerto y me he enterado de su estadía en este horrible lugar, he decidido no ser partícipe de sus boicots en contra de la real familia real.
-¿Cuando le dirás a Ciel que el rey no era su padre?
-Cuando sea necesario. Ese no es su asunto.-la rubia iba a replicar, a lo que el mayor irrumpió en cualquiera que fuere su argumento.-como decía... sus opciones no son volver al castillo.
-¡Pero yo soy su prometida!
-Pues ya no mas.-vocifero el contrario.-sé bien que lo que te interesa es el puesto de reina.
-No es verdad.
-Te diré, que jamás vas a obtenerlo, porque el rey soy yo, y puedo prohibir tu compromiso con Ciel y dejarte aquí encerrada.
-No vivirás eternamente.
-No lo sabes.
-Estoy segura.
-No dije que yo no.
-¿Como lo lograrías?
-Secreto familiar. Ahora, si no te molesta... te he de proponer, que voy a salir de esto amablemente.
-¿A qué te refieres?-la niña chilló de coraje.-tu no entiendes, yo debo estar con Ciel.
-Si lo que te interesa son los bienes y el dinero que puedes obtener de esta relación, he de firmar un acuerdo en donde le de el 10% de los bienes y ganancias del reino cada mes.
-Eso no me apartará de...
-A eso sumando una estancia nada humilde que le espera fuera de las tierras que abarcan mi gobierno. Su familia vivirá tan estable y mejor que nunca.-la chica le miró directamente a los ojos.-¿Quiere hablarlo con su madre?-presionó un poco.
-No... yo... puedo decidir sola.
-Bien, pacientemente puedo esperar, tengo todo el día.-hizo un gesto con la mano para acercar unos papeles con uno de sus sirvientes.-si te decides, puedes firmar aquí.
Explicó con su típica sonrisa de siempre.
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Reinos Divididos.
AcakEl misterio de la procedencia de aquél carmesí, la duda de quién es el antagonista de toda la historia, ¿A donde llevará toda esta guerra?