Discutir en la mesa

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Te criaron católica y como buena hija católica aceptaste leyes sin la oportunidad de rechazarlas antes de que te sean dadas como únicas, reglas misóginas que 'solo velaban por tu bien' y seguro te callaste incluso cuando sentías que algo no estaba del todo bien.

Aunque hayas soportado otros tantos años, por suerte ese fuego ardió y no paró hasta salir de tu boca. Un fuego que para voz era simple curiosidad pero para tus abuelos y maestros, una amenaza.

Te bautizaron sin preguntarte, te contaron una historia como si fuese la única verdad y te hicieron sentir con cantos emotivos y velas gigantes que Dios existía y te amaba. No entendías entonces por qué el mundo era tan de mierda ni porqué la virgen tuvo un hijo pero seguía siendo virgen ni a la iglesia que protege curas pedófilos ni por qué le confesabas tus pecados a un señor llamado 'padre' (quizá la alegoría más patriarcal que existe.)

Y así empezó el fuego: no terminabas de creerte el cuento.

Empezó con la religión pero los cambios y la duda crecía siempre para el mismo lado, siempre apuntando al bien. A ese bien que de verdad no juzga, no lastima, no odia. Ese bien que quiere la libertad.

Los domingos se hablaba de esto. De lo grande que estabas, del tatuaje que te querías hacer, del piercing que te hiciste, de la carrera que querías estudiar, de tu estilo de vida, de tu futuro. Ahí sentías como se rompía el suelo de la mesa, quebrándose hacia tus costados como si estuvieras del otro lado de una grieta que no para de abrirse con cada tema de conversación. ¿Desde cuando dejaste de compartir tanto con estas personas? ¿Cuando empezaste a entender que lo único que te unía a tu familia era la sangre? ¿Cuando lo vas a aceptar y dejar de sorprenderte?

Notabas como tu abuela cocinaba, tu mamá ponía la mesa y tu tía lavaba los platos. Todo mientras tu abuelo veía el partido de fútbol con tu papá, tío y primo. '¿Y ustedes? ¿por qué no?' querías preguntar pero no lo hiciste. No todavía.

Pasaron algunos años y con ellos, experiencias. Esas experiencias te mostraron una realidad que no era la que te contaban. No entendías como pudieron perderse de tanto, solo por el miedo que le tenían a lo diferente. No quisiste seguir dejándolos afuera así que al llegar un nuevo domingo decidiste compartirlo en la mesa.

'¿Tenés una amiga homosexual?' '¿Fuiste a esa marcha?' '¿¿Creés que los gays pueden adoptar??' '¿¿¿A quién votaste???' '

Esa alegría que te había impulsado a compartir tu opinión que por fin estabas encontrando, se desvanecía con cada pregunta. Una ira extraña empezó a tomarte cada vez que denigraban a alguien por su raza, color o género. Te molestaba profundamente que sean parte de una religión cuyo mandamiento principal es 'Amá a tu prójimo como a ti mismo' y no sientan vergüenza alguna al criticar de esa forma. 'Bomba en la villa para que se mueran todos', llegaste a escuchar.

¿Como puede ser que mantengas esta templanza?

'¿¿Y ese pañuelo verde??' '¿¿¿Estás a favor del aborto???'

'¿¿¿¿¿SOS FEMINISTA?????'

Ya está. Cerrás los puños para evitar que se te vayan del cuerpo y lo gritas todo.

-¡Ey! ¿Por qué tan enojada?

-Nos están matando, Raúl. ¿Como querés que sonría?

-Bueno pero no grites.

-¿Por qué? Vos gritaste el gol de boca hace una hora. ¿Cual es el problema? ¿No puedo gritar por que soy mujer?

¿Que no puedo decir la palabra macho sin que se sientan amenazados? ¿Que no se cuestionen sus privilegios y pretendan salir impunes de un debate? ¿Cual es tu miedo? ¿Que tu hija no vuelva? ¿Y que pasa con las millones que no volvieron?

¿Alguna vez te preguntaste que se siente que te acosen por la calle? ¿Que te digan opiniones que nunca pediste? ¿Que te desacrediten por ser mujer? ¿Que te violen y te pregunten que llevabas puesto? ¿Que sientan placer que te hayas desangrado a muerte por un aborto clandestino? ¿Que te maten mientras volvías a tu casa?

De a poco te das cuenta que ese piso ya quebrado te separó de esas personas, de muchas otras, de casi medio mundo, te separó tanto que te encontraste con todas las demás, que todo este tiempo estábamos en la misma que vos. Cuestionando, empezando un fuego que solo exige justicia e igualdad.

Un fuego que no dejó de arder.

Ahora sonreís de verdad. Estas son tus compañeras, tus femininjas.

Tus hermanas.

Nunca te van a dejar sola.

FeministaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora