Capítulo I: Despedida

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"¿Y si quedamos como amigos?" Esas cinco simples palabras resonaban en mi cabeza. Aún no puedo entender por qué, después de estos siete años de relación y diez de casados ​​ella me dijo que quería acabar con lo nuestro.

Me quedé parado en el umbral de la puerta. No pude contener algunas de las lágrimas que surgieron de mis ojos. Noté que ella se alarmó un poco al verme, pero mantuvo una postura recta en su lugar. El silencio iba haciéndose incómodo, y yo solo apretaba mi puño fuertemente. Nunca pensé que una ruptura amorosa doliese tanto como la picadura del insecto más venenoso del planeta.

Sus ojos, esos ojos con los que me miran y me hacían sentir el único hombre en su vida. Esa mirada, esa mirada seductora que con una sonrisa te conquista al instante. Esa sonrisa, esa sonrisa rota que encajaba perfectamente en su rostro y te rompe en mil pedazos el alma. Cómo puede ser que una persona tenga el corazón de una niña y el alma más blanca que exista, pero que al ver sus ojos, te hacen pisar tierra y te dicen "Ella tiene 25 años".

Sentía que mi mundo se desvanecía. Observé que ella comenzó a moverse y empacar sus pertenencias. Sabía que debía hacer algo o la perdería por siempre. Cada segundo que pasaba era determinante. Veía su silueta desplazarse en el dormitorio de extremo a extremo ... hasta que terminó de empacar. Mi corazón se detuvo por un instante. De pronto, mis piernas se dirigieron hacia ella sin que las pudiese controlar. Me paré detrás de ella, y mis manos instantáneamente rodearon su cintura. La abracé fuertemente, mientras que mis labios buscaban su cuello. Respiré profundamente aquel olor a rosas blancas que ella siempre usaba. Mi nariz buscaba sus oídos para poder susurrar una promesa que nos hicimos en el séptimo ciclo de la escuela: "¿Recuerdas que te prometí que, si tú eres un día querías ...

"Eres un idiota" dijo ella con una sonrisa sarcástica. En ese momento, aproveché y cogí mi celular para mostrarle fotos en las que salimos juntos. "No quiero perderte" le susurré "lo digo enserio".

Las fotos gritaban todo lo que yo no lograba gritar ... ese amor que no había sentido por nadie más.

Le dediqué todos mis días ...

Mis noches en vela.

Le di mi tiempo.

Mis horas ...

Le di mi vida ...

Le di mi amor.

"Lo siento" fueron las últimas palabras que pronunciaron sus labios antes de irse. "De verdad, lo siento".

Me senté en el suelo, y con las manos cubriendo mis ojos ... empecé a llorar.

Gritos silenciososDonde viven las historias. Descúbrelo ahora