Mientras iba conduciendo, continuaba cantando las canciones que sintonizaban en la radio. Pero me vi interrumpida cuando sonó mi teléfono.
*beep *beep
- ¿Hola?
- Hola, hija, cómo te encuentras.
Era papá.
- Bien pa, me olvidé de comentarte que conseguí el empleo.
- ¿Sí? ¡Felicidades! Esto hay que celebrarlo.
- Ya lo creo.
- Cuando vengas a la casa, estará preparado un banquete para ti.
- Muchas gracias pa.
- Nos vemos luego entonces, te quiero, mi niña.
- Y yo a ti.
Fin de la llamada.
Mi padre era muy atento conmigo. Me quería, y yo lo sabía.
Sin darme cuenta, llegué al lugar acordado. Apagué las luces del coche y bajé de él. Observé a mi alrededor, no había nadie. Al menos eso pensaba, hasta que de pronto una mano rozó mi hombro.
- Hola, de nuevo - dijo él.
Levanté la mirada y, efectivamente, era él. El chico con cabello negro azabache, ojos oscuros y firmeza al andar. Estaba con un traje oscuro, el cual combinaba con el mío. Sin darme cuenta me sonrojé.
- Entonces, ¿nos vamos?
- Traje mi propio coche.
- No te preocupes, yo también. ¿Te parece si lo dejamos en el estacionamiento?
- No hay otra opción.
Me dirigí hacia mi coche, para guardarlo en la cochera. Mas, estando adentro, me invadió el temor y la verguenza. Ello me impulsó a acelerar, y abandonar el lugar.
Mis mejillas estaban ardiendo. No era posible que fuera amor a primera vista. Sentí miedo de estar a solas con él. Sentí miedo de enamorarme.
Así es. Lo dejé plantado en la primera cita. A través del espejo, pude verlo mientras yo seguía huyendo. Él, simplemente se quedó parado, con la boca entreabierta, sorprendido, observando cómo yo me esfumaba.
Al fin llegué a casa. Cerré la puerta, y me deslicé sobre ella. Mi corazón latía a mil. Aun no creía que lo hubiese abandonado. Me reí. Total, las cosas caerían por su propio peso. ¿Para qué empezar algo que no va a funcionar? mejor me evito todo tipo de líos y sigo mi vida. Estaría bien.