Las promesas nunca se rompen.

537 29 16
                                    

Un veinticuatro de Diciembre, Kim JongIn se encontraba en un pequeño asiento de material adornado con luces y colores navideños en el parque central de su vecindario. Por ser invierno, era difícil permanecer mucho tiempo en un mismo lugar, pues el frío comenzaba a carcomer con hambre los dedos y la punta de la nariz de cada quién se atreviera a detenerse un buen rato fuera de su hogar. Y era de merecer, debido a que en noche buena todos debían asistir a cenas familiares, reuniones con cercanos, y demás cosas que cualquier ser humano normal haría.
Pero en el caso del moreno, no era así ya que su familia se encontraba lejos, él yacía ocupado y tampoco tenía conocidos que prefirieran pasar Navidad con él.

—Si ha de hacer frío... Tsk, olvidé mis guantes..

Murmuró para sí mismo, frotándose contra los muslos ambas palmas con el objetivo de adquirir un poco de calor en sus dedos a causa de la nieve que invadía en su totalidad su espacio personal. Repentinamente, una acaramelada pero amarga voz, al mismo tiempo, respondió ante sus palabras.

—Puedes utilizar los míos. No tengo tanto frío, se ve que te afecta más que a mi.

Un par de orbes oscuros, del tamaño de dos aceitunas, acompañaron el frío paisaje plagado de blanco que JongIn admiró observar desde el primer momento. Parpadeó, quitándose del rostro restos de su cabello castaño, seguido de una expresión de sorpresa y casi de miedo por la aparición sorpresiva de aquel muchacho de cabello corto.
Intentó analizar al joven, viéndolo desde sus pies hasta la cabeza y aunque no le costó tanto a causa de su corta estatura, se detuvo en las facciones características del pálido.

—Me has asustado... ¿Qué haces aquí? ¿Puedo ayudarte en algo?

Preguntó el de labios carnosos, acomodándose en el asiento hasta levantarse de allí con tal de tomar un tanto de distancia del chico pues no era tan extrovertido cuando el miedo invadía su ser. Aún así, notó que el adverso le ofrecía aquel par de guantes que no dudó en tomar a pesar de la cierta desconfianza que le generaba. El frío era mayor y no podía negarlo.
Colocó cada uno en la mano respectiva, y así esbozó una pequeña sonrisa, pero instantáneamente desvió la mirada a algún lugar aleatorio con tal de que el ajeno no le observara demasiado.

—De nada, me llamo LuHan... Y no tengo mucho para hacer, con un poco de compañía bastaría. ¿Y tú qué haces aquí?

El de menor estatura le observó, con una expresión bastante seria pero no llegando a ser "intimidante". Le había dado algo de curiosidad cruzarse con alguien de aquellas características en el parque cerca de su hogar. Mientras trataba de que el muchacho hablase con él, acomodó sus prendas un poco y fue a sentarse al lado de donde estaba anteriormente el de tes más oscura.
Así, JongIn le miró en todo momento hasta que como un pequeño cachorro lo siguió a nuevamente permanecer en su lugar inicial.

—No tengo con quién... Bueno, sabrás que todos pasan noche buena con amigos y familia. Yo sólo tengo a los árboles, y la nieve. ¿Tú no tienes a nadie?

Inquirió, dirigiendo su mirar al chico por fin, quién de inmediato negó con la cabeza hasta desviar la vista a un pequeño brazalete con el que jugó unos segundos y después abandonó para visualizar nuevamente las facciones del castaño. Así, esbozó una tenue sonrisa de lado sobre sus cerezos y susurró "<Tampoco tengo a nadie...>" en compañía de una expresión que estremeció al moreno con rapidez.
Pudo jurar que toda sensación de tristeza se había transmitido a lo largo de la fisonomía del delgado, y de inmediato una de sus palmas se apoyó en la nuca ajena; pero en un ligero toque se alejó hasta inclinarse a modo de disculpa.

—¡Lo siento! No quise ser descortés... Fue inconsciente.

Trató de remediar su reacción, agitando las manos y hasta volviendo a inclinarse repetidas veces pero LuHan no sólo rió, sino que buscó sujetar una de las palmas foráneas para estrecharla y responder.

Profesor Kim. « KaiLu»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora