IV

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—¡MILO!—gritó Julius a todo pulmón mientras entraba al octavo templo.

—¡ME ESTOY DUCHANDO!— respondió de la misma manera.

—Te trage tus "juguetes"—indicó ingresando a la recámara de Milo y sentándose en su cama.

_Gracias Julius— agradeció con una ligera sonrisa que demostraba lo feliz que se encontraba.

—De nada— respondió notando la felicidad de su "hermano".

—También por lo que hiciste...

En la expresión de Julius se pudo apreciar la confusión, claramente no había entendido lo que Milo quiso decir.

—Me refiero a tu gran idea.

—Ah!— exclamó al entender—. Me alegra que te haya gustado, es mi regalo de cumpleaños —dijo levantándose de la cama y dirigiéndose a la salida—.Te dejo para que te vistas ya que no tardará en llegar tu "regalo". Aunque por lo que me pediste creo que no necesitarás vestirte.

Una pequeña risa salió de los labios del mayor—. No se que haría sin tí hermanita.

—Nada— demandó—. Eso harías, bueno me voy, adiós.

—¡Adiós mocosa!


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En el templo de acuario se podía observar a un Camus muy preocupado dando vueltas de un lado a otro.

—¿QUÉ VOY A HACER?—gritó desesperado—. Ya sé! Voy a escapar, es ahora o nunca—decía mientras se dirigía a la ventana del templo.

—Pero... Y si me castigan?— dudó un momento—. No importa todo sea por mi integridad física y mental.

—En serio piensas escapar?

La expresión de Camus fue una de susto total al oír esa voz.

—Genial, tenía que llegar— susurró.

—Dijiste algo?

—Nada, nada.

—Bueno, entonces ve ya al templo de Escorpio. Anda, anda— hablaba mientras lo empujaba a la salida.

—Es que tengo cosas que hacer.

—No seas cobarde, anda ve.

—Está bien— suspiró—, Adiós.

—Adiós.

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Camus bajaba lo más lento posible los dos templos restantes, pero sin darse cuenta ya estaba en el infierno...

Había llegado a Escorpio.

—Hola Camus.

Nuevamente una mueca de miedo se postró en el rostro de Acuario.

Camus sólo pensaba una y mil maneras de huir, pero era imposible; no tenía de otra que resignarse.

—H-hol-la M-Milo.

—Que bueno que decidiste venir—hablaba mientras se acercaba a Camus lentamente.

—Q-qué haces?— interrogó a la vez que retrocedía.

—Pues que más?— preguntó con obviedad—. Apreciar a mi presa.

—D-dejame.

— No —contestó Milo sin miramientos, acorralando lo contra la pared, besandolo sin más. Al principio fue un beso tierno que después se volvió intenso dejando a ambos sin aire.

—Aqui no será.

Dijo mientras levantaba a Camus cual costal de papas y lo llevaba a su habitación.

Milo depósito cuidadosamente a Camus en la cama, este rápidamente se sento mientras seguía con la mirada a Milo que parecia buscar algo y no paso mucho cuando lo encontró.

—Ten, ponte esto— habló mientras le daba una bolsa a Camus.

—No me queda de otra— respondió suspirando—. En seguida vengo.

Al entrar al baño Camus abrió la bolsa sólo para quedar en shock. Sus ojos no creían lo que veían, acaso ese maldito bicho estaba loco? Cómo se le ocurría que él se pondría algo como eso?

—Estoy esperando!

Se escuchó del otro lado de la puerta sacando lo de sus pensamientos.

—Espera ya voy!! Maldición, como puede un caballero de mi categoría ponerse esto?— terminó de decir aquello con un profundo suspiro—. No tengo opción.

Mientras Camus se cambiaba Milo estaba más que emocionado; aguantando las ganas de entrar al baño y hacer suyo a Camus esté como esté, pero lamentablemente tenía que esperar.

Cuando Camus termino de vestirse salio y vio a Milo acostado en la cama, éste al verlo casi le da una derrame nasal ya que Camus traía puesto un vestido que le llegaba a la mitad de los muslos dejando ver sus torneadas piernas, que traían puestas unas medias negras que llegaban a la rodilla, pero el atuendo no estaba completo sin el "gorrito" que las maid portaban en la cabeza.

Así es, ese bicho lo había "obligado" a vestirse de maid, pero que deprabado.

—Muy bien Camie, acuéstate conmigo.

¡¡SÓLO POR HOY!!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora