tres pétalos

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—Toma, héroe.

La misma mujer a la que le había vendido el bonsái le había traído un paquetito de mochis. Este día se estaba quedando al mediodía para hacer unas cuentas, tirar la basura y limpiar en general, y aquella mujer se permitió preocuparse por él e incluso comprarle algo. Intentó rechazarlo, pero la mujer le divagó sobre lo agradecida que estaba con él y que se lo merecía, dejándole sin palabras cuando hizo énfasis en "invita a tu novio y compartidlo". ¿Cómo era posible que la anciana se fuese tan feliz tras decir eso?

Recordó cuando subió a su piso. El balcón que había justo encima de la tienda era de ella. Oh, pensar en que lo había visto siendo tan torpe con Shōto elevaba su nivel de vergüenza.

También recordó a su hermano. No pareció tomarse muy bien la última pregunta que le hizo, y dejó de preguntar del tema cuando en realidad es muy curioso y pícaro sobre las cosas. No entendía si la amabilidad de Tensei se había vuelto muy alta y no quería meterse más en eso, o si habían llegado a un punto tabú. Por la expresión de su hermano, tristemente la segunda hipótesis parecía ser la correcta.

Entonces le impactó aún más cómo la señora los había emparejado con una sonrisa mientras que su hermano solo mostraba preocupación al oírle nombrar los chicos en un tema de conversación romántico. El mundo era muy diverso, sí.

Un mensajero tocó en la puerta con cierta dificultad por la caja que sostenía. Iida corrió a ayudarle. Le pagó y abrió la caja con delicadeza, olvidándose de todas las preocupaciones por un instante: los tulipanes azules habían llegado.
Sacó las tres macetas de las cajas, apreciando las flores con cuidado, descubriendo que en el fondo traían semillas para plantar más. Se sentó y paró a leer sobre los cuidados básicos de la planta, cuando una alta figura entró por la puerta.

Con un ligero jersey a pesar de ser verano, Enji Todoroki entró en la tienda. Iida se levantó cuando el héroe (ahora mismo sin su traje) se acercó a su mesa.

—¿Lo mismo de siempre? —el héroe asintió ante la pregunta, desviando la mirada hacia las estanterías.

Una vez cada dos semanas aproximadamente, Enji venía desde que Shōto descubrió su tienda. No sabía si Shōto se lo había nombrado, pero quería pensar que sí. Y Enji siempre solicitaba las mismas flores, a veces combinadas con distintos colores. Lo máximo de información que Iida llegó a obtener sobre la situación fue que eran para su esposa, y tardó poco más de un mes para que el Todoroki le dijese algo como eso.

Rodeaba los ramos con papel reciclado de estampados simples. Hacía los lazos intentando no dejar atrapados sus gruesos dedos. Le gustaba mucho su tarea, por muy simple que pudiese parecer.

—Ah, Shōto quería algo de... Eh... —miró hacia todos lados, como buscando algo que le ayudara a terminar la oración— Eso de ahí. Las flores azules del tamaño de las del cerezo.

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