un ramo

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El cálido tacto.

Las suaves hebras de su cabello.

Su tranquila expresión con los ojos cerrados.

Todo seguía repitiéndose en su mente, como si fuese una clase de estrategia para que se lanzase ya a entregarle la delicada corona en la que tanto había trabajado. Y se prometió hacerlo en cuanto el heterocromático apareciera, o ya se decepcionaría a sí mismo, reprochándoselo durante lo que quedaba de verano, pues no era necesariamente flexible consigo mismo.

Durante la mañana había estado bastante entretenido, hecho que agradeció, pues le ayudaba a mantenerse un tanto distanciado de un tal vez próximo futuro que esperaba lleno de nervios.

Abrió el termo con té que había traído de casa, sirviéndose otra ración del líquido. Suspiró encima de la taza, apreciando el pequeño hilo de humo moverse despacio. Y bebió, transmitiéndose la tranquilidad característica de la bebida. Tranquilidad que fue aplastada al escuchar una voz.

—Iida.

Apartó su vista del té con rapidez. Shōto estaba delante suya, con las manos en la espalda y un brillo especial en sus ojos.

—¡Buen día, Todoroki!

Dejó la taza en la mesa, agradeciendo haber guardado la corona, evitando el pánico de días atrás. El leve sonido de la taza contra la mesa resultó ser acompañado por la sensación de un pesado movimiento.

Al girar, Todoroki sujetaba un ramo de flores azules hacia él.

La sorpresa le había inundado por completo.

Pasó la mirada del espeso ramo a los ojos de Shōto. ¿Con qué derecho se permitía ser tan lindo?
Volvió a ver las flores.

—¿Nomeolvides...?

Al siguiente segundo, al volver a observar el rostro del chico, sus mejillas estaban rosadas. Tenya se señaló a sí mismo, entre la confusión y la sorpresa, sin poder creer que eso era para él, incluso después de que Shōto le respondiera asintiendo.

—No es como si me fuese a ir y te dijese que no me olvides —trató de explicarse, con los hombros calmados y los ojos rebosantes de pura honestidad—, pero me pareció una forma poética de decirte que te amo.

El de gafas se mordió el labio inferior, antes de actuar. Volteó y se dirigió a un cajón, sin titubear, aunque ya sentía el calor atacar sus mejillas. Una pequeña sonrisa se le hizo inevitable al sujetar la corona y dirigirse al Todoroki.

Uno delante del otro, ambos se quedaron observando los tulipanes, casualmente del mismo color que el ramo. Shōto no cabía en su sorpresa, mientras la sonrisa de Iida se hacía cada vez más notable, perdiendo los nervios de siempre, quizá por la aportación de Todoroki en este paso.

Sin hacerle esperar más, colocó la corona sobre su cabellera bicolor. No quitó su mano de ahí sin acomodarla y acariciar su pelo, como era costumbre hacer cada que podía. Shōto seguía sosteniendo el ramo con los dos brazos, tratándolo como un tesoro.
Lo extendió hacia Tenya, quien puso sus manos encima de las de él, sujetando ahora entre los dos el ramo.

Ignorando la pequeña posibilidad de que todo fuese una broma (porque, de alguna manera, se preparaba siempre para lo peor), se acercó chocando su frente con la de la persona que ama. Sus narices estaban a punto de rozarse.

—Yo también te amo.

Se mantuvo con una paz extraña, como si estuviese haciendo lo que siempre había querido. Y amó, como siempre, lo imprevisible que el chico podía ser.

La mano de Shōto acarició la mejilla de Tenya. Tal y como llevaba esperando e imaginando en sus pensamientos, se lanzó a besarlo, sin darse cuenta de lo ansioso por eso que el contrario también había estado.

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