Cinquantotto.

1.2K 76 2
                                    

Domingo, 19 de mayo de 2018.

Roma, Italia.

Ya no podía estar mucho más tiempo sentada. Tampoco sabía cuántas veces me había mordido el labio tratando de ocultar lo angustiada que me ponía este partido. Rodrigo y Douglas, ambos a mi lado, no estaban mejores que yo.

La Roma ya había tenido muchas ocasiones de gol y cada vez que entraban al área, rezaba para que nada entrara. Todavía íbamos cero a cero, pero el empate no nos venía mal para ganar el campeonato. Este era el anteúltimo partido y el último que los chicos debían afrontar para consagrarse heptacampeones.

Estaba tan concentrada en ver cada jugada que apenas escuché cómo Allegri llamaba a Gianluca, quien raramente había viajado con nosotros, diciéndole que había alguien sentado y con la cabeza gacha tocándose el tobillo. Cuando me fijé en quién era y por qué no me había llamado a mí, entendí que era porque se trataba de Federico.

- Yo voy. – dije sin pensar y mi tío me tomó por la muñeca.

- No. Tú no. Te quedas aquí.

- Pero yo...

- Tú nada, Bianca. Va Gianluca. – el recién nombrado me miró y con la aprobación de mi tío, se acercó hasta donde estaba mi novio.

- Eso no es ha sido justo. – le hablé con cierto grado de enojo hacia el director técnico y me echó una rápida mirada.

- Bianca, no estamos generando una sola jugada de gol y tú te mueres por atender a tu novio. No es momento. – espetó con el mismo tono que yo y apreté los labios.

- No se trata de atender "a mi novio". Se trata de que no has entendido que tengo el suficiente profesionalismo como para no enredar las cosas.

No dijo nada más, pero lucía igual de enfadado que yo. Ignoró mi presencia y se di vuelta para llamar a Douglas quien, junto al resto de sus compañeros, nos miraban a ambos. El brasilero rápidamente se sacó la pechera rosa y se la tendió a algún ayudante de campo para preparar su entrada por la salida de Federico.

Se ve que no era nada demasiado grave, porque en realidad caminaba con normalidad. Me partió el alma verlo agarrarse el tobillo y hacer muecas de dolor a la vez que se sentaba a mi lado.

- ¿Duele? – pregunté en voz baja y asintió sin mirarme. - ¿Cómo es el dolor?

- Me duele al correr. Y si me toco el talón también. Incluso si lo muevo.

- Tendinitis. – miré nuevamente el partido y sentí su mirada. - ¿Qué?

- No todos tienen a su propia médica en casa. – susurró y negué con una pequeña sonrisa. – ¿He logrado que dejes de estar enojada?

- Un poco. – me guiñó el ojo y volvimos a estar en silencio.

No pasó mucho más: la Roma quedó jugando con diez jugadores y nosotros no supimos aprovechar las oportunidades para hacer goles, por ende, el partido acabó en un cero a cero que era bastante favorable para el equipo blanquinegro.

A pesar de lo que significaba el empate en estas fechas, los chicos raramente lucían contentos y satisfechos. Ya estábamos fuera de la Champions y hace una semana habían salido campeones de la Copa Italia, ser heptacampeones era una buena noticia entre lo que significaba quedarse afuera de tremenda competencia.

Días más tarde, cuando el enojo por la falta de confianza ya se me había ido gracias a las constantes boludeces que decía Federico para verme reír, estaba jugando con Wendy en el piso del living de su departamento. Vi que nos estaba mirando y que tenía algo entre sus manos.

Es por amor | Federico Bernardeschi.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora