Fecha desconocida
Un rayo de sol me despertó al amanecer. Tardé alrededor de treinta minutos en asimilar toda la información. Me encontraba en la cabina del avión (o lo que quedaba de él) pero... ¿Dónde exactamente? ¿Y mis compañeros? ¿Estaba muerto? ¿Qué había pasado? En ese momento la cabeza me hervía a preguntas, pero mientras me cuestionaba hasta el sentido de mi existencia, me di cuenta de algo asombroso. Salí del avión tan rápido como pude y efectivamente, era lo que pensaba. Me encontraba en una pequeña cala del sur de Florida. Pero no era cualquier cala, sino una que me conocía como la palma de mi mano. Ahí pasaba con mi padre los mejores días de verano. Sabía perfectamente dónde estaba y eso me llenaba de felicidad. Solo tenía que acercarme al pueblo de Oakland, el cual se encontraba a poco más de dos kilómetros, para poder llamar a la base. Es curioso, pensé, que por una vez en la vida algo fuera tan fácil.
Hacía varios años que no visitaba el pueblo pero algo no me cuadraba. A medida que me acercaba lo veía más y más cambiado. Ahora era una ciudad. Una gran ciudad, con edificios altísimos, vehículos extraños y mucha gente. Una especie de neblina impedía la visión (más tarde aprendí que se llamaba "nube de contaminación"). Durante unos instantes me sentí más aturdido que nunca. El ruido era ensordecedor, el aire sucio, y había caminado por las calles sin rumbo hasta encontrarme en mitad de un lugar desconocido. Aunque estaba alterado decidí cerrar los ojos y aclarar mi mente.
Primer objetivo: encontrar una cabina telefónica. Primer fracaso: no haber encontrado ninguna cabina telefónica. Destino 1 – William 0. No pasa nada, no siempre se puede ganar. Plan B: buscar algún establecimiento desde el que poder llamar. Me llevó horas encontrar lo que parecía ser un pequeño quiosco en el que entré sin dudarlo. Le expliqué al señor mayor, que allí estaba trabajando, mi situación: que me llamaba William Wilson, que era aviador y que necesitaba usar el teléfono urgentemente. Al principio me miró con desconfianza, pero al cabo de unos pocos segundos, sacó un pequeño artilugio del bolsillo y me lo ofreció. Yo lo sujeté con mi mano derecha y me quedé mirando fijamente al buen hombre. ¿Cómo iba a saber yo que eso era un "teléfono móvil" y que también servía para hacer llamadas? Es cierto que fue un momento un tanto incómodo, pero acabó en cuanto fijé la vista en una de las múltiples estanterías del fondo. Un montón de periódicos y revistas de todo tipo. Rápidamente le devolví el aparato al quiosquero y le pedí que me dejase echar un vistazo a uno de los periódicos. Nada más verlo caí en una montaña rusa de sentimientos. 15 de Julio del 2089. Ya se me había pasado la idea por la cabeza con anterioridad, pero la había descartado al momento puesto que no tenía ningún sentido. Me comencé a encontrar realmente mal. Miedo, sobresalto, preocupación, y angustia, mucha angustia. De repente, silencio.
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El Diario de William Wilson
Художественная прозаAcaba de estallar la Segunda Guerra Mundial. Un piloto estadounidense se encuentra realizando unas pruebas de vuelo cuando de repente... Sumérgete en esta pequeña distopía para averiguar lo que pasa!