𝙿𝚁𝙾𝙻𝙾𝙶𝙾

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Si tuviera que explicar cómo llegué a esto, como terminé donde estoy ahora, no sabría decirlo exactamente. No puedo encontrar ese momento, ese punto en mi vida donde todo se torció de manera irremediable. No debería estar preguntándome esto ahora, pero me lo pregunto de todas formas. ¿Cómo llegué a ser la que soy ahora, aquí de pie?

Es una pregunta difícil, y no es momento. Pero lo pienso, lo pienso muy bien, y de pronto una imagen viene a mi cabeza. Fuego, una llama anaranjada que se expande y devora todo lo que toca, lo destruye sin piedad ni culpa, solo lo hace. Parece como si me describiera a mi misma, pero no. En realidad hablo sobre mi primer recuerdo, el inicio de todo esto. Y es ahí donde justamente todo se torció, el comienzo del fin.

Fuego, ese es mi primer recuerdo; sube por las paredes y se cuelga del techo, avanzando con cautela por el pasillo de la casa. Mi casa. Las paredes arden, el olor a madera chamuscada brota de todos lados, y yo solo camino por entre las llamas, con terror y asombro a la vez. Aumento el ritmo, y cruzo con una puerta que da a una de las habitaciones, la de mis padres. Ellos están allí, madre sosteniendo un cuerpo entre sus brazos, creo que el de padre. Ella me observa a los ojos, asustada, y yo solo pienso en lo pesado del aire, y el calor que hace. Ella me grita, pero no puedo escucharla: me siento como dentro de una burbuja, encerrada en una realidad donde mis movimientos son lentos y los sonidos quedan amortiguados por el constante pitido. Un segundo grito logra romper la burbuja, y caigo en la realidad. Mis piernas toman el impulso que antes no tenían, reaccionando a la situación. La casa se quema, y yo aún estoy adentro.

De ahí mi memoria salta más adelante, al momento final. Me encuentro ya sentada en una banca de la vereda, cubierta con una manta. Los bomberos terminan de apagar el fuego, y ya la gente se amontona cerca para ver la tragedia. A mi derecha los paramédicos retiran una... no, dos camillas cubiertas por mantas, y sé. Solo sé.

Me quedo quieta, tal vez así el mundo se detenga conmigo. Pero no lo hace, sigue adelante, y me deja atrás, mucho más atrás. Y yo quisiera volver en el tiempo, solo un par de horas, para al menos poder decir adiós. Pero no puedo, el fuego se lo ha llevado todo, reemplazandolo con cenizas que ahora se esparcen por el viento.

Un hombre de traje avanza hacia donde me encuentro, puedo verlo por el rabillo del ojo. Se detiene junto a mi y me observa por un buen rato. Apenas lo noto, la burbuja había vuelto a rodearme hace rato y todo me resultaba muy alejado de mi alcance. El hombre de traje se para frente a mi y se agacha hasta mi altura, sonriendo. Es entonces cuando lo veo, y no lo sabía entonces, pero ese tipo sería, hasta el día de hoy, el causante de mis pesadillas. El encargado de volver mi vida un infierno. El diablo en persona.

No es momento me digo a mi misma, y vuelvo a la realidad. Con el arma en su dirección, dudo. Luego, se escuchan tres disparos.

GénesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora