6- LA TAREA

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Si recuerdo aquel jueves de mediados de mayo cuando estaba en el primer año de la secundaria, no sé si sonreírme con tristeza o tristemente sonreír. Parece lo mismo, pero en todo caso es un sentimiento confuso. Y esque todo pudo ser de otra manera, pero todo resultó así. Todas las posibles variantes no son más que juegos de la mente, por eso he de contarlo tal como fue, al menos para mí.

El jueves que quiero recodar, a la maestra Pascal, ésa de la que decíamos que enseñaba mucho porque siempre llevaba minifalda, se le ocurrió hacer equipos para la exposición de temas. La Conchis, que andaba en pleito con las chavas del grupo, se quedó sin equipo porque nadie la escogió. Cuando llegué del auditorio, me di cuenta de que mis "camaradas" ni siquiera se acordaron de mi, así que tampoco tenía equipo.

-Formen un equipo- Nos dijo la maestra.

Por ahí grito el Cholé:
-El nerd y la burra- Con lo que se ganó un coscorrón de la Conchis y un reporte de la maestra.

A mi se me hizo bien porque sabía investigar y exponer, lo que me agradaba poco era tener que hacer todo y que la Conchis recibiera una buena calificación, porque esa chava no era buena para el estudio, sólo pensaba en bailes y en chavos, pero estudiar.... Nada. Ella también o en dijo que estaba bueno y quedamos de vernos en las tardes, una vez en su casa y otra en la mía, hasta tener listo el trabajo. A nosotros nos tocaba hasta el último, o sea, el siguiente jueves. La carrilla nunca aminoró, pero así eran los chavos del 1 - A.

El primer día de estudio no llegó, la estuve esperando hasta las siete. Como a eso de las ocho me habló para decirme que la habían mandado al las compras, que nos veríamos al día siguiente en su casa"¿Segura?", le pregunté , dijo si y me colgó.

Vivía en las granjas, cerca del MUX, un colegio de monjas. Su casa estaba pintada de blanco con vistas azules. No estaba. Su mama salió a recibirme.

-Pasa, la Conchis no tarda. ¿Quieres limonada? Hace mucho calor. La Conchis me dijo que la esperabas.

Era una mujer bastante joven, llevaba un vestido amplio y floreado, los senos eran grandes y subían y bajaban al respirar. Esto lo pienso después de muchos años, es decir, lo reconstruyó como fue.

Cuando vino con la bandeja, la jarra y los vasos, me senté en aquel sillón pequeño; sudaba un poco y tenia los cuadernos apretados entre las manos. Ella se inclinó para servirme y sus enormes pechos cayeron como un mundo de ilusión. Yo había visto algunos senos de ese tamaño, pero solo en las películas porno que a veces me atrevía a poner con mis cuates, no los de la escuela que eran bastante vulgares, sino con los de la colonia o con mis primos. Eran enormes y desprendían un perfume como de rosas y miel que me hacía suspirar como ahogándome, y ella, muy cerca de mi, servía los vasos. Sentí un cosquilleo que subía por todo mi cuerpo, para sentir como mis huesos se llenaban de ácido; tenía ganas de reírme y salir corriendo para no volver jamás, o de ponerme a llorar por nada, por no comprender nada.

Ese día dieron las 8 y la Conchis nunca apareció. Su mamá me estuvo platicando y yo le contestaba; aunque por lo general soy muy hablatín, me costaba trabajo decir unas palabras, ahí todo me parecía pesado. Como yo hablaba poco, tuve la oportunidad de observarla. Estaba fresca como lechuga recién lavada o como tomate recién cortado: era guapa y charlaba con desenfado enseñando una piernas bien torneadas y blancas: toda una señora. Al despedirnos me dio la mano, era suave, delgada, blanca mano.......

-La Conchis ya no llegó, será mejor que vuelvas mañana- me dijo. Y yo sabia que estaría puntual, como si fuera una cita. Mi primera cita. Aunque tal vez en ese entonces no pensaba regresar.

Al otro día le reclame a la Conchis y me dijo que se le hizo tarde en la casa de Sandra, a donde fue a hacer otra tarea, pero que iría a mi casa esa tarde.

- Bueno - le dije, aunque yo deseaba que fuera en su casa.

Me sentí desalentado, anduve muy triste y casi no hice ronda con mis camaradas que me parecieron unos bukis, tanto en sus platicas como en sus acciones. "Qué plebes son", me decía. Llegó la tarde y con ella la Conchis. Sacamos unos resúmenes, pero lo hicimos sin ganas. Ella estuvo distraída jugando con mi perra Jamaica, y yo enredado en el dia anterior, a esa misma hora, cuando espere en vano a la Conchis.

-Bueno mañana en mi casa, ¿Eh? Si llego tarde, empieza el trabajo, yo llego.

Se llama Laura. La recuerdo bien con sus minifaldas cuando iba a recoger la boleta de la Conchis, todo el mundo volteaba para verla pasar. Cuando me abrió la puerta el día siguiente, el jueves - habíamos pedido un día más para terminar el trabajo-, estaba en minifalda y tenia una blusa roja y breve, pero ahora con un perfume distinto que lo mismo me cosquillaba por todo el cuerpo. Otra vez no estaba la Conchis, otra vez trajo la limonada, pero esta vez, al agacharse para servir, pude ver sus senos libres bajo la blusa y el mismo vaho brotando desde allá hasta lo más íntimo de mi ser, de mis doce años que se alzaban bajo mis pantalones. Ella eternamente sirviéndome ese vaso de limonada y mostrándome ese mundo maravilloso de dos senos olorosos que perseguire por toda mi vida.

Sobra decir que nunca terminamos la tarea, que reprobé, para sorpresa de todos, ese bimestre.
Pinche Conchis.

DETRAS DE LA BARDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora