Cuánto Me Duele (Parte I)

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El portazo resonó en el departamento entero, hasta hizo temblar las ventanas. Gabriel estaba seguro de que los vecinos iban a venir a preguntarle qué estaba pasando.
El silencio repentino le hacía mal y se sentía un idiota. Las cosas se le habían ido de control, él que creía poder con todo se había transformado en alguien que no quería ser, no paraba de mentir, de esconder, de ocultarse y ya no sabía qué hacer para remendar todo el daño que estaba causando por no animarse a jugársela por lo que sentía, por no desestabilizar el status quo en su vida.
No sabe cómo, ni cuando agarro uno de los platos que habían quedado sin lavar en la mesa y lo hizo estallar contra la pared más cercana.
Suspiró. definitivamente los vecinos iban a pedirle explicaciones por tanto alboroto

*

“Y aunque sé que hay mentiras, prefiero la herida antes que perderte”

Renato había caminado por cuarenta minutos, no sabía bien donde estaba y tampoco le importaba mucho. Había peleado con Gabriel, como siempre. Ya hacía unos meses que los compromisos laborales no los unía. Lo que compartían era ese deseo, esa atracción que se tenían. Ese amor. Renato se rió, ¿Eso era amor? Vivian jugando a las escondidas, porque Gabi tenía novia, tenía miedo, tenía dudas, necesitaba tiempo.
Lo que Gabriel no tenía eran las ganas de jugársela por él. De dejarla a Antonella, de quererlo a él sin importar a quién le fuera a molestar.
Renato no era la prioridad, no era la primer opción. Y por más que su amante dijera lo contrario, era lo que demostraba con sus acciones. En un principio nada le importaba a Tato si tenían que esconderse, hasta le calentaba un poco la adrenalina de lo prohibido, de lo secreto. Pero no pasó mucho tiempo antes de que empezara a doler.
Todas las promesas de Gabriel le había hecho, que iba a dejarla a la novia, que iban a estar juntos, ahora parecían las más viles mentiras. Aunque él elegía creerlas, porque prefería eso a no tenerlo.

“Y aunque me quede sin nada, te quiero dar todo aunque no lo merezcas”

La pelea de aquella noche había sido su límite. ¿hasta cuando iba a seguir así dando todo de él, si no iba a recibir ni una mínima parte a cambio?
Dos semanas atrás Gabriel le había dicho, luego de sorprenderlo con una cena que había tenido una pelea con su novia, que faltaba poco y ellos serían libres, al fin.
Pero esa libertad no llegó nunca. Porque Antonella y Gabriel se habían reconciliado.
Ella quiso arreglar las cosas, y él aceptó.
Acepto seguir con ella.
Solo con pensarlo a Renato le daban ganas de vomitar. Pero, por lejos, lo que más le dolía, era que él se lo había ocultado. Esa noche después de haber tenido sexo, mientras su amante se duchaba llegó un mensaje de ella.
Eran mensajes de amor.

Renato se quedó mirando la pantalla, como esperando que la vida le dijera que era una joda, pero cuando vio la expresión en esos ojos verdes cuando preguntó qué significaba todo eso, lo supo. Tenía que salir de ahí, aunque le doliera. No sin antes decirle unas cuantas verdades. Antes de abandonar el departamento de un portazo, sin despedirse, sin mirar atrás ni una vez. Porque sabía que si lo hacía iba a desmoronarse y si hay algo que no podría soportar era mostrar su vulnerabilidad ante Gabriel, no quería que viera sus lágrimas, ni sus tristezas. Quería demostrarle que ya no podría jugar con sus sentimientos, que aún tenía la fuerza y la dignidad para alejarse de algo que le hacía tanto mal.

“Cómo salir a la luz del día, cuando no tengo tu compañía, cómo seguir mi propio camino, si este dolor me hace sentir vivo”

Un relámpago atravesó el cielo iluminando la calle mientras las primeras gotas de lluvia comenzaban a caer. Renato siguió caminando con la cabeza gacha, sin saber qué hacer, a dónde ir, apenas sabía quién era, sin él.
Sería una noche larga. La primera de muchas.
Esta vez la lluvia no traía bendiciones

Como Balas Perdidas (Quallicchio One-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora