Mi Vida Entera

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"Me prometiste revivir tu corazón de piedra, si yo te daba todo lo que quisieras. Que derritiera Inviernos e inventara Primaveras, que te alejara de todos tus problemas"

Una suave brisa hizo que Gabriel se despertara despacio. Arrugó los ojos cuando sintió el sol de lleno en su cara. La ventana había quedado abierta toda la noche y las cortinas no alcanzaban a tapar toda la luz de la mañana.

Gabriel suspiro profundo antes de estirarse suavemente y mirar hacia su izquierda.

La imagen lo enterneció, le hizo sonreír. No entendía bien como todavía no había logrado acostumbrarse a esta cotidianeidad. Renato estaba boca abajo, profundamente dormido, con la boca entreabierta y con el pelo -que, por capricho, se había dejado crecer un poco- en la cara. Observó un rato como su pecho desnudo se elevaba despacio con cada respiración, mientras recordaba todo lo que los llevó hasta ese punto. Sería una mentira decir que todo había sido fácil y simple. Porque nada al principio de su relación poseía esas características.

Muchas veces es difícil afrontar lo que se siente cuando parece demasiado arriesgado, cuando golpea de la nada sin que se lo espere. Renato había entrado en la vida de Gabriel asi, de repente. Desestabilizando todos sus esquemas, cambiando su forma de ver la vida. Porque antes de conocerlo a él, pensaba que su vida era perfecta. Trabajaba de lo que le gustaba, tenía una familia que lo apoyaba y, además después de varias vueltas estaba con una mina que lo bancaba. Hasta que una sonrisa con hoyuelos que lo volvían loco se cruzó en su vida, tan rápido que no pudo reaccionar y cuando quiso darse cuenta, todo lo que parecía conocer sobre el amor y sobre él mismo, había cambiado. 

Aquel chico con toda esa libertad, esa luz que irradiaba le había robado el corazón de tal forma que le hizo llegar a la conclusión que lo que él siempre pensó que era el amor no lo era. Nada tenía comparación con lo que sentía por Renato. Y ese pensamiento por un tiempo iba acompañado por miedo, un paralizante miedo.

Intentó ocultar todo, seguir con su vida aparentemente perfecta, lo lastimo a Renato, a esa chica con la que estaba de novio, a él mismo. Pero por fin una noche de lluvia, no pudo seguir con sus miedos deteniéndolo de todo y fue en busca de ese primer beso digno de ser plasmado en una película.

Paso a paso, casi sin apuros fueron aprendiendo el uno del otro. Fueron afrontando los problemas, los miedos, los altos y los bajos. Siempre juntos. 

Ninguno de los dos tenía fama de tener relaciones largas. Sin embargo un día se encontraron con que habían pasado siete años de relación y hacía tres que vivían juntos oficialmente.

Gabriel se rió bajito. Siete años en los que Renato hacía surgir la primavera en medio del invierno, en los que al verlo todas sus preocupaciones dejaban de existir. Así de increíble era amarlo.

"Sinceramente solo siento pánico en escena y sostenerte la mirada me quema. Pero mejor ser arriesgado que un cobarde en pena"

Atípico para un domingo a la mañana, Gabriel preparaba el desayuno concentrado en su tarea, tarareando una canción cuya letra no se sabía al mismo tiempo que ésta sonaba desde el pequeño parlante. No era el tipo de música que escuchaba usualmente, pero a veces le gustaba poner una playlist aleatoria y sorprenderse con nuevas canciones.

No se asustó cuando sintió unas manos frías rodearlo por la cintura desde atrás, seguidas por un besito en el hombro

-¿Panqueques? ¿Un domingo tan temprano? ¿En serio?- cuestionó su novio, con una sonrisa entre besos en el cuello y nuevamente en el hombro.

-Tenía antojo de panqueques, qué sé yo- respondió simplemente apoyando una de sus manos sobre los brazos de Renato.

Tato se separó un poco para que pudieran mirarse antes de acotar riéndose:

Como Balas Perdidas (Quallicchio One-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora