Quédate aqui (Acuérdate de mi Parte II)

192 20 6
                                    

N/A: 

Este oneshot tiene dos nombres porque justo justito salió una cancion de Morat con Andres Cepeda que me encanta y, para mi aplica un montón. Se llama Déjame ir (no Quédate aqui), se las adjunto. El nombre lo van a entender cuando escuchen la canción :) y porque si no van a pensar que esto va a terminar como el culo y no me lo van a leer :)))))

Una aclaración por las dudas, por si no se dieron cuenta. Juan no es argentino, es colombiano. Pa que lo sepan.

Gabriel abrió los ojos, estaba en su departamento y por unos segundos espero sentir el olor a café y ruidos en la cocina. Pero todo estaba en silencio, no había nadie más que él, ya se le estaba haciendo una costumbre. Luego de un largo suspiro, se levantó para empezar el día. tenía que seguir yendo a la facultad, al trabajo, tenía que seguir como si nada pasara.

Lo peor habían sido los primeros cinco días, lo atormentaba lo que había pasado y de la forma en la que había dejado a Renato ahí sin más explicaciones. Pero Renato tampoco colaboraba con su estado de ánimo esa primera semana, porque si Gabriel no dijo nada, Tato tampoco. Ni un mensaje, ni una visita. Nada. Aún así, cuando los mensajes empezaron a llegar Gabriel los ignoró, no se sentía preparado para confrontar aquella situación, no se creía capaz de perder definitivamente la amistad de Renato, aunque eso significaba perderlo por escapar de él. Ninguno de los dos caminos era favorecedor para él, pero tampoco podía seguir negando sus sentimientos, ya no podía ni quería estar a un costado, en las sombras y eso le daba muchísimo miedo.

Tan temprano que era para tener preocupaciones, el teléfono empezó a sonar. Estaba preparado para ignorar cualquier llamada, hasta que vio que en la pantalla aparecía un "MAMÁ". Si había alguien de la que no podía esconderse, era de su madre.

-Hijito, el domingo vamos a hacer asado con tu papá ¿te contamos, no?- escucho Gabi desde el otro lado del teléfono

-Obvio que voy, ma ¿cómo me lo voy a perder? Yo llevo unas birras del bar y compro helado si querés-

-Otra cosa... Yo ya invité a Juan que está solo acá pobre, me dijo que venía. Y después le mandé un mensaje a Tato para ver si se sumaba pero no me contestó ¿le podés preguntar si viene cuando lo veas?-

Gabriel se llevó la mano a la frente con frustración. Amaba que su mamá fuera tan grande y tan buena con él y con sus amigos, que tuviera tan buenas intenciones, que adoptara a sus amigos como hijos propios. Este no era el momento para preguntar por Tato, ni para que él recordara que Renato era uno más en su familia y ya no lo sería ¿Cómo iba a explicarle a su mamá que ya no iba a ver a Tato?

-No, mami. Renato no creo que vaya...- Gabriel dejó que su voz se apagara de a poco para no dar más explicaciones

-¿Por qué? ¿Hablaste con él? ¿Hijo, Pasó algo? hace mucho que no se nada de Tato, ni me lo nombrás, ni viene por acá...-

Liliana era perspicaz y como toda buena madre notó al segundo que su hijo quiso evadir el tema que algo raro podía llegar a estar pasando.

-No hablé, mamá- contestó él con cansancio- No pasó nada, no pasa absolutamente nada, todo esta bien. Pero no va a poder ir... Estoy saliendo tarde para la facultad, te llamo a la tarde antes del trabajo, te quiero-

No espero a que su mamá respondiera y terminó la llamada, maldiciendo por lo bajo. Se sentía un pelotudo, estaba hecho un tarado, un trapo de piso y algo tenía que cambiar. Miró a su alrededor tirando el celular sobre la mesa y tomó la taza de café. Sólo para darse cuenta que esa misma taza era la favorita de Renato, porque según él mantenía más el calor. Cuando miró a su alrededor, todo absolutamente todo le hacía acordar a Tato. Las fotos en la pared del living, todas las camperas y buzos que se había olvidado alguna vez en el departamento que quedaron en el perchero al lado de la puerta, el último libro que Renato le prestó para que leyera porque era muy bueno y tenía que leerlo sí o sí. Los platos, los cubiertos, esos sillones que tanto les costó subir por las escaleras. Su vida estaba rodeada e invadida por Renato, porque así era él, así tan presente, tan increíble. Gabriel se sintió ahogado y sin aire, podía notar la soledad sobre sus hombros, necesitaba salir de ahí rápido para poder dejar de pensar. Tomó el primer abrigo que pudo agarrar junto con su mochila -casualmente un buzo de Tato- y, dejando su café a medio terminar abandonó el departamento, apurado por respirar el aire frío de la mañana.

Como Balas Perdidas (Quallicchio One-shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora