hermanos

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Estamos programados para que no nos gusten nuestros hermanos.

Así lo aseguró Edvard Westermarck quién sentó las bases del efecto homónimo que se basa en la premisa probada de que aquellas personas que han convivido juntas desde la infancia tenían muchas menos posibilidades de sentir atracción por el otro llegados a la pubertad.

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