CAPÍTULO 5

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Mira, mira lo que Hagakura trajo a mi camino! -Susurró una voz oscura.
-¡¿Princeps, qué carajos haces aquí?! -
-¿Esas son maneras de tratar a tu hermano pequeño, Rexis?
-Creo que dejé de tener hermanos o familiares cuando el Tyrano pateó mi culo fuera de Feldespatos... -Dije irónicamente, mientras mi hermano se apoyaba de modo indiferente en un árbol de secouya.
-¡Por Hagakura, Rex, sabes que el Tyrano es dramático! Creo que notó que había exagerado cuando no apareciste por ningún lugar, cuando mando a buscarte. -Él se puso derecho y pasó su mano izquierda por su espeso cabello negro.
-¿Qué mierda haces aquí? Y suéltalo antes que me cabreé, no tengo tiempo para toda esas chorradas del suspenso que, parecen gustales tanto a ti y al Tyrano. -Dije inquieto, mientras mi compañera se revolvía junto a mí.
-¿Tienes familia? -Susurró ella.
Sip, y aquí era cuando todo se complica, pensé.
<<No le mientas a nuestra Jaruna>>, gruñó mi Saurio.
Princeps me sonrió, asintiendo en mi dirección. Siempre había tenido la habilidad de saber cuándo estábamos en problemas y ésta era una de esas ocasiones.
-Siento interrumpirlos, pero tenemos compañía y asuntos más grandes que resolver -dijo mi hermano pequeño, señalando hacia el cielo sobre nuestras cabezas y mirando sobre mi hombro izquierdo.
-¡Karamushi!
Princeps se encogió de hombros y saco su espada desde su espalda, ella se prendió en llamas, mientras decía.
-No creo que quieras que juguemos al modo antiguo, ¿cierto?
Los ojos de Kamany se abrieron ampliamente.
-¡Fuego, fuego...! ¡Sin piedras negras...! ¿Cómo es eso posible?
¡Mierda!, juré por lo bajo. Mientras en el cielo una bandada de pterodáctilos venían directo hacia nosotros. La montaña que, estaba en la dirección desde la que habíamos venido, expulsaba una gran nube gris con llamadas rojas y cielo se había oscurecido notablemente.
<<¡Casa! ¡Proteger a Jaruna!>>, Mi lado cambiaformas traqueteaba contra.mi cráneo.
-¿Qué tan mal están las cosas, Prince?
-La mierda está más oscura que culo de Kumiyi, Rex, hay que largarnos de este puto lugar.
Si mi hermano estaba decidido a jurar tan vilmente, entonces era porque estábamos literalmente muy jodidos.
Uno, dos y tres pterodáctilos lanzaban sus garras hacia mi hermano, él cortaba por la mitad sus intentos y decapitaba sus cabeza como un eficaz verdugo... Él podría ser una rareza entre los nuestros, con su incapacidad de poder transformarse, pero en cuanto aprendió los rudimentos de las armas en nuestro reino... Se volvió imparable.
-¡A morir, cabrones, qué Hagakura tenga piedad de sus almas! -Gritaba Prince en son guerrero.
El filo de mi espada también atravesaba piel, músculo, cartílago y hueso... Dejando un reguero de sangre. En medio de la bandada que aún nos quedaba por exterminar, yacía una muchacha de cabello rojizo... Atrapada entres las zarpas de su captor.
Mis ojos se abrieron desmesuradamente, ese cabrón era Garimay... ¿Qué mierda hacía aquí?
Prince corrió, haciendo un camino entre cuchillazo y estocada en medio de las filas de pterodáctilos para llegar a la muchacha.
Garimay tiró a la chica hacia la zanja más cercana, donde ella cayó despatarrada y con un ligero golpe en la nuca. El enemigo de mi pueblo se alzó sobre sus dos patas y creció, fortaleciéndose en ancho y largo, con músculos masivos y tensos.
Prince miró hacia mí y con un asentimiento imperceptible en concordancia en nuestro plan. A la cuenta de tres, saltamos y nuestras espadas llameantes golpearon el cuello de la bestia que, en un alarido sordo retrocedió, dando manotazos. La cabeza cayó en el suelo dando tres rebotes, esos ojos furiosos quedaron enfocados hacia la nada.
Prince se apresuró hacia la muchacha, le dió un par de palmaditas en la mejilla, pero la chica no daba muestras de reacción.

*****

-Tenemos que llevar a Jumary a un lugar seguro -dijo la Jaruna de mi hermano.
<<Compañera>>, susurró una voz. Miré sobre mi hombro buscando la mirada de Rexis, pero noté que él me fruncía el ceño interrogante.
-Por supuesto -Le respondí, tomando a la chica inconsciente entre mis brazos. Mi hermano asintió, guiándonos hacia una cueva algo alejada y oculta a simple vista.
A mi cabeza llegó el recuerdo de mi padre en su lecho, pidiendo por el regreso de su primogénito. Se había salvado por la bondad de Hagakura de la muerte que había planeado su segunda esposa. Por causa de ella -Karimi- que, en alianza con el clan Garichay habían tramado derrocarnos.
Mis ojos continuaban desviándose hacia la pequeña pelirroja, mientras Kamany hacia un emplasto de hierbas que traía en un pequeño morral, atado a su cadera.
Los ojos de la chica revolotearon, tratando de reconocer su entorno hasta que se toparon con los míos.
<<Compañera, Jaruna, Compañera, Jaruna>> , gritaba esa voz desconocida en una letanía maravillada.
Incrédulamente retrocedí, hasta que una palmada en mi espalda freno mi huida.
-¡Felicidades, Princeps!
Me liberé del contacto y salí de la cueva, sintiendo como la tormenta se desataba tanto dentro como fuera de mí.

Una compañera para el T-Rex (Inédita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora