CAPÍTULO 7

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Sus manos me alzan en un abrazo cálido, donde las manos se deslizan por mi espalda y se fijan en mis nalgas haciendo que, mis piernas se envuelvan alrededor de sus caderas. Mi piel y la suya se juntan como piezas que calzan a la perfección, mientras mis uñas raspan su cuero cabelludo. Nuestras frentes se tocan, apoyándose para mantenernos en el último jirón de la cordura y él suspira diciendo:
-Creo... -se aclara la garganta-. Creo que deberíamos frenar un poco, mi pequeño huracán, quiero que cuando nos vinculemos por primera vez, sea en un lugar mejor que  apoyándote contra un árbol.
Mis hombros se tensan, pudo sentir la corteza dura contra mi espalda y el modo en que mi vestidura está subida sobre mis muslos, mostrando aquel trocito de tela que separaba mi piel de la desnudez absoluta.
Llené de aire mis pulmones, mientras retrocedía un poco... Mirando a mi alrededor, donde los truenos rasgaban el cielo y la lluvia rodaba ruidosa por las ramas.
Todo se había intensificado, a lo lejos podía ver al gran dios del volcán echando humaredas. Un tirón de conciencia me hizo recordar que, tal vez yo hubiera sido la ofrenda... si el monstruo no hubiera arrasado con mi tribu. -Suspiré-. Sabía que no estaba bien pensar que había salvado la vida a costa de la muerte de alguien más. Siento como la mano de Rex se desliza por mi hombro, es algo áspera, -pienso, cuando mis ojos se quedan fijos en esas grandes garras negras-.
<<¡En nombre de Gaia, es él! ¡Es él!>>, Grita mi mente.
Sacudo mi cabeza, haciendo un gesto para que él me suelte. Lo hace con delicadeza y antes de tocar la tierra puedo sentir su dureza... Que me pone más tensa ante nuestras diferencias.
Mi mente sigue empujándome a correr como el infierno y mis hombros se hunden, pero me niego a acobardarme.

***

Los ojos de mi Jaruna se han endurecido, se cruza de brazos y retrocede... Distanciándose de mí. Mis manos se mueven automáticamente con la intención de impedirlo, pero al verla palidecer... Me encojo como si ella me hubiera pateado en el estómago.
La voz de mi Saurio es muy suave, casi como si pretendiese calmar a un ser asustadizo:
<<¿Jaruna? ¿Jaruna, por qué te vas? ¿No nos aceptas? ¿No hay Jaruna para nosotros? ¿Hicimos algo mal?>>.
La voz de mi lado cambiante se hace cada vez más pequeña... Hasta que siento mis rodillas débiles. En ese momento ella pregunta:
-¿Por qué los mataste? Kumeny, Cumiky y Suamita... Ni siquiera a ellas las personaste... ¿Quién eres? -Mi Jaruna retrocedió con voz desgarradora.
-Ellos las cambiaron por víveres con los hombres de Garimay, a todas ustedes -Gruñí-. ¿Cómo podría perdónarles? ¡No les importó que fueran parte de su tribu! ¡Les importó un ojo de Kurachi que, ustedes fueran sus hijas, tías, madres y hermanas! -Mi puño chocó contra una voluminosa roca a mi derecha, que se partió a la mitad.
Los ojos de mi Jaruna no dejaban de derramar lágrimas y se tiraba del cabello con sus pequeñas manos.
-¿Dónde están? -me preguntó entre hipidos.
-No lo sé, Kamany, sólo llegué a tiempo para impedir que te llevarán y ver a uno de ellos escapando con la muchacha entre sus patas.
-Se llama Jumary, deja de decir la muchacha.
-Está bien, Kamany.
-Me mentiste desde el principio -Ella negó con su cabeza.
-Yo iba a explicarte todo... -dudé-. Sólo estaba buscando el momento indicado.
-Me mentiste.
-¿Y qué querías que hiciera? -Le pregunté, alzando mis manos, frustrado-. No era como si pudiera decirte: "¡Oye, muchacha estoy loco por ti! Eres mi Jaruna, corramos hacia el horizonte para ser felices con una gran familia que sólo tú puedes darme" -Me doy una palmada en la frente, como si hubiera olvidado algo-. "¡Oh! Por cierto, creo que deberías saber que soy un cambiaformas saurio, así que tendremos pequeños T-Rex correteando a nuestro alrededor".
-Eres un monstruo y un asesino. ¡Y quiero que te quedes jodidamente lejos de mí! -Siguió diciendo ella, como si no me hubiera escuchado-.
-¡Yo jamás te haría daño! -Susurro casi sin voz.
-No quiero tener nada que ver contigo. ¿Me entiendes?
-Sí, lo hago.
-¡Solo mantente malditamente lejos de mí...!
El sonido de un aplauso nos hizo girar hacia la fuente del ruido, una sonrisa blanca llenaba los labios del tipo rubio que, nos miraba con sus ojos entrecerrados... Se me heló la sangre.
-¡Qué bonito espectáculo! ¡Tan tierno y lleno de dramatismo! ¡Lástima! -Dijo burlón antes de hacer crecer su cuerpo al doble de su tamaño normal y sus garras se expandieron como enormes cuchillos cerrados de un verde tóxico, acumulando poder... Mientras se nos acercaba.
Puse mi cuerpo delante de Kamany, mientras intentaba transformarme, sólo mis garras se mostraron... Tan negras como la noche. La lluvia seguía cayendo con un agorero designio y mi Saurio no respondía a mi llamado.
-Por mierdas como esas, nosotros no buscamos tener una compañera -masculló entre dientes mi enemigo, antes de darme un zarpazo que abarcó desde mi pectoral hasta mi cadera-.
-¡¡¡Rex!!! -gritó mi Kamany, mientras corría hacia mí.
-Estoy bien... Kamany. ¡Tranquila!
-La sangre que sale de tu boca no piensa lo mismo -Susurró ella, temblorosamente.
-¡Oh, qué dulce,  una compañera preocupada! -Tronó entre carcajadas el tipo para luego, escupir con asco en la tierra mojada-. Ahora, tú morirás, Kamany Argentis... Sí, sé quién eres... Tú y hermana ya no serán una molestia para mí...
-¿Hermana?
-Dí buenas noches, Kamany.
-¿Qué?
<<¡¡¡Jaaaruuunaaa!!!>>, Bramamos mi Saurio y yo con una sola voz, protegiendo a nuestra hembra con nuestro propio cuerpo. Sentí la dureza y el ácido ardiente del golpe...

*****

En un golpe seco el cuerpo de Rex cayó, todo estaba tan lleno de sangre. Un gran corte le abría el vientre por la mitad, sus músculos estaban separados y sus intestinos se desbordaba de él como si no pudieran sostenerse en su lugar.
-¡¡¡Rex, Rex, Rex! ¡Despierta, cabezota! ¡Por Gaia, despierta! ¡Tú dijiste que nunca me abandonarías!
Sentí el zarpazo que atacó mi espada, el golpe que impactó en mi hombro, las garras que me agarraban por el cabello y se apretaban en mi cuello junto con un par de lágrimas que se deslizaban por mi ojos.
-¡Te ordené decir buenas noches, Kamany! -Susurró con la voz de un amante, el gigante rubio de dos metros y helados ojos celestes.
<<¿Quién eres>>, pensé al borde de la inconsciencia.
-Soy tu peor pesadilla -respondió a mi pregunta, mientras me lanzaba contra un arce, el mismo contra el que Rex me había besado.
-Pero primero debo tirar la basura -Sonrió hacia mí, mientras levantaba su zarpa derecha en dirección hacia rex, que yacía pálido. Sus garras crecieron aún más grandes y brillantes con un color azul antinatural.
<<¡Vamos a morir!>>, pensé.
<<Jaruna, huye>>, susurró una voz débil.
<<¡¿Rex?!>>, pensé mirando hacia él, pero mi unikamichi seguía sin dar señas de vida.
<<¡Jaruna, vete!>>, gruñó la voz.

Una compañera para el T-Rex (Inédita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora