CAPÍTULO 1

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Estaba cansada de ser siempre la que se quedaba atrás. La que podía comer solo aquello, que nadie quería y después de todos, es decir, las sobras.
<< ¡Por los cielos de Gaia, yo soy quien recolecta ese alimento!>>, Pensé.

Los gritos y el crujido de huesos interrumpieron mi faena de seleccionar hojas medicinales para hacerle una cataplasma a la hija del de jefe.
Sentí el aullido del hermano de la mujer del jefe, ese que tomaba mi cuerpo para su placer a menudo y a la mañana siguiente, ni siquiera volteaba a mirarme como señal de reconocimiento a mi mera existencia.
Volteé asustada y frente a mí el hombre fue descabezado de un mordisco, a parecer había estado siguiéndome de nuevo cuando ningún miembro de la tribu, lo veía.
Mi culo topó inmediatamente el arbusto que estaba examinando.
La bestia abrió sus fauces, enseñándome una rueda de colmillos que se coloreaban de baba y sangre.
S

í, y podía ver uno de los ojos castaños de Malek atascado entre los dientes del T-Rex.
Tragué duro, quedándome inmóvil y como la gran chamán de la tribu había enseñado haces muchos días, cuando era yo niña aún.
Ella había dicho que todo Inwit debía saber aquello, incluso una errante como yo, pues en mi calidad de huérfana sólo era alguien periférico en la tribu.
Jaricha llegó rodando al chocar con un montículo de piedras, colapsó a un metro y medio del monstruo que tomó su cabeza en el aire y la agitó como un montón de paja, los chasquidos de sus huesos al romperse era horribles. Sabía que no podía hacer nada por esa mujer, así que huí como si los dioses del volcán me persiguieran para ser un sacrificio.
Corrí tan lejos y tan rápido como me permitían mis pies desnudos.
Mis pulmones se contraían y extendían como un cuero de tambor.
La cueva estaba vacía, ella había servido como refugio para nosotros desde que, aprendí a dibujar los días importantes en la pared. Ya no habría más memorias comunitarias aquí
<< ¿Qué haré, ahora?>>, me repetía a mí misma, abrazando mis rodillas en ese rincón que me habían dado desde el inicio, cuando Kayami me trajo aquí, diciendo:
-Kamany, este será tu lugar. Yaru y Manay fueron muertos por el gran Pterodáctilo y yo estoy a pocos inviernos de reunirme con tu Kayapi. La tribu de Jarichay te aceptará, sé respetuosa y haz lo que te digan.

***

Mi hembra corrió cuando saqué del camino a otro obstáculo, su aroma se había confundido con el de la hierba y la tierra arcillosa de la región.
Había estado semanas vigilando a sus captores; ellos se atrevieron a tratarla con falta de respeto.
El macho que decapité con mis dientes, osó tocó lo que me pertenece. Como todo saurio, jamás podría perdónarle la vida Él era indigno en todos los sentidos, ni siquiera había hecho el amago de reclamarla cosa que, yo no hubiera permitido -Sentí la sonrisa curvar mis fauces-.
He pasado al menos cien años terrestres buscando a mi compañera destinada. He aguantado un sinfín de mierda: luchar con otros depredadores, sólo es una mención de ello.
Vengo de un mundo donde todo ha sido extinguido, incluso la posibilidad del futuro destruir a aquellos que entraban en mi territorio, es sólo un hecho de la vida. Así que imaginen mi sorpresa cuando encontré a mi hembra destinada
Ahora, acecho lo que es mío y siento la sonrisa formarse en mis fauces; el olor del miedo impregna el camino hacia mi hembra, porque lo es desde que su olor llegó a mi sentidos.
Sigo las pistas, hojas y ramas rotas... Puedo vislumbrarla escondida en una cueva y gruño triunfante, mientras mi cuerpo se enciende de deseo, respondiendo a la llamada del ciclo de apareamiento que en su cuerpo se ha desatado.
Me ve destapar con mi pata izquierda aquellas cortezas y ramas amarradas que servían como tapa para la entrada.
<< ¡Mierda!>>, Pienso, <<<mi tamaño no me dejará entrar.>>
Alzo mi cabeza:
Escucho el bosque... Libre y seguro. ¡Bien!
Huelo a mí alrededor en busca de enemigos escondidos... Nada al frente, lados y retaguardia. ¡Doble acierto!
Relajo lentamente mi cuello, columna, miembros y aseguro mis potentes patas traseras para lo que se aproxima.
El desgarrar de carne me recorre de punta a cabo, al igual que el rugido que remece el follaje y árboles. Mi tamaño disminuye poco a poco, percibo los pies de cinco dedos tocar la tierra húmeda. Nunca me he detenido a reflexionar en lo milagroso de ser un cambiaformas saurio, pero ahora doy las gracias a la diosa por gran maravilloso regalo.
Me muevo lento, casi probando mis pasos y el movimiento del cuerpo que lo acompaña. La soledad y defensa me ha obligado a permanecer en mi forma defensiva, pero ya no más. Mi hembra, me espera. Ella me traerá paz y alegría, o eso es lo que yo creía, hasta que vi un manojo de rizos morenos caer sobre mí, armada con un puñado de ramas, gritando: ¡Muere, maldito bastardo!

Una compañera para el T-Rex (Inédita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora