3-CONVENTO MALDITO

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CONVENTO MALDITO

          El convento siempre ha sido y sigue siendo estricto, las normas que la rigen no se pueden faltar, o de lo contrario te encerraran en la celda hasta que aprendas a comportante como una monja o sacerdote ejemplar.

Desde que tengo memoria, no me ha gustado este convento, mas por sus reglas que por el hecho de que es un convento. A los niños nos levantan a las 6:00 AM, tendemos nuestras camas y nos vamos a la capilla a rezar, luego nos metemos a bañar y después de estar bañados y vestidos, desayunamos huevo, pan y un vaso de leche. De nuevo vamos a la capilla a rezar para agradecer a Dios por la comida que nos otorgo.

Recibimos clase de Latín y Hebreo, cuando ya manejamos las dos lenguas, empezamos con el ingles y el Portugués, las clases más agobiantes eran las de historia y religión. Al mediodía íbamos a la capilla y luego almorzábamos y otras vez a la capilla. De 1 a 3 de la tarde hacíamos las tareas pendientes y de 3 a 4 dormíamos la siesta y de 5 a 6 limpiábamos los cuartos y luego teníamos una hora para bañarnos y planchar el uniforme e irnos a dormir.

Cuando cumplimos once años, nos separan niñas de niños y a partir de ahí, no podíamos intercambiar palabra. Yo seguía al pie de la letra las reglas, de mi nunca tenían queja o de lo contrario iría a la celda.

Todo cambio cuando cumplí quince años, un chico vestido con sotana me pregunto angustiado, que en donde estaba la oficina de la madre superiora, me quede en silencio, de verdad se veía angustiado y no creí que señalarle por donde era, cambaría el rumbo de mi vida.

-por allá-le dije y me aleje. Iba a subir a los cuartos, pero las monjas aparecieron en ese momento y me pidieron que las acompañara y les obedecí, pero cuando vi a donde nos dirigíamos, supe qué algo andaba mal y creía saber porque.

Me colgaron del techo con cadenas por mucho tiempo, pero cuando me soltaron, tenía las manos hinchadas y moradas. Me mojaron y me pegaron con cinturones, la ropa quedo hecha trizas y me despojaron de lo que quedaba de ella, me acurruco en una esquina pidiéndole a Dios que me perdonara.

Por el reflejo vi la ropa negra, subí la cabeza y mire, que era el chico que buscaba a la madre superiora, el que me había metido en problemas, o problema en el que me había metido yo sola, por desapegarme a las reglas. Se sienta a mi lado y me acurruco mas, no me daba confianza y menos, cuando empezó a frotarse el rosario entre las piernas.

Cerré los ojos para no mirar, su mano fría me toco y abrí los ojos, me jalo de las piernas y se hundió en mi, grite de dolor. Puso mis manos arriba de mi cabeza, mientras me penetraba, yo gritaba para que me escucharan pero nadie venia, seguro la monjas sabían lo que iba a pasar.

Algo caliente se rego en mi interior y me soltó, pensé que había terminado y me aleje.

-ya estas purificada, el mal se ha disipado de tu cuerpo-me tapo la cara por la vergüenza-mas nunca romperás las reglas-le respondí con todo el rencor que llevaba adentro, que el también había roto las reglas y no lo estaban haciendo sufrir de esta manera.

-esta es una prueba para saber si eres digna de llevar el habito. Antes no lo estabas, ahora sí-me abrazo con fuerza, era intenso el odio que sentía, que le escupí y me pego por eso. Me acariciaba con el rosario mientras me obligaba a hacerle una felación, y casi vomito con todos esos fluidos que se esparcieron en mi boca.

Las monjas regresaron para bañarme y colocarme las ropas ceremoniales. Al regresar, la única en notar mi ausencia fue Teresa, la monja encargada de mi cuidado, al verme sus ojos se pusieron llorosos, como si supiera lo que me había pasado. La abrazo con mucha fuerza, en verdad necesitaba una madre, que supiera cómo me estaba sintiendo.

Jardín MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora