23. Las verdades de Nora

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El objetivo de Nora

Luca y yo recorrimos la ciudad durante la madrugada

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Luca y yo recorrimos la ciudad durante la madrugada. Al primer lugar que fuimos, por supuesto, fue al descampado de Hochtown donde me asesinaron, pero Penélope no estaba ahí.

Los dos teníamos la sensación de que no íbamos a encontrarla con vida, así que mientras pasaron las horas y descartábamos los puntos más decadentes y excelentes para descartar cuerpos, más frustrados y tristes nos sentíamos.

Lo único que se me ocurrió fue que él se la hubiese llevado demasiado lejos como para encontrarla dentro de los kilómetros que comprendía la parte importante de la ciudad. Pero las horas se nos pasaban rápido y Luca y yo nos detuvimos en un parque desierto, pensando que no nos alcanzaría el tiempo para revisar los alrededores más lejanos.

—Puede habérsela llevado aún más lejos —suspiró él.

Me dejé caer en un banco. Ya no sabía qué hacer ni en dónde buscar. Ahogué un grito frustrado en mis manos y me repantigué sobre el asiento de cemento, mirando al cielo como si de pronto me fuese a llegar alguna mágica idea.

—¿Y si vamos a buscar tu bota? —sugirió Luca, medio minuto después—. Para tener más pruebas.

Me entró un escalofrío. Ya había visto suficientes muertos el día de hoy como para recordar otra vez lo que había sentido el día de mi muerte. Ciertamente no quería hacerlo, pero la posibilidad de que eso me diera alguna señal de dónde podría haberse llevado a Penélope, me hizo reconsiderarlo.

—Mierda —gemí—. Realmente no quiero hacerlo —agregué, tapándome la cara con las manos otra vez—. Pero por ella...

—No tienes porqué hacerlo si no quieres —me dijo, caminando hasta mí. Cuando me quité las manos, vi su expresión mortificada—. Podemos seguir buscándola en otro lado.

Suspiré.

—Es que ya no se me ocurre en dónde. Tienes razón en que puede darnos pistas. Nuestra misión es encontrarla con vida —añadí, pero con pocas esperanzas. Él a mi me había matado muy rápido. No dudaba que hubiese hecho lo mismo con Cassandra y con Teresa. Penélope, siguiendo esa lógica, ya podía estar muerta.

Con un movimiento ligero, Luca me corrió un poco las piernas y se sentó a mi lado. No dije nada, porque sabía que iba a hablar. Pero se tomó su tiempo y me dediqué a mirar el cielo, apenas coronado por las copas de los árboles, preguntándome qué iba a recomendarme.

—Sabes... Si ella llega estar muerta...

Apreté los labios cuando empezó, pero me contuve. Con cada segundo que pasaba, más estaba segura de que Penélope no estaba con vida.

—Si ella llega a estar muerta, Serena, si no la encontramos a tiempo... Esto no será tu culpa, ¿está bien? La culpa siempre la tendrá él.

—Lo sé —dije, poco convencida de mí participación en el asunto, aunque la parte lógica de mi cerebro me decía que obviamente la culpa la tenía el malnacido ese.

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