Under pressure

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Comida caliente.

Refugio.

Un buen abrigo.

Nunca dejar de avanzar.

Esas cuatro cosas se encuentran siempre presente en la mente de Akaashi mientras recorre los helados caminos, con un viejo rifle colgando de su hombro y la capucha sobre su cabeza. El frío viento chocaba contra su rostro y sus pesadas botas se hundían bajo la nieve, pero no era algo que le incomodase demasiado, en sus 21 años de vida ya había tenido tiempo mas que suficiente para acostumbrarse al invierno constante que asolaba la tierra.

Sabía, debido a los comentarios de algunas personas mayores con las que había tenido el agrado de cruzarse, que antes de que el mundo se volviera la fría esfera que era ahora solían haber cuatro estaciones que cambiaban a lo largo del año. Una de ellas, el invierno, la había experimentado durante toda su vida, pero el solo escuchar hablar sobre las maravillas del verano y la primavera era suficiente para que su corazón se llenará se ilusión ¿Podría alguna vez sentarse a disfrutar del calor abrasador del sol, o ver el maravilloso color verde de las plantas que florecen bajo su luz? Probablemente nunca fuera así, sus simples deseos no podían salvar al mundo.

Divisó a los lejos las ruinas de un viejo edificio que probablemente hubiera servido durante la guerra como cuartel, no estaba en buenas condiciones, pero era perfectamente capaz de mantenerse en pie unos cuantos años mas. Apresuró el paso y en poco menos de diez minutos se halló de pie frente a la estructura, se adentro entre las ruinas y subió por las escaleras hasta el siguiente piso donde se hallaba lo que parecía haber sido una oficina, la única habitación intacta dentro del lugar. Abrió la puerta y no bastaron más que un par de segundos para que dos cabezas pelirrojas se asomaran desde detrás de un mueble, los rostros sonrientes de un par de hermanos que se habían vuelto su vida entera.

-¡Akaashi-nii! -La pequeña niña de 10 años pronto estuvo frente a él, envolviéndolo en un afectuoso abrazo de bienvenida, entre esos pequeños brazos que le proporcionaban incluso más calidez que el más abrigado de los suéteres.

-Es bueno que ya estés de vuelta, Akaashi-san, Natsu te echaba mucho de menos -El joven de 16 años se acercó también, dudoso sobre si debería unirse a la demostración de afecto. -Y siendo honesto... Yo también lo hice.

Ah, ahí estaba, su motivación para seguir adelante.
Los hermanos Hinata, Shoyo y Natsu, sus niños. Akaashi no tenía hijos ni hermanos, y ciertamente no poseía parentesco alguno con los pelirrojos, pero cuando los conoció hace 6 años le fue imposible volver a separarse de ellos. Él había sido un niño también en ese entonces, pero nunca se arrepentiría de haber querido cuidar de ellos, eran su luz, los rayos de sol que hacían soportable el invierno.

¿Que seria de él si alguna vez los perdiese?

Haría lo que fuese con tal de jamás tener que averiguarlo, incluso si costase su propia vida.

-Entonces... -Comenzó a decir el mayor de los hermanos. -¿Que tal te fue allá afuera, Akaashi-san?

-Conseguí algo de carne cazando, pero nos quedan apenas 30 piezas de carbón, pronto habrá que visitar alguna ciudad, quizás consiga hacer tratos con algún comerciante.

-Tal vez podría acompañarte a cazar la próxima vez, mientras mas carne consigamos, mejor nos irá con los comerciantes.

-Shoyo, se que quieres ser de utilidad, pero ya sabes lo que opino al respecto -No quería ser duro con él, pero serlo era su trabajo. -Afuera es peligroso, nuestro mundo siempre lo ha sido, y tanto tu como Natsu deberían evitar salir mas de lo necesario... sabes que te necesito aquí cuidando de ella.

Nieve escarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora