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"De pronto se me ocurre pensar que estoy a punto de encontrar una verdad importante de la vida, pero me convierto en una ausente. Se me viene a la mente el recuerdo de un poeta que conocí en mi adolescencia, diciéndome: 'la muerte es un estado de ausencia temporal'. La imagen en mi mente es difusa, no logro definir realmente si fue un recuerdo o un sueño, o en vez de un poeta un sicólogo..."

En los últimos segundos, Victoria observaba toda la habitación con una claridad distinta. Se había percatado, después de tantos años, que el cuadro que colgaba de la pared era casi una pesadilla. Se llamaba "La Procesión". 

Nunca había detallado más allá de la luz que alumbraba, en todo el centro del cuadro, una oscuridad casi absoluta. Pero en ese momento (¿por qué en ese preciso momento?), vió el cuadro en toda su magnitud. Era un campo completamente llano, sin árboles, arropado por una oscuridad nocturnal sin estrellas. Una vieja lámpara de gas alumbraba el centro del rito. Alrededor de ella, y en semicírculo, se encontraban más de veinte hombres vestidos de negro, con mirada diabólica, con la cara pintada de blanco y con la boca abierta de una manera sumamente exagerada. 

El viento recio y lúcido que entraba por la ventana la hizo desistir momentáneamente de su mirada. La ventana continuaba abierta como la había dejado minutos antes, sólo que ahora el viento bailaba dando vueltas y girando con la cortina y el ventilador de techo. Sobre la mesa de noche la luz de la lámpara titilaba sombríamente. La cama tenía sobre sí algunos cd's de rock, recortes de revistas y periódicos, viejos vestidos, algunas fotografías y por allí, reinando entre tanto desorden, estaba la carta, tranquila y estática, como si pudiera por sí sola soportar el viento y el titilar de la lámpara sólo para poder ser vista una vez más por Victoria.

Ausencia TemporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora