II

77 9 0
                                    


"...Últimamente me ha pasado que las imágenes que gotean de mi mente se reproducen distorsionadas, como si un anciano gigante y pestilente arrojara al suelo millones de rompecabezas que yo, ingenuamente, tendría que armar para recuperar mi cordura mental, o al menos una postura, pero en vez de eso sólo lograría armar un rompecabezas híbrido con partes de aquí y de allá..."


Ese día, o en esos últimos días, Victoria había salido de su casa para llevar flores al cementerio. Su madre cumplía ocho meses de muerta, y esos meses habían sido los más confusos; no podía pensar con claridad, ni tomar en cuenta esos pequeños detalles que parecían tomar una relevancia total, pero que después terminaban convirtiéndose, de manera inexplicable, en obsoletos pensamientos fugaces. Por eso, esa mañana no se alteró al percatarse que había demorado más en llegar al cementerio, aun cuando había seguido la misma ruta de siempre; ni tampoco se turbó cuando entró al cementerio con otra ropa distinta a la que se había puesto minutos antes de salir de su casa.

Atravesó la calle desierta y silente del campo santo, dejó atrás las parcelas de los Rodríguez, las de los Martínez, la escultura de un arcángel mirando al cielo con la mano levantada y unas cuantas tumbas más carcomidas por la nostalgia y el peso de los años. Se detuvo frente a la tumba de Isabel Beltrán, su difunta.

Estaba abrazada por el polvo y unas cuantas hojas de cují, acompañada por una triste rosa marchita que inmediatamente fue cambiada por unos cuantos tulipanes.

Victoria comenzó a contarle, como quien tiene la firme certeza de que es escuchado, las cosas patéticas que estaban sucediendo. Le contó cómo después de su muerte su hermana se había dado a la tarea de humillarla ante las demás personas; le contó cómo la menospreciaba y la insultaba con gritos estremecedores que terminaban derrumbándola sin consuelo; le contó cuantas noches había llorado encerrada en su habitación al no aguantar más. Pero no le contó que al final parecía estar muriendo lentamente en una vida precaria.

Ausencia TemporalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora