❝ TRICKSTER - PRÓLOGO ❞

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❝ — Quiero influir en esa brecha, no sabes cuánto. Pero.. ¿cómo hacerlo si influir hacia el bien implica dejarte desprotegido? ❞

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TRICKSTER

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TRICKSTER.
(GURESHIN)



Guren estaba harto. Le enfermaba el no saber qué significaban aquellos sueños que tenía recientemente. Se decía a sí mismo que la respuesta llegaría pronto, que se presentaría frente a sus ojos si era paciente, si pensaba con la cabeza fría.

Pero no podía. No era capaz de mantenerse tranquilo sabiendo que todo en su cabeza era un completo caos en ese momento.

No estaba siendo capaz de desempeñar su cargo como Teniente Coronel como era debido. Su mente estaba en otro sitio, y aunque siempre había sido del tipo que se saltaba reuniones y luego pedía resúmenes, ahora mismo no era capaz siquiera de eso.

Suspiró con pesadez, exhalando todo el humo del cigarrillo que tenía entre los labios, observando como el dañino vapor se perdía en el ambiente nocturno.

— ¿Guren?

Esa voz. Esa suave, cálida e irritante voz.

— ¿Qué quieres, Shinya? Es tarde.

El albino se mantuvo de pie, inmóvil, aunque Guren no se había volteado a verlo, casi podía imaginar a la perfección la curvatura de sus labios en una mueca.

De todos modos, ¿qué hacía el Hīragi a esas alturas de la noche en el balcón de su oficina? Él no lo había citado. ¿Qué clase de imbécil acordaría un encuentro a las cuatro de la madrugada cuando se estaba ocupado perdiéndose en recuerdos y cosas que le atormentaban?

Sus hombros se tensaron con levedad al oír los pasos del albino acercándose a él. Shinya se posó junto a él en el barandal, pero a diferencia de Guren, él estaba dándole la espalda al paisaje, apoyando sus antebrazos en el metal. Guren también apoyaba sus antebrazos sobre la barra, pero mirando en dirección opuesta.

— No podía dormir, así que fui por un vaso de agua —soltó inclinando su cabeza hacia atrás, mirando el estrellado cielo. Si algo bueno había causado el apocalipsis y la destrucción de la civilización y ciudades, era la disminución de la contaminación lumínica y ambiental—. Mientras caminaba noté que la luz de tu oficina seguía encendida. Entré a apagarla pensando que habías olvidado hacerlo tú. Pero ví el ventanal abierto, y aquí estoy —explicó sonriéndole con cierto deje de triunfo exagerado—. ¿Qué haces aquí, de todos modos?

— Eso no te importa. Largo —Guren dio otra calada a su cigarrillo.

Como Guren sospechó en silencio con anticipación, Shinya no se inmutó ante su brusca respuesta. Más bien, parecía divertirle.

— ¿Eh? ¿Para que sigas contaminando tus pulmones solo? No lo creo.

El pelinegro soltó de golpe todo el humo que había inhalado hace apenas unos segundos.

— Vete a dormir, Shinya.

— No me pidas que..

— No fue una petición —interrumpió alejándose del barandal y soltando lo que quedaba de su cigarrillo, lo apagó pisándolo—. Largo de aquí.

Hubo un segundo de silencio. El albino pareció pensar durante unos momentos en las palabras del Teniente Coronel y su autoritario tono de voz.

Shinya analizó el perfil de Guren, que se veía de un leve tono platinado gracias a la iluminación de la luna, mientras notaba en su frente una pequeña arruga, señal de su ceño fruncido.

No era esa la primera noche que pasaba por fuera de su oficina y veía las luces encendidas a altas horas de la noche, también había descubierto a Guren fumando veces anteriores, le había reprendido por ello, reclamando que no era bueno para su salud. Pero como respuesta tan solo obtuvo insultos. Y no podía negar el hecho de que lo notaba distante, estaba alejándolo a él y a todo el mundo, siendo mucho más malhumorado de lo usual.

Unos días atrás había decidido confrontarlo, decirle que aquella actitud no lo llevaría a ninguna parte, que tan solo se aislaba a sí mismo. Pero cuando lo interceptó luego de terminar una misión, sintió una opresión en su pecho al notar que su mirada era diferente. Estaba vacía, carente de la decisión y confianza que lo caracterizaban. Un nudo se formó en su garganta al verlo de esa manera, y no fue capaz de decirle nada. Tan solo se quedó ahí, estático, viendo como el pelinegro pasaba de él y le decía que no tenía tiempo para sus bromas.

Aquella noche fue él quien no pudo dormir bien. Habían pasado años en los que no veía esa mirada en Guren, demasiado tiempo sin que él mostrara aunque fuera un pequeño atisbo de debilidad en su persona.

El Ichinose siempre había sido alguien que manejaba sus emociones a la perfección, sabía mantener la calma cuando era necesario. Y cuando no también.

Pero hubo una época en la que fue capaz de verlo derrotado, de oírlo llorar durante las noches cuando creía que nadie estaba despierto, de ser testigo del derrumbe de todos los muros que había construido a su alrededor.

La época en que la perdió a ella.

Su primer y gran amor, Hīragi Mahiru, quien ahora residía en lo más profundo de su ser y en lo más apartado de sus brazos.

El albino se tensó. Un sudor frío recorrió su espalda al momento en que esa idea surcó su mente.

— Guren, ¿Acaso ella..?

— Oh, no tienes idea, hermanito.

Y en ese momento, Guren perdió el conocimiento.

𝐓𝐑𝐈𝐂𝐊𝐒𝐓𝐄𝐑   ▮₊̇ °   GURESHIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora