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Después de la última timbrada del día, Jeon Jungkook se dispuso a olvidarse completamente de la escuela, a sus 17 años ya esta esperando que toda esta mierda acabe. Con la mochila al hombro y un inmenso deseo de llegar a casa, recorrió los pasillos de la escuela secundaria Belgrano. Se detuvo unas calles más adelante, en una esquina tras la espalda de un hombre de estatura normal, Jungkook era un poco más alto que él, de cuerpo esbelto bien tonificado, y cabellera oscura desarreglada por el pasajero viento pero parecía que ya lo llevaba así. Lo conocía.

Parecía esperar a que el semáforo diera verde. Él menor levantó una pierna y le dio un ligero toque al trasero voluptuoso con su zapatilla desgastada, debía admitir que era difícil dejar de ver el trasero de aquel sujeto. El hombre –que más que hombre era un joven de 23 años y se llamaba Park Jimin– se volteó y dos pequeños ojos color miel se fijaron en el sorprendido muchacho esmirriado, de camisetas siempre demasiado grandes y nariz demasiado grande. Jimin frunció el ceño, pero sonreía porque se percato de quien era.

— No tienes nada mejor que hacer que andar pateándole el trasero a la gente, ¿no es cierto? –Tantos cigarrillos en su adolescencia le habían dejado una voz ligeramente rasposa. Aunque cautivadora. Jungkook fingió confusión, colocando un dedo sobre los labios en aparente ingenuidad.

— No sé de qué me hablas. –La inocencia perfecta, le gustaba molestar a su hyung cada vez que podía – ¿Vas a algún lado? –preguntó a continuación, con suma curiosidad dejando que quedara atrás lo que había hecho.

— No es que te importe, –dijo Jimin haciéndose el distraído, mirando hacia el cielo templado –pero voy a comprar el último juego de Final Fantasy. Salió a la venta hace dos días.

Ahora sí lo miró. Oh, cómo le gustaba tomar por sorpresa a ese chico de cabellos oscuros. Verlo abrir los ojos con estupefacción y la boca caída. Sigue teniendo frenillos, Jimin sonrío de lado. Tres meses más y hola sonrisa perfecta. Conocía a ese malcriado, no vivían muy lejos del uno del otro.

— ¡No jodas! ¿Por qué no me enteré?

Ese “no jodas” sonó como el siseo de una serpiente olisqueando una jaula nueva. Había escupido un poco al hablar. Cayendo residuos en la mejilla del mayor, que hizo una mueca de asco.

— Bueno, ahora lo sabes –Jimin vio que ya podía cruzar la calle y señaló la otra esquina con la cabeza, siendo amigable – ¿Vienes?

Jungkook se desinfló como un globo.

— No puedo –dijo y agitó un bolsillo –vacío –de su campera para dar a entender el motivo, el dinero no estaba disponible para el menor que lo gasto. Él mayor disimuló no desilusionarse mucho.

— Oh –no lo consiguió. No era buen actor. ¿Por qué no era buen actor? Trágalo, tierra.

— Posiblemente pueda pedirle a mamá algo la semana que viene, cuando cobre –mencionó encerrando sus manos en ambos bolsillos, encogiéndose un poco de hombros. Mirando a su hyung, podía notarse lo desilusionado en sus ojos miel.

El año pasado habría estado cerca del llanto berrinchudo, pero con el divorcio de sus padres… pues se había acostumbrado a esperar por las cosas, especialmente las que involucraran dinero. A veces no podía ni hablar de eso porque su madre encontraba cualquier cosa que le recordaba a su ex esposo, se ponía a llorar y Jungkook se sentía una bestia por haber pensado en pedirle dinero.

Y tan incapaz se sintió de conseguir el videojuego ese día que no notó el sonrojo de Jimin consecuente de su desliz, cosa que él mayor agradeció en silencio.

The night of the dance ❀ 국민; KookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora