En el año de 1899 al norte del mundo, en una humilde comunidad pescadora donde el clima no favorece a sus residentes, donde el sol abandona toda esperanza de brillar, los habitantes suelen pasar la mayor parte de los días nublados, la nieve le gusta visitarlos muy arduamente, los ríos se congelan esforzando así la pesca, las callen se llenan de nieve, en invierno suele llegar a menos veinticuatro grados centígrados. En aquella pequeña comunidad las personas han sabido vivir con aquel clima, son alegres y sus tragos los calientan, sus hombres se esfuerzan por traer la comida cada día y las mujeres hacerse cargo del hogar y de sus niños, pero no todos los niños tienen un hogar donde calentarse por las noches, niños que han quedado huérfanos y son olvidados por la sociedad, tratados como animales. En las tardes, el mercadillo abría y los comerciantes brindaban sus productos. En este invierno el clima había sido tan fuerte que los precios habían subido, pero parecía no importar desde la distancia, una pequeña pareja se encontraba alejados, era una chica y un niño, por el porte el niño no tenía más de diez años y la chica dieciséis a diecisiete años.
—No creo que sea buena idea, Mara —dijo el niño pequeño con su nariz sucia de tierra, llevaba una gorra campera muy grande que se le resbalaba de su pequeña cabeza, debajo de ella, dorados cabellos castaños relucían, su ropa parecía gastada y un poco sucia.
—Lo será, yo haré la parte más difícil, ya sabes que hacer — dijo la chica colocándole bien la gorra al niño.
El niño de la gorra asintió y corrió al otro extremo de calle, una vez ahí le hizo la señal con el pulgar arriba a la chica, la cual le devolvió la señal de confirmación. Mara se dirigió a un puesto de carne seca y pescado. Un hombre con una abundante barriga estaba detrás del mostrador de comida, llamando a la multitud.
—¡Hola! —Saludó con una sonrisa— ¿me vendería carne seca y pescado, amable señor?
—¡Largaos de aquí! —Dijo el hombre con un horrible acento— muchacha mugrienta, solo espantas a mis clientes.
—Tengo kroner de sobra —se quejó Mara.
—Muéstrame y te venderé —dijo el vendedor sin mostrar mucho interés. —¡Oh sí! Espere, ya lo busco —comenzó a buscar entre sus bolsillos del abrigo que llevaba puesto.
—¡Ya lárgate, mocosa, no me hagas perder tiempo! —Dijo y siguió llamando a la multitud.
La chica se molestó, se acercó al mostrador, agarró lo primero que pudo (una bandeja llena de papas) y las tiró al suelo. La expresión del vendedor, primero fue de asombro, luego de rabia.
—¡¿Qué crees que haces, mocosa?! —Gritó el vendedor acercándose a la chica, que no se movió de donde se encontraba, muchas personas alrededor vieron y se acercaron a observar que pasaba.
El vendedor comenzó a gritar muchas obscenidades a Mara, le hacía gestos de que recogiera lo que había botado, Mara de igual manera le devolvía sus insultos. Mientras todos estaban reunidos alrededor de Mara y el vendedor, el niño se había estado acercando detrás del mostrador, al llegar sacó un pequeño sacó y comenzó a llenar lo más rápido que podía de comida. Nadie se había fijado del niño hasta que un hombre alto y robusto muy desaliñado grita.
—¡Hey un ladrón!
Mara palideció, el vendedor voltea y ve al niño hurtando sus alimentos, y corre para atraparlo, pero Mara le cruza el pie al vendedor, este cae encima del mostrador y lo derriba. El niño sale corriendo con su saco lleno de comida, pero al hacerlo su gorra se le cae, al mismo tiempo el vendedor se levanta e intenta atraparlo, el niño al darse cuenta de que su gorra cae al suelo regresa a recogerla. El vendedor le atrapa el brazo con su enorme mano, el niño logra agarrar su gorra, pero no logra zafarse de la mano del vendedor, en eso Mara lo embiste haciendo caer al vendedor y este soltó al niño, Mara se levanta, agarra el saco y al niño. Ambos huyen del lugar.
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Kurs: La Búsqueda
ActionEl Universo es tan antiguo que guarda secretos incompresibles, el mejor guardado es la existencia de unos seres ancestrales, capaces de crear galaxias enteras, estos son los Kurs. Seres inmortales que han vivido tanto que la misma existencia ha olvi...