Hermandad

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Mara corría y golpeaba cada puerta por la que pasaba, una a una parecía que las personas se levantaban, llegó el punto en que se detuvo cansada de correr, tocó fuertemente una puerta con sus nudillos, escuchó ruido y se alegró.

- ¡Lárgate de aquí! – dijo una voz masculina que provenía del interior de la casa – ¡no queremos problemas!

- ¡Si, vete! – lo acompañó una voz femenina.

Mara vio alrededor y se percató que estaba sola, nadie iba a salir a ayudarle, de seguro ese grupo era fijo y los habitantes evitaban conflictos. Tenia que irse de ese lugar como sea, aún sentía sangre en su boca y... Aksel... ¿qué era de Aksel? ¿seguiría vivo? No podía perder a Aksel, era lo único que tenía. Pero tenía que irse de ese lugar, pero Aksel era su amigo, su hermano, su única compañía...

Se refugió de vista de cualquiera en una esquina, su respiración subía y bajaba rítmicamente, sudaba a pesar del frio, suspiró largamente y tomó valor, debía regresar, tenía que irse, pero con Aksel y buscar a su padre como se lo había prometido, una fina lágrima corrió por su mejilla hinchada, recordó la primera vez que vio a Aksel.

Era verano de 1889, el clima estaba muy hermoso en Trondheim, Noruega. Una pequeña niña corría con un molde pan por las calles, detrás de ella venían 2 tipos con un garrote de madera en sus manos.

Mientras corría su pasado también la perseguía, nacida en la calle literalmente, su madre era una prostituta que quedó embarazada y no sabía quien era el padre. Dio a luz con ayuda de una amiga, una vez fuera de su vientre, la dejó en un bote de basura. La bebé lloraba con una fuerza inusual a su edad, sus llantos eran muy fuertes, una vieja viuda de 85 años de nombre Rosal, oyó el grito y acudió a su rescate.

Rosal al comienzo la quiso dejar en manos de la iglesia católica, pero había rumores sobre pedofilia y la pequeña tenía una sonrisa muy cautivadora, aunque tenía ya sus años encima quiso criarla y verla una jovencita, la nombró Mara Ellinor Stortrand Blom por su abuela. Rosal estaba muy contenta con la pequeña, era muy obediente e inteligente, al primer año ya hablaba como un niño de 3. La dulce anciana le enseñó todo lo que sabía, a los 4 años Mara ya escribía y hablaba como un niño de 10, la inteligencia de la niña, llenaba de orgullo a la dulce anciana.

Pero no todo era felicidad, Rosal tenía 3 hijos Egil, Georg y Frida, desde el momento que conocieron a Mara la odiaron. Rosal tenía una pequeña fortuna por parte de su difunto esposo y sus hijos esperaban como lobos hambrientos que Rosal muriera.

Cuando Mara cumple 6 años uno de sus hijos el del medio Georg, la visitó una mañana, como siempre bien vestido, lo más elegante, pero poseía una fea actitud hacia Mara como a Rosal. En el almuerzo la dulce anciana comentaba tan alegre:

- ¿Cómo le vas en su nueva casa? Y mi nieto ¿por qué no la trajiste?

- No quiso venir – dijo Georg fríamente mirando su plato – ¿qué es esta porquería, madre?

- No seas maleducado, lo hizo Mara con mucho esfuerzo – le dedico una cálida sonrisa a Mara y esta se sonrojó – creo que está muy rica.

- Como sea... se me quitó el hambre

- Vienes desde muy lejos, deberías comer un poco, hijo.

- Cállate. Mejor dime si ya tienes todo listo para lo que nos toca de la herencia.

- No se sabrá nada hasta el día que muera – dijo tan tranquila la anciana.

Kurs: La BúsquedaWhere stories live. Discover now