Capítulo 11: Dos bandos

7 0 0
                                    

Olga subió hacia la azotea. Buscó a Kai con la mirada y lo encontró en la esquina de la barandilla, con el francotirador apoyado en el suelo. El cielo tenía los colores propios del inicio del amanecer: tranquilos, desaturados y hermosos. Qué curioso, justo como era Kai.

Pese a que el ruido de la puerta le había comunicado que alguien había entrado, el chico dio un respingo al verla. Estaba sorprendido. A ella no la esperaba. Sobre todo, después de la charla que habían tenido hacía casi una semana. O, para ser más honestos, la discusión airada.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —preguntó ella.

Kai giró la cabeza hacia la calle.

—Quería alejarme un poco de la hostilidad de Sonia. Cuando se pone de esa forma, puede ser muy hiriente.

Olga no dijo nada. Supo a qué se refería. El asunto delicado de la enfermedad de Kai y el echárselo en cara cuando en realidad no era culpa de él. De verse visto en la situación de Kai, era probable que ella también pidieran que la ayudasen.

—No le hagas caso. Ya sabes cómo es.

Kai no respondió, perdido en sus pensamientos, y entonces se le ensombreció el rostro.

—Deberías bajar. Seguramente Wallace te esté esperando.

El tono mordaz de Kai le gustó demasiado, y tuvo que reprimir una sonrisa. Ladeó la cabeza. Qué atractivo era. El vello facial rubio se distribuía de forma elegante y proporcionada por su rostro. Lo más probable es que recortara la barba cada día con mimo.

¿Sería por ella? ¿Querría cuidarse para intentar llamar su atención?

—No te preocupes por Wall. Estoy aquí contigo, ¿no?

Kai giró la cabeza hacia ella, confuso. Entre ambos todavía pululaba la sombra de la discusión. Ella había sido fría y dura con él, y le había dicho cosas dolientes que a Kai se le habían reflejado en los ojos.

Para qué negarlo, la discusión y los celos de Kai le habían sorprendido, de una forma muy grata.

Habían salido una noche los dos y una lluvia torrencial les pilló de lleno. Decidieron resguardarse en un entresuelo abandonado y allí, entre miradas y respiraciones cedieron a la pasión. Se quedó en eso, en algo que ambos recordaban, pero que no comentaban. ¿Por qué iban a hablar sobre ello? Había sucedido sin más, pero no tenía importancia. El caso es que a esa noche le sucedió otro encuentro cuatro días más tarde, y tampoco decidieron controlarse. ¿Por qué iban a hacerlo? Eran dos personas en el fin del mundo. Necesitaban contacto, aunque fuera por unos instantes.

Lo que Olga no supo fue que el chico empezó a tener una especie de cuelgue, y cuando la vio salir del despacho de Wallace varias veces, sospechó. Sospechó que no era el único para ella y quiso pedirle explicaciones, terminando en una discusión en el último piso de la comisaría. Olga le había contestado con rudeza que no se hiciera ilusiones, que sólo buscaba divertirse y que era muy libre para hacerlo y que si no le gustaba, no era necesario que volvieran a hacer nada. Kai, con el orgullo magullado, había dado media vuelta y se había largado. Olga, viendo cómo se iba, sonrió. Al fin algo interesante dentro de aquellas paredes grises y frías.

Fue entonces cuando decidió que iba a seguir forzando la situación. Y que Kai, pese a no estar de acuerdo, volvería a caer.

—¿Quieres algo?

NUEZ VACIAWhere stories live. Discover now