Capítulo 17

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Que Lexa le hubiese dejado el domingo entero para poder centrarse en la pintura y así no distraerla le había servido bastante poco, por no decir que no le había servido de nada. Daba igual que la chica no estuviera ahí físicamente, su mente se empeñaba en rememorar una y otra vez cada uno de los besos que habían compartido y la dejaba con ganas de más. Con ganas de volver a ver a aquella chica y a la sonrisa que la acompañaba siempre que sus miradas de encontraban. Ganas de hacer reír a aquel pequeño de ojos grises y de olvidarse de todo lo demás.

Lo que ya llevaba meses arrastrando se había multiplicado por mil en el último fin de semana, y no sabía hacia dónde se dirigirían desde ese punto, pero le daba igual. Dejarse llevar, eso iba a hacer, y que fuese lo que fuese lo construyeran juntas. Estaba convencida de que Lexa pensaba exactamente igual que ella. Aquellos sentimientos les habían pillado por sorpresa a las dos, y quizá ninguna estaba preparada del todo para aquella conexión que se había desarrollado en tiempo récord, pero no importaba, no cuando todo alrededor sobraba cuando estaban juntas.

Se había pasado gran parte de la tarde del domingo intentando concentrarse en el lienzo, pero no había hallado la forma después de varias horas, así que simplemente decidió que sería mucho más productivo simplemente tumbarse en el sofá y ver alguna película mientras esperaba a que Raven y su interminable interrogatorio, que ya se sabía casi de memoria, hiciesen acto de presencia. No ocurrió hasta prácticamente la hora de cenar, su amiga se presentó pasadas las ocho de la noche con cara de estar horriblemente cansada y una caja de pizza para compartir, porque ya eran demasiados años compartiéndolo todo y la castaña sabía perfectamente cómo funcionaba: si le daba algo que le gustase, obtendría lo que quería a cambio.

La chica se acercó al sofá, dejando la caja de pizza sobre la mesa que tenían frente al mueble, y fue corriendo hasta la puerta de su habitación desde donde lanzó la bolsa que llevaba con la ropa que había utilizado durante el fin de semana en casa de Luna y, para cuando volvió, ella ya le había hecho un hueco a su lado.

—Bueno, empieza a desembuchar —fue el único saludo que obtuvo por su parte y la miro con una ceja levantada en silencio—. Vamos, Griffin, no te hagas la dura, cuéntame cómo fue.

—Tú también me tienes que contar qué tal te ha ido con Luna, no te creas que te vas a escapar—le advirtió, y la chica hizo un movimiento con la mano, como dando a entender que no le importaba en absoluto pero que, por favor, comenzase a relatar—. Fue increíble, Rave, increíble.

—¿Increíble nivel cuando te liaste con el capitán del equipo de waterpolo en tercer grado? —preguntó completamente emocionada, y tuvo que aguantarse la carcajada que estaba a punto de escapársele con la cara que puso cuando negó suavemente con la cabeza—. ¿Más?

—Cuando me lie con el capitán del equipo de waterpolo se queda en mediocre comparado, te lo aseguro —y ella no solía presumir de el buen besar de sus amantes u otras cualidades que podrían ser destacables, pero es que no sabía cómo no hacerlo con Lexa, no cuando todavía podía sentir el calor de su boca contra la suya, y la intensidad de su verde observado desde tan de cerca.

Dios, es que podía sentirla a ella entera.

Vuelve a la tierra, Griffin.

—¿Cómo pasó? ¿Te besó sin más? —quiso ahondar más en el tema, e incluso cambió de postura y se sentó a lo indio quedando completamente cara a cara con ella.

—La besé yo —confesó sin más, y debía reconocer que hasta se sintió un pelín ofendida por la expresión de gran sorpresa que adoptó la profesora.

Come HomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora