Capítulo 3

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Una noche para hacer recuerdos.

NOV 4

Vale, tenía dos cosas importantes que hacer. La primera, recuperar mis cosas; la segunda, pensar en cómo hacerlo. Algo muy fácil realmente. Solo tenía que recorrer las dos cuadras hasta la casa del hombre, tocar el timbre y decir "Hola, he dejado mis cosas." El pequeñísimo detalle era que me moría de vergüenza simplemente por tener esos breves recuerdos de la noche anterior... ni quería imaginar cómo me pondría al verlo de nuevo.

Sin pedir nada de comida, salí del establecimiento temblando un poco, por nervios y por frío. Debía ser fuerte si quería evitar que mis documentos y demás pertenencias se extraviaran. No sabía qué clase de hombre era él; y si me guío por lo que vi en su apartamento, no es alguien despreocupado de la vida.

Caminé evitando a los peatones y a mis pensamientos negativos. Para lo que no estába preparada fue para el encuentro con el guarda de seguridad que me preguntó a cuál apartamento iba y el nombre del propietario. Yo sabía que era la tercera torre de la izquiera, y el apartamento número 8-4. ¿Cómo se llama el hombre? Según mi yo ebría, su nombre era Bailarín. ¿De parte de quién? ¡Oh, pues, mira! Dile que es de parte de la chica con la que ayer que se pasó de copas...

¡Que desastre!

Si no hallaba una solución pronto, golpearía mi cabeza contra la pared. Aunque eso provocara que mamá y los de la agencia de modelaje me matasen. El hombre de traje azul me pidió que me retirara ya que no sabía ni qué decirle, así que así lo hice. Me senté muerta de frío en la acera de enfrente como para no levantar sospechas. Desde mi lugar podía verlo sentado, con la cabeza metida en el celular y riéndo. Era un ser cruel y sin compasión que prefería que yo estuviera congelándome ¡solo porque ni sé a que apartamento voy! Hasta que mi momento llegó...

¡Entró al baño!

La verdad es que intuía que era el baño. Lo importante es que entré muy, demasiado rápido, o lo que los tacones me permitían, rogando que tuviera un gran malestar estomacal y no me viese. Al estar dentro del ascensor, caliente y agitada, me arrepentí de mis deseos hacia el hombre que solo trabajaba, pero me di una estrellita mental por ser de las mejores corredoras del mundo en tacones.

Ahora el mayor problema. ¿Cómo le digo?

Hola, soy la chica de ayer... dejé mis pertenencias, serías tan amable de darmelas.

Hola, dame mis pertenencias.

Buenos días, he dejado mis cosas, ¿por favor me las devuelves?

Buenas, traigo un domicilio de helado. No se preocupe, señor, puede pagarme con un bolso lleno de objetos... especialmente si es el mío.

Llegué a la puerta, suspiré y acerqué mi dedo al timbre. Justo cuando me arrepentía de presionarlo, escuché un sonido muy familiar a traves de la puerta. ¡Mi teléfono! Me apuré a tocar el timbre una, dos, tres y

-¡Ugh, otra vez este maldito celular sonando! ¡Ya voy, ya voy, maldita sea, ya escuché el timbre! - Avergonzada, me alejé rápidamente de la puerta y me inspeccioné para saber si había algo mal en mi atuendo. Carraspeé la garganta cuando escuché la puerta abrirse. - ¡Es que nadie puede tener una resaca en paz!

- Yo... uhm... hola...

-¡Elizabeth! No te esperaba... la verdad sí, tu celular no ha dejado de sonar desde que te fuiste. Algo así como tu bendición llorando por su mami.

Confused (Saga ¡Mi bebé! Libro1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora