Pesadillas [Garycato]

11

—Todos estos años jugando a ser un hombre de bien, jugando a tener una vida feliz y perfecta, ¿Valieron la pena?

Dime Avocato.

¿Valió la pena traicionarme?

Avocato escupió un puñado de sangre a la cara del tirano y una sonrisa se dibujo en su rostro.

—Valió Cada maldito segundo.

Lord Comander limpio la sangre de su rostro, camino lentamente hacia su lúgubre trono y encendió una pantalla.

—Lo preguntaré de nuevo.

En la pantalla se veía a little Cato dentro de una celda, en un lugar que Avocato no lograba reconocer.

¿Valió la pena, Avocato?
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Gary era guiado por un grupo de cazarrecompensas hacia la zona contraría a la que Avocato había sido llevado, tres hombres custodiaban y apuntaban con sus armas al humano.

—Bien, Gary, recuerda el entrenamiento— se dijo a sí mismo.

Rápidamente se giró hacia el primer hombre y barrió el piso con sus pies, haciendo que este cayera al suelo, al instante Gary se puso de pie y le dió un puñetazo al hombre al lado, tomando su arma y antes de que el último pudiera si quiera reaccionar este ya le había disparado, repitió la fórmula con los dos hombres en el suelo, neutralizandolos al instante.

—Bueno, eso fue más fácil de lo que esperaba.

Con un arma en mano Gary se dirigió hacia el lugar al cual se habían llevado a su esposo, dispuesto a volarle los sesos a cualquiera que se pusiera en su camino, necesitaba respuestas, y las necesitaba ahora.

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—¿Donde está el E-351?

Avocato desvío la mirada hacia un lado, no estaba dispuesto a hablar.

—Mira Avocato, el trato es sencillo , dame a "mooncake" y tú muerte no será tan dolorosa.

—El acabará contigo.

—¿El?
¿De quién hablas?
Nadie puede acabar conmigo Avocato.

—Gary, tú no lo conoces, el es muy fuerte, pudo conmigo y podrá contigo.

—No me compares contigo Avocato, yo soy diferente, yo soy casi un Dios, tu solo eres un imbécil que tiene algo de fuerza, en cuanto al idiota ese, el ya está bajo mi poder.

Al instante el comunicador de Terk emitió un sonido.

—Señor, el humano se dirige hacia aqui, al parecer escapó.

—...

—Terk.

—¿Si, señor?

—Dijiste que querías el antiguo puesto de Avocato, ¿no es así?

—Asi es señor.

—Pues, es todo tuyo.

Al principio todo lo que se reflejó en el rostro de Terk fue felicidad, pero al instante cambio por miedo y desesperación, estaba elevado en el aire y su cuello se ajustaba a cada segundo.

—Jamas debí cometer el error de brindarle tanto poder a uno de mis subordinados.

El cuello de Terk emitió un ruido sordo, estaba muerto.