CAPÍTULO 03.

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—Sigo sin entender porque hacemos esto.

Don no se guardaba la negatividad para él solo, eso no me ayudaba a bajarle al estrés.

Aparte de que dice eso pero él mismo condujo hasta el centro comercial.

—Porque somos buenas personas, y tenemos curiosidad y tiempo libre.

Le contesté con simpleza; prestándole más atención a las blusas que hay en los maniquíes, no me sabía ni la talla de Avril.

—Además, ella es caliente —agregó Morgan.

Un dato menos importante, pero era su motivación.

—Lamento desilusionarte pero haciendo esto no vas a lograr nada con ella —afirmó Don dándome una camisa azul pequeña, igual que Avril—. Esto seguramente le queda.

—No hago esto para dormir con ella —de inmediato me defendí—. Quería tirarse de un puente, estaba borracha y seguramente drogada también. Tenia moretones, estaba medio desnuda. ¿Qué se supone que iba a hacer?

—Uh, ¿llamar a la Policia? —sugirió el geniecillo.

—¡Claro! ¿Como no se me ocurrió? —me salió del corazón darle un golpe a mano abierta en la nuca, él se quejó—. ¡Fue lo primero que pensé! Pero ella me suplicó que no lo hiciera, no quería ni que la llevara a su casa.

—Ya, entonces te pareció lo mejor llevar una adicta, desconocida, y que salvaste de matarse a nuestra casa —me regañó.

Buscaba entre los pantalones alguno que pueda ajustarse a las piernas delgadas de Avril. Era un asco en esto.

—De todas las cosas estúpidas que he hecho —sacudí la cabeza—. Al menos la ayudé, quien sabe donde estaría ahora.

—¿A donde carajo se fue Morgan?

Giré a mi izquierda y noté su ausencia, luego Don y yo nos miramos confundidos, entonces escuchamos que la voz del susodicho llamando nuestra atención.

—¡Oigan, chicos!

—Ay, no —murmuré tapando mi cara de pena.

Morgan sujetaba unas pantaletas rojas en su entrepierna haciendo un baile supuestamente sensual que lo que le provocaba era vergüenza de andar con él.

Entonces se nos acercó una empleada bajita con cola de caballo, y nos preguntó si venimos con él.

—Nop —contestó Don.

—Jamás he visto a ese chico en mi vida.

No le dimos tiempo de que nos preguntara otra cosa y nos alejamos para seguir buscando, luego el tarado de mi hermano se nos unió reclamando que lo dejamos solo en medio se su tontada.

—Nos avergüenzas —le regañó Don.

—Ok, me rindo —dejé en su respectivo lugar un pantalón blanco que según yo podría quedarle pero a la vez, no lo creía—. Esto es imposible.

—Creo que llevarle un short es más fácil —propuso el menor de los tres.

—Te apoyo... Yo sé que lo dices para ver sus piernas —asentí—.Pero te apoyo.

Cerca habían unos ganchos con diferentes modelos de shorts, tomé los que me parecieron más decentes, porque la mayoría parecían lencería.

Solo porque tardaríamos todo el día buscando un pantalón que no le quede como cortina.

Antes de pagar se me ocurrió ir por un suéter para ella, sus heridas son muy visibles y es mejor taparlas lo mejor que se pueda.

Sobrevivimos a las compras, primer logro del día.

EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora