CAPÍTULO 08

61 6 2
                                    

Todo era borroso para mis ojos. Avril estaba tensa, mi postura era la de una roca. Con la mandíbula tensa, los puños apretados, una vena que se me escaparía de la frente.

De pronto me entró un fuerte impulso por saltar sobre él y hacerle polvo todos los dientes que presumía en esa sonrisa malévola de hijo de Satán.

Le odiaba. Era odio puro lo que sentía por él.

Me analizó descaradamente, se me cruzó la posibilidad de que no me reconociera, o que en su defecto ni recordara quien era yo. Lo creía capaz de la segunda, la conciencia de ese chico no existe.

Dejé de parecerle interesante, fue ahí cuando desvío la mirada hacia Avril. Le sonrió. Una sonrisa sin dientes, amigable, muy bien actuada.

Como si fuera el Dios de la casa, Zahid abrió los brazos y se llenó el pecho de orgullo.

—¿Y mi abrazo, hermanita?

De reojo noté que Avril titubeó antes de avanzar como un robot y dejarse abrazar por él. Mientras la rodeó con sus brazos mantuvo la mirada fija en mi, con curiosidad e intriga. Pensé que no estaba acostumbrado a no controlar quien entra y quien sale de su propia casa.

Su propia casa. Eso me creó otra pregunta. ¿Sí vivía ahí, por qué llegaba con maletas? ¿Acaso estaba de viaje?

—Creí que llegabas en la noche —dijo Avril. O eso creía. Porque su voz se había transformado totalmente. Débil, aguda, sumisa.
—Yo igual, ¡y aquí estoy! —exclama con animo. Yo me mantengo serio, intentando disimular que quiero que ruede su cabeza—. Maddie... ¿no nos presentas?

Ella reacciona y se dirige a mi tomandome del brazo con confianza, instintivamente me aparté, pero me bastó un segundo para pensar que era mejor que Zahid no notara eso. Me enderece y me quedé quieto junto a Avril.

—Este muchachote es Reagan —dijo con algo que parecía orgullo—. Mi escolta.

Zahid arrugó la frente.

—¿Desde cuando tienes escolta?

—¡Te has perdido de mucho! —ríe forzosa—. Papá lo escogió para mi, por protección.

Él me miró entornando los ojos, como haciendo sus propias conclusiones en su mente.

—¿Segura que te servirá? No parece de... excelente calidad.

Ya va, creo que no estuve prestando atención. ¿Hablan de mi o de un filete?

Tuve que intervenir.

—Sí alguien se acerca a la Señorita Maddie acabará seis metros bajo tierra —solté con el tono típico de un militar, como si fuera experto en esto. Rezando para que no me delataran los nervios.

Zahid no se mostró convencido, pero asintió en dirección de su hermana y sonrió con una chispa de algo que no descifre, pero que enmascaró con cariño.

—Solo quiero lo mejor para ti, Maddie... —se le acercó y acarició la mejilla de Avril con el reverso de su mano—. No dejaremos tu seguridad en manos de cualquiera, puedo encontrar a alguien bien capacitado que...

—¡No, gracias! —sonrió ella—. Reagan es perfecto.

Ja, en tu cara imbécil. Soy perfecto.

Lo que pasó después fue un pequeño duelo de miradas entre Zhaid y yo. Traté de ser inexpresivo, parecer profesional y que lo único que quería era hacer mi trabajo.

Detecté duda en él. Automáticamente desconfiaba de mi, y eso era peligroso.

Si iba a sumergirme en esos líos tendría que mejorar mis habilidades para mentir. No había de otra.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 03, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

EscándaloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora