Viento de arena

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Esa noche le costó mucho conciliar el sueño, no paraba de darle vueltas la cabeza. Todo estaba yendo demasiado rápido, no había tenido tiempo para pensar en algo y tenía miedo. Estaba solo, no tenía familia ni amigos y por si fuera poco, su hogar había quedado totalmente destruido. Ahora estaba en la habitación de un hostal, dando mil vueltas en la cama, en una ciudad que no le quería allí. Antes, el policía le había dejado bien claro que debía marcharse de la ciudad cuanto antes sino quería pasar el resto de sus días tras las rejas de prisión.

Otra cosa que no podía sacarse de la mente era Esparanza, esa chica peculiar que destacaba entre todos los habitantes de la ciudad como si fuera un pequeño rubí entre una montaña de granos de arroz. Sus ojos le habían hechizado. Esos grandes ojos rosados, esa mirada con destellos de curiosidad en las pupilas totalmente dilatadas... Debía dejar de pensar en ella, más bien, debía dejar de pensar en todo y dormir si al día siguiente quería seguir explorando la ciudad. Sí, había decidido quedarse. ¿Qué más le daba si no tenía a dónde ir?

~

Despertó de golpe, una pesadilla había estado atormentándole toda la noche. Tardó varios minutos en reponerse del susto y miró por la pequeña ventana del hostal. No debían ser más de las ocho de la mañana porque los niños y los adolescentes se dirigían a sus respectivas escuelas, y los adultos iban a trabajar. Esperó a qué las calles estuvieran clamadas para salir a investigar, no sabía muy bien a dónde ir, así que con el paso lento, John fue observando todo con detenimiento.

La ciudad parecía una especie de desierto, no porque no hubiera casi nadie en las calles, sino porque el suelo estaba cubierto de una arena que hacía sonar cada uno de los pasos que daba. Los edificios y las casas eran muy cuadradas y eran del mismo tono marrón claro que la arena del suelo. Hacía un poco de aire, cosa que impedía que viera todo con claridad porque el viento levantaba una polvisca molesta para los ojos.

Alguien le llamó la atención, era el policía que el día anterior le había arrestado. Quería explicarle su situación para que entendiera que no tenía un lugar en el que vivir, pero sabía que si el policía se le acercaba le llevaría de nuevo a comisaría, así que por esa razón aceleró el pasó. El policía se apresuró para alcanzarlo.

- ¿No te dije que debías irte? - dijo apretando la mandíbula y dirigiendo la mano disimiladamente hacia la parte del cinturón donde tenía las esposas.

- No tengo a dónde ir, si dejara que me quedara en la ciudad... S-sé que no empezamos con buen pie y como puede ver yo no nací con el poder de mi madre, por lo tanto, no soy un peligro para nadie...- John soltó con cautela estas palabras.

- Ayer mencionaste qué querías venganza, eso sonaba a amenza - el policía arqueó una ceja en señal de duda.

- Estaba muy asustado porque me encarcelaste sin razón alguna y fue lo primero que me vino con tal de defenderme - le explicó sin estar del todo seguro si le creería o no.

Mientras mantenían esta conversación, un grupo de gente se había congregado a su alrededor por mera curiosidad. Entre todo ese montón de personas se encontraba Esperanza que lucía una mirada preocupada.

Esperanza no había asistido a clase para poder ayudar a su padrastro en el taller. Había visto como la gente se situaba alrededor de un par de personas y decidió ir a ver que pasaba. Estaba preocupada, una de las dos personas era el chico que siguió el día anterior, esperaba que no le echaran de la ciudad, quería conocerle.

El policía cedió al final y le dijo a John que podía quedarse, pero que si intentaba hacer algo lo iba a pagar caro.

Esperanza se acercó al muchacho rápidamente, le cogió de la mano y se lo llevó de allí. Una vez estuvieron lejos le preguntó preocupada:

-¿Estás bien? ¿Qué ha pasado?

- Ayer me detubo sin motivo y hoy quería hacer lo mismo... Pero no te preocupes, estoy bien y creo que no volverá a molestarme.

- ¿Tienes hambre?

- Sí... ¿Pero no deberías estar en el instituto? - preguntó John con mucha curiosidad.

- Sí, pero tenía que ayudar a mi padrastro en el taller - una sonrisa se le dibujó en el semblante pálido y preocupado - Ven, te llevaré a un lugar donde hacen buena comida.

John se dejó guiar por toda la ciudad hasta llegar a un restaurante llamado Jellyfish, nombré que sorprendió al chico.

El hijo de MedusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora