La entropia de los semi-humanos, como le llamaron desde el gobierno, se alzó con fuerza cuando Daichi, con 23 años, permanencia al escuadrón de asalto y seguridad publica quienes eran el mayor contingente de control por aquel entonces. Los robots de asistencia— cuyos sistemas en base a un singular numero de análisis milimetrados determinaban quien era una potencial amenaza sin vacilaciones morales— se expandían en uso a la par de los dirigentes sindicales del bajo mundo engrosaban sus listas de seguidores. El pueblo proclamaba a viva voz por las calles sus exigencias: abajo el sistema fascista, libertad a los semi-humanos, abolir la esclavitud de los mismos. Y esas mismas avenidas que en un pasado aceptaron la igualdad del ser ahora eran campos de batalla a muerte. Banderas, lacrimógenas, balines de goma...sangre, palizas, detenciones, fusilameintos a la vista de cualquira.
Daichi sabia que todo aquello podía empeorar pues el caos busca la forma de crecer y extenderse, no obstante lejos de acobardarse, calzaba su casco, su arma de asalto y salía junto a sus compañeros a restablecer el orden. Su posición dentro de la guerra le impedía expresar su propia opinión al respecto porque decir lo que pensaba le enviaría al patíbulo como tantos otros a los cuales vio fenecer. Aun así, en medio de la amargura y la desnaturalizacion de la vida, él seguía considerándose un ser humano con sentimientos , empatía y razociono capaz de separar lo bueno y lo malo desde su perspectiva, que no conjugaba precisamente con la que promovían las autoridades.Por ello decidió intervenir aquella tarde entre el niño de pañuelo cubriendo medio rostro con una molotov en la mano y el robot asistente que lo mataría. Pues era una potencial amenaza para la estabilidad social.
Lo era a los ojos del robot, a los ojos del oficial, seguía siendo un niño ante una mala decisión.
Lo ultimo que recuerda es ver al pequeño asustado sollozando, con manchas de sangre en el rostro, la vista nublándose y su cuerpo a medias en la espalda de un desconocido. Había humo con olor a combustible, gritos, gente corriendo, más disparos...y todo a su alrededor se tornó oscuro y frío. El Ángel de la muerte fue por él.
Pero no era cierto. No murió aquella tarde salvando a un niño, en realidad renació como un nuevo ser.Que le llamasen "Perro Sawamura" paso de ser un certero y despectivo insulto recordandole su pasado de policía a un nombre que toda la resistencia respetaba. La persona que no le dejo a su suerte en la calle se llamaba Kuroo Tetsuro o mejor conocido como "el gato bastardo de Tokio" general de los rebeldes ,quien después de estabilizar su malogrado cuerpo hecho jirones y añadir los trozos faltantes con órganos y extremidades roboticas, le tomo prisionero para sacarle información sobre los planes y estrategias del gobierno. Les era imposible mantener un interrogatorio sin tratar de matarse, pues ambos se llenaban de recriminaciones de los viejos recuerdos que compartieron de niños. Cada uno había seguido un camino totalmente diferente y al encontrarse otra vez no se reconocieron en los sueños que planearon hacer realidad de adultos. Kuroo había sido semi- humano desde los 10 años y no perdonaba a Daichi por no apoyar su lucha. Daichi tenia sus razones, sobrecogedoras para pertenecer al bando enemigo que Tetsuro se negaba a oír. Hasta que Akaashi, el jefe de la división de inteligencia, les encerró en la oficina de interrogatorios con una carpeta de documentos sobre sus vidas para que resolvieran sus problemas de una vez, recuperando la amistad que dieron por perdida.
Sawamura aprendió a manejar su nuevo cuerpo: sus habilidades, técnicas y conocimientos crecieron exponencialmente por las células nanoroboticas que viajaban por sus venas,
convirtiéndose en un agente vital para el bando de intervención y asalto, el estratega favorito de Kuroo. Su mano derecha y mejor amigo, el que el salvaba el pellejo cuando se arriesgaba demasiado en alguna misión porque podía sentir la ansiedad, la emoción de que su lucha, la lucha de cientos y millones de otros iguales a él, estaba cada día un paso mas cerca de la victoria.No importaba cuanto Daichi se enfadara y le mandase a la mierda por ser un imbécil hijo de puta porque siempre habría una cerveza fría, una disculpa, tal vez un par de puñetazos y una sonrisa para que todo volviera a su cauce y si, los ánimos estaban buenos, la euforia de ganar una batalla importante era alta, inagotable, seductora, terminarían enredados en la alcoba del general Kuroo quitándose mas que la frustración de ser la mitad de lo que fueron, mas que el miedo a perderse mañana, mas que arrancarse con violencia las palabras que no podían pronunciar, de los sentimientos que no ayudan en los tiempos de guerra pero están ahí reconfortando cuando la oscuridad se asienta en las almas.
La vida y el amor, son conceptos ilusorios en la era de la muerte. Fantasías de jóvenes como ellos.
Para los seguidores de la revolución, el gato bastardo y el perro, eran implacables, fuertes inspiradores. Tras la puerta, abrazados en la cama, eran dos amantes necesitados, luchando por un lugar en el mundo, un mundo donde ellos podrían vivir en paz como seres humanos dignos, y no como las maquinas desechables que les hicieron creer que eran.
Así fumaban un cigarrillo, cargaban sus fusiles, chocaban sus puños, y salían a luchar, por un futuro lleno de prosperidad.
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Drabbles KuroDai
FanfictionDrabble de los chicos, diferentes temáticas (escritas para el concurso del grupo Haikyuu Yaoi en Facebook)