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   Había despertado por la mañana el día que todo comenzó. El reloj sobre la mesa de noche marcaba las 7:55 am, por lo que desconecté la alarma para que no sonara cinco minutos después, a la hora en la que diariamente me levanto.

   Me destapé y apoyé mis pies descalzos sobre el frío suelo de madera de mi cuarto, así quedando sentado en la cama. Me paré con la cabeza gacha y toda la pereza del mundo. Camine hasta mi armario, abrí la puerta y el cajón donde guardo la ropa interior. Tome un bóxer negro al igual que el que tenía puesto en ese momento y lo tiré sobre la cama. Me encamine al baño de mi cuarto y abrí un poco la llave de agua fría y la de agua caliente de la ducha. Me quito la ropa interior para darme un baño rápido e irme.
  Al salir con una toalla en la cintura, me cambio con el uniforme de trabajo de "Moka", la cafetería en la que trabajo desde el verano pasado junto a mi mejor amigo. Esto consistía en una camiseta blanca con el logo verde y negro del lugar, pantalones negros y un delantal verde el cual me pondré al llegar.

  Una vez que estoy listo tomo el autobús hasta Moka. Diez minutos más tarde estoy allí. Abro la puerta haciendo sonar la pequeña campanilla sobre la puerta. El olor a bizcochos y pasteles recién horneados de todas las mañanas me abren el apetito.

   Era una cafetería algo pequeña. Tenia ventanales y la puerta de entrada era casi en su totalidad de vidrio. Una pequeña campanilla adornaba sobre esta para poder darnos cuenta cuando un cliente entraba y poner manos a la obra. El suelo y el mostrador hechos de madera oscura, al igual que las mesas dispersas en el lugar. Tras la barra donde se recibían los pedidos estaba el logo de la cafetería en grande, el mismo que mi amigo y yo usábamos en el uniforme. También algunas pequeñas plantas dispersas por ahí.

—Buenos días. —me saluda mi amigo Jimin tras el mostrador mientras está entretenido con su teléfono.

   El cabello de Jimin era rubio. Era delgado y un poco más bajito que yo. Usaba el uniforme de la cafetería y unas botas negras.

—Buenos días —repito—. ¿Piensas trabajar o solo jugar con tu teléfono y que te paguen? —me acerco a él y tomo mi delantal, atando el nudo en mi espalda. Cuelgo el pequeño cartel con mi nombre en la tela, en mi pecho.

   Él rueda los ojos y lo bloquea.

—Te estaba esperando. —se excusa.

—Sí, claro. —sonrío, contagiándole mi gesto.

   La verdad es que no me necesitaba para comenzar a trabajar. Jimin se encarga de la comida y yo de las mesas. Ya saben, el prepara las malteadas, los bizcochos y los pasteles, y yo, bueno, soy algo así como un mesero que está encargado de la cocina cuando él no está. Sé cocinar y me gusta, solo que a él se le da mejor.

  Como todos los días, comí dos tostadas y una taza de leche y me puse a trabajar.

☕️☕️☕️

   El día había sido aburrido, solo tuvimos tres clientes en toda la mañana. Estaba limpiando las mesas con un trapo cuando Jimin sale desde la puerta de la cocina.

—Ya llegaron los envios, voy atrás a buscarlos. —avisa.

   Asiento y veo que desaparece por la puerta trasera.

  Tenía mucha hambre. Miro el reloj en la pared y noto que faltaban solo quince minutos para irme. Observo hacia los lados que nadie se acerque y me encamino hacia el mostrador. Dejo el trapo sobre este y tomo un bizcocho de la caja de vidrio donde están las facturas dulces y le doy un mordisco. Mastico rápidamente antes de que alguien llegue cuando la campanilla de la entrada suena. Me volteo rápidamente viendo a un chico parado allí.

   Dios, si que era guapo.

  Su cabello era castaño claro, era unos centímetros más alto que yo. vestía un traje negro y zapatos del mismo color. En su mano derecha sostenía un maletín. Su pecho era adornado con una corbata roja. No aparentaba tener muchos más años que yo.

   Al verme sonríe sin mostrar sus dientes y hace un gesto con la cabeza en forma de saludo. Sigue derecho hasta una de las mesas y se sienta, dejando su maletín en el piso. Toma el menú sobre la mesa y lo lee.

   Trago seco el bizcocho sintiendo que me ahogo por un segundo. Respiro profundo y tomo la libreta que estaba sobre el mostrador. Me acerco a él sintiendo que mi corazón se acelera por los nervios y sonrío.

—Buenos días —saludo amablemente. Desvía su mirada hacia mi—. ¿Qué le gustaría ordenar?

—Solo un café y un bizcocho, por favor. —responde.

  Su voz era grave y profunda.

—Enseguida. —me di la vuelta y fui tras el mostrador.

   Preparé lo necesario y me encaminé de nuevo a su mesa. Dejé los pedidos delante de él y luego de que me agradeciera decidí seguir con mi trabajo. Tome el trapo nuevamente y seguí limpiando unas mesas más lejos. Mi mirada me traiciona y lo observa detenidamente. Jesús, él era todo un hombre.

   Cinco minutos más tarde se levanta y mete su mano derecha en su bolsillo trasero sacando su billetera.

  Dios, hasta bonito trasero tiene.

—Está justo —avisa, dejando el dinero sobre la masa. Se agacha y toma su maletín—. Gracias. — y luego de dichas palabras se retira tranquilamente.

   Me quedo mirando la puerta como idiota por unos segundos. Ni siquiera el sonido de la puerta trasera logra que me voltee.

—Ayúdame con esto, Jungkook —me doy la vuelta en el lugar notando que Jimin tiene una caja entre manos—. Hay más atrás —me mira unos segundos al ver que no respondo ni me muevo—. ¿Qué te pasa, idiota? ¿Viste un fantasma o algo así?

—Creo que vi un ángel. —respondo atontado.

—Y yo a un imbécil —bromea—. Ayúdame, luego me cuentas.

☕️☕️☕️

   El refrigerador de mi casa estaba abierto y yo observando atentamente lo que me faltaba. Luego de cerrarlo, me acerco a la mesa del comedor donde tenía un trozo de papel con la lista de compras. Agrego leche y mermelada en tinta azul cuando mi teléfono suena en mi bolsillo trasero. Lo tomo y lo desbloqueo leyendo un mensaje de un número desconocido.

Desconocido: Hola.

  Frunzo el ceño y tecleo una respuesta.

Jungkook: ¿Quién eres?

  Minutos más tarde otro mensaje entra.

Desconocido: Puedes llamarme V.

Coffee [Taekook/ KookV]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora